Todo tiene su tiempo. Uno cree que no. Pero hay un tiempo para el dolor y un tiempo para el baile. Y hay otro tiempo para lavar el inodoro. Y otro tiempo para enterrar a tu madre. Y hay tiempo de gritarle a un conductor que se vaya al infierno. De llamar, ya pasadas las doce, al hombre que tanto te quiso. Hay un tiempo para hablar con Dios de tus planes. Y de tu miseria. Y hay otro tiempo contado y mayor que uno no sabe. Que nadie sabe. Que se llama la vida.
Para empezar la mujer que llega tarde. Alicia. Y que dispara un monólogo metralleta quitándose el blazer, el bolso, tanta pena. Y se sienta en una silla plegable. La mujer que llega tarde, Alicia, se abre el pelo con las dos manos y mira al público, y dice, detrás de su pelo/cortina/teloncillo, su teoría sobre lo que nunca.
El amor, el país. Nunca. Nunca.
Hay que decir que esa actriz, que se llama Tamara Venereo, tiene la fuerza de un remolcador, y que con cada palabra te escupe una ansiedad, un miedo, un tremendismo, apúrate, apúrate, te dice la voz de la mujer que se cepilla el pelo. Una dos tres siete veces.
Apúrate, coño.
El amor, el país. Nunca. Nunca.

Es solo cuestión de tiempo, investigación dirigida por el bailarín y coreógrafo cubano Abel Rojo (La Habana, 1992) tiene su estreno mundial este mes en el Ciervo Encantado (Línea y 18, La Habana).
La fui a ver la semana pasada, después de dos años sin ir al teatro, a ese tipo de teatro que se compone de un espacio para los espectadores y un espacio para la experiencia, lo que se muestra. Que se compone de gente que llega veinte minutos antes, lee en el programa de mano «donde los cuerpos disienten del tiempo…», te saluda, pasa al baño, pega un gritico cuando se encuentra con aquella, con el otro. El teatro de marsupios y pantalones negros, cuellos de tortugas y camisas cómicas, ese teatro que se me había olvidado, un poco, el de la sala llena y las bufandas. Apúrate, coño.

ESCT es un ensayo sobre ¿qué es el tiempo?, ¿qué son un minutico, una hora treinta? Y en medio del ensayo un trozo de hielo suspendido sobre el agua que hace al derretirse, sobre un cuerpo caliente oculto que, cada vez que le cae una gota, suelta un humo blanco. El efecto desesperación con tres niveles.
En este ensayo se estudia qué efectos tiene el tiempo en los cuerpos, en las mentes, el tiempo real y el tiempo impuesto. Impuesto por un gobierno, por un amor, por una aerolínea. Dos dedos que golpean una muñeca, dos manos que te agarran por los pies y te llevan al inicio. Control zeta. Una prescripción medicamentosa antes de pasarse cuatro horas en una cola de picadillo, media hora en un cuarto de alquiler, un año con un amor de turno. Una inyección fría, intravenosa.

Dice la muchacha al micrófono: «El que espera lo mucho, espera lo poco».
Dicen los cuerpos que se arrastran como acordeones sobre el linóleo, que babean sobre el linoleo: «Ahhhhhhhh. Ahhhhhhhhhhhhhh».
Dice la mujer que habla al inicio. La mujer sin rostro, la entrevistada: «Que ese central jamás ha vuelto a ser lo mismo. Que antes había de todo».
Dicen los cuerposque se arrastran como gusanos sobre el linóleo: «Ahhhhhhhh. Ahhhhhhhhhhhhhh».
Y dice la mujer que toca la campana, al inicio de todo, antes de la obra, antes de las 8 y 30: «Primero pasan los invitados».
Esta investigación tiene un final muy bello. Un final como para guardarlo en una caja de palo de rosa y asomarse a cada rato, un final como para ser la directora inglesa Katie Mitchell y amplificarlo con una súper cámara por todas las paredes y el techo del teatro, un final como para proyectarlo en una pantalla enorme frente al cine Yara y que lo vean todos los que pasan y, sobre todo, todos los que no quisieran verlo. Un final que consiste en ponerle el micrófono al que llora, al que se queda en el suelo, cansado, medio muerto, después, después de todo. Poner el micrófono para amplificar el dolor. Para amplificar la agonía. Para amplificar su deshielo.

Hay un acertijo que dice: «Entras a un cuarto y ves un hombre ahorcado, y bajo el occiso un charco de agua, ¿cómo el hombre se ahorcó?».
La mayoría de la gente no acierta. Piensan que el agua es orine. Y suponen, suponen. La respuesta es la siguiente: se subió a un bloque de hielo.
Rojo, y los creadores que lo acompañaron en el proceso de ESCT, han intentado explicarse el derretimiento. El derretimiento de una tribuna, de unas Crocs con tacón de Balenciaga, de una campana que dobla en el polo sur anunciando una terrible avalancha.