La libertad como absoluto. Una conversación con la profesora cubana Joanna Columbié

    Joanna Columbié Grave de Peralta era profesora en la provincia cubana de Camagüey, en el municipio de Carlos Manuel de Céspedes. Era metodóloga. Estamos hablando además de una profesional muy bien evaluada a lo largo de 15 años, con la máxima calificación que se da a los profesores en el nivel medio de enseñanza. También era tutora. Y profesora de Pedagógico en formación, en la sede universitaria municipal. Llegó a ser incluso vanguardia nacional del sector. Llegó en esos años —sin ser militante comunista, siendo incluso pastora de una iglesia cristiana— a alcanzar niveles bien altos de desarrollo profesional dentro de la pedagogía en Cuba. Nada de eso se tuvo en consideración a la hora de aplicarle máximo rigor en la censura. Joanna Columbié Grave de Peralta fue expulsada, y en ese momento su currículum no pesó absolutamente para nada.

    Omara Ruiz Urquiola: Buenos días, Joanna Columbié Grave de Peralta, profesora.

    Joanna Columbié Grave de Peralta: Buenos días. Óigame, qué feliz de estar conversando contigo al fin.

    ORU: Joanna, muchísimas gracias por estar con nosotros, por acceder a contarnos, por además acceder a que nosotros hagamos preguntas que tocan zonas sensibles de un proceso que deja huella en todas las víctimas. Muchísimas gracias por la confianza.

    JCGP: Yo honrada de que me des la oportunidad de compartir con otros nuestra experiencia desde lo personal, lo profesional, lo académico y, por qué no, también desde todo lo que somos como luchadores por un cambio. Porque eso es ser maestro. El maestro en sí es eso: un hombre, una mujer, un ser humano que lucha por que otros lleguen a alcanzar un conocimiento y sean libre por ellos mismos; no es entrarlos en casillas, en doctrinas. No. Ser maestros es hacer a otros líderes.

    ORU: Qué bien. Joanna, yo quisiera preguntarte ¿en qué momento de tu vida decides —si fue que te dejaste llevar o fue una decisión pensada— dedicarte a la pedagogía?

    JCGP: Bueno, creo que yo soy maestra desde que nací. Yo tengo un hermano menor, tengo más de un hermano, pero, bueno, tenía un hermano menor y siempre era como hermana mayor la que enseñaba, la que instruía, la que indicaba un poco por dónde iba el camino. Y siempre me gustó enseñar, pero no fue mi primera profesión. Por cuestiones de la vida, decisiones que tomas cuando eres joven, pues empecé a estudiar Licenciatura en Enfermería. Sin embargo, siendo enfermera —que trabajé cuatro años como enfermera— ahí daba clases, ahí empecé aquello porque me encantaba enseñar a otros y transmitir a otros lo que yo sabía. Y hubo un momento en que tuve la oportunidad de poder estudiar una segunda carrera. Entonces pues decidí estudiar Pedagogía-Historia.

    ORU: ¿Tienes dos carreras, Joanna?

    JCGP: Bueno, técnicamente, tengo tres Licenciatura en Teología y Biblia, Licenciatura en Enfermería, Licenciatura en Filosofía e Historia, y la maestría en Pedagogía. Yo tuve una maestra en primaria —y esa es la importancia del maestro, ¿no?—, María: fue mi maestra de primero a cuarto grado. Aquella mujer me apasionó por la enseñanza. Y, desde el punto de vista familiar, mis padres, por supuesto, fueron maestros, maestros para nosotros, maestros en la enseñanza de la Biblia, maestros en la enseñanza de la educación, maestros en la enseñanza de valores, de principios. Y todo fue desde una enseñanza realmente motivadora; no desde la coerción, no desde la imposición, sino desde el hacer-pensar, el hacer-razonar, el hacer-reflexionar y el aprender a tomar decisiones. Por tanto, creo que tuve muchas personas a mi alrededor que contribuyeron a que un día yo amara ser maestra.

    ORU: Cuéntame. ¿En qué momento empezaste a sentirte que eras censurada, que estabas vigilada, que estabas siendo monitoreada? ¿En qué momento eso empezó a ocurrir, y con qué tú crees que está relacionado que empiece a pesar sobre ti la censura?

    JCGP: Bueno, la censura comienza cuando ellos se dan cuenta de que yo estoy intercambiando con algunos líderes de la oposición, no solo en las redes sociales sino de manera personal. Limitan mi acceso a Internet desde Educación, y recibo la visita de la Seguridad del Estado.

    ORU: ¿En tu casa?

    JCGP: En Educación.

    ORU: ¿En tu mismo centro de trabajo?

    JCGP: En mi mismo centro de trabajo. Yo no tenía la más mínima idea de quién era la gente de la Seguridad. Pero llegaron dos tipos grandes, con camisitas de cuadros, y todo el mundo en Educación abría los ojos. Yo no los conocía, pero parece que el resto de la gente sí. Y el director municipal me dice que me están buscando dos compañeros. Y ahí estuvimos cuatro horas de conversación: ellos intentando saber qué era lo que Joanna quería cambiar, qué era lo que Joanna en las redes estaba proponiendo cambiar y por qué Joanna estaba relacionándose con personas de la oposición. Y mi respuesta en ese momento fue sencillamente que yo quería cambiar, precisamente, eso que estaba pasando: que nadie fuera a preguntarme qué yo quería cambiar, que nadie fuera a cuestionarme qué es lo que yo quería hacer. A partir de ese momento las cosas cambiaron totalmente. De la excelente profesora, de la metodóloga que nadie podía decir nada respecto a su trabajo…; de un mes para otro, lograron hacer un expediente. Así mismo me lo comunicaron: «Estamos haciendo un expediente con todo lo que ha pasado contigo en las redes». U en menos de un mes me dieron la medida disciplinaria de separación definitiva de la entidad, del sector educacional.

    ORU: Y todo currículum, tus condecoraciones, tus reconocimientos…

    JCGP: Eso no les importó a ellos para nada. En la medida disciplinaria solamente pone: «No ha tenido medidas disciplinarias anteriormente». Es como que las personas…, la opinión que tiene alguien, políticamente, puede cambiar quién es a los ojos de ellos. Ese es el punto.

    ORU:  Pero yo tengo entendido que llegaste a ser vanguardia nacional.

    JCGP: Sí, exactamente, llegué a ser vanguardia nacional. Llegué a obtener la Distinción por la Educación Cubana, que es una distinción que da el Consejo de Estado; Maestro Destacado, Tutor Destacado; en infinidad de eventos universitarios en que participé, tanto universidad como en pedagogía, con logros, logros que eran evidentes y que ellos no podían evitar. Sin embargo, cuando yo en una ocasión publicó en mi perfil de Facebook alguna crítica a algo económico que estaba pasando en Santiago de Cuba, a partir de ahí, comienzan a chequear mis redes…

    ORU: ¿Recuerdas el año?

    JCGP: Estamos hablando del año 2015. Yo no tenía idea de que estaban chequeando mis redes. Y cuando empiezo, pues, a interactuar con otras personas, entre las personas con las que empiezo a interactuar están varios líderes de la oposición. Creo que eso fue un punto de inflexión para ellos: cuando ya vieron que no era solamente opinión, sino que yo ya estaba teniendo un posicionamiento más abierto respecto a opiniones diferentes.

    ORU: Relacionándote con líderes opositores.

    JCGP: Exactamente. No solo era que emitía un criterio, sino que, al parecer, ellos pensaban que yo tenía otras ideas. Y no. Yo siempre había tenido las mismas ideas; eran exactamente las mismas ideas que tuve prácticamente desde que empecé a tener uso de conciencia hasta hoy: la idea de la libertad y el derecho de cada ser humano a pensar cómo entienda, o como diría Martí: «a pensar y a hablar sin hipocresía». Y ese era mi punto.

    ORU: ¿Ese desenvolvimiento en tu vida personal, en tu vida social, tiene relación con alguna afectación que ellos pudieran haberte señalado respecto al desempeño de tu profesión?

    JCGP: Nada de eso interrumpía mi labor. Yo seguí siendo la misma metodóloga que atendía, de hecho. la parte estadística de Educación. Pero ese era un punto clave: yo era jefe del departamento de estadísticas. Las estadísticas de Educación son tan cuestionables que quizás pensaron que yo podía ser un factor negativo en este aspecto. Y no era cierto. Yo seguí siendo la misma profesora impartiendo los contenidos, porque mi espacio de clase no es mi espacio personal. En mi espacio personal yo discrepo, yo opino, yo tengo mis propias opiniones; pero cuando voy a dar las clases voy a dar un contenido, un contenido que no tiene por qué ser politizado. El profesor determina o no si politiza un contenido; por lo menos, yo sí lo logré hacer [no politizar] durante todo ese tiempo. Y en caso de enseñar a los estudiantes a pensar, que no es lo mismo que politizar (son dos cosas diferentes), tú los ayudas a reflexionar sobre esas mismas experiencias, sobre las mismas enseñanzas… Pero nunca cambió mi contenido, nunca… Mis opiniones políticas, mis opiniones diferentes fueron censuradas, sencillamente, porque ellos entendían que esas opiniones no estaban de acuerdo con lo que un profesor debía pensar. Y, bueno, ¿un profesor tiene que pensar exactamente lo que piensa la política del país?

    ORU: El poder. Tus estudiantes, Joanna. ¿Qué opinión tenían tus estudiantes sobre ti?

    JCGP: Bueno, varios de los estudiantes que yo tenía en la universidad siguen siendo mis amigos, siguen atrás de mis publicaciones, y, de hecho, muchos de ellos han mantenido una posición totalmente diferente. Muchos de ellos no están hoy en Educación precisamente por pensar diferente; muchos de ellos fueron amenazados por sus posiciones. Desde profesores, amigos y estudiantes…

    ORU: Tus colegas…

    JCGP: …colegas de trabajo, muchos; yo sentía el apoyo de muchos. Sentí el apoyo de muchos. Otros se retiraron, y es lógico: el ser humano creo que en su libertad tiene derecho a apoyar o no a una persona, pero cuando la apoyas debe ser por tu propia conciencia; no por el miedo que otro te censure a ti también. Y varios fueron amenazados incluso con que podían recibir las mismas consecuencias, si seguían relacionándose conmigo, o dándole like a mis publicaciones, o manteniendo algún tipo de relación conmigo. De hecho, ellos me prohibieron entrar a Educación, en el sectorial, entrar al edificio. Porque ellos pensaron que yo podía ir allí a cualquier cosa de las que a ellos se les ocurriera. Ellos lograron cambiar la opinión que tenían, en un pueblo completo, en muchas personas, acerca de mí. Bueno, dijeron que me habían cogido presa porque yo iba a ir a la Habana a hacer un atentado al Papa; porque tenía unas cuantas bombas en mi casa… Eso fue lo que ellos hicieron que los demás creyeran.

    ORU: Trataron de acusarte, incluso de involucrarte en apropiación indebida de un medio que la propia dirección de Educación te había facilitado, y afortunadamente tenías los documentos.

    JCGP: Exactamente. Cuando me fui de educación y devolví ese monitor, pues hicieron todo, de conjunto, el director municipal más la Seguridad del Estado y la Policía, para hacer ver que yo me había quedado con un monitor que ya estaba entregado, que estaba en aquel lugar. Una locura. A cualquiera que yo le cuente esto dice: «No, eso es mentira, eso no es posible».

    ORU: Te voy a hacer ahora una pregunta que viene también de mi experiencia, y que yo sé que es difícil responder. Es difícil pasar por ese momento de rememorar, pero, bueno, debo hacértela. ¿Qué peso tiene ese proceso de censura cuando tienes que salir del aula, cuando esos 45 o 90 minutos, que es el momento esencial en la vida de un pedagogo —más allá de la investigación, más allá de la proyección que uno tiene en espacios, como pueden ser los eventos con colegas…—; ese peso, cuando se pierden esos 45, esos 90 minutos, cuando ya eso deja de ser parte de tu vida, qué ocurre contigo? O sea, ¿cómo tú lo asumiste?; ¿qué significó? Y si pudiste reinventarte la vida después de perder eso…

    JCGP: Yo puedo decir que llegué a un alto desarrollo profesional, aunque estaba haciendo la primera parte de un doctorado, y eso se vio frustrado totalmente. Pero profesionalmente yo había logrado un desarrollo. Sin embargo, ese momento del aula es el momento mágico que tiene todo un maestro; es el momento en que desbordas todo lo que quieres transmitir a otro ser humano; es el momento en que tú logras realizar aquella conversión, y ves estudiantes abrir sus mentes, abrir su pensamiento, compartir contigo. Porque no es solamente de aquí para allá: el momento de la enseñanza es cuando empieza el estudiante, de allá para acá, y existe una retroalimentación. Esos 45, 90 mágicos que solamente el que ha dado una clase y el que es maestro los conoce: que es transmitir a esos muchachos tus propios valores; es transmitir a esos muchachos las enseñanzas que pueden cambiar sus vidas, las enseñanzas que pueden ponerlos al nivel de su tiempo, como diría Martí; es lograr que esos muchachos, al decir de Varela, no sean cerebros-esponja, sino que puedan realmente reflexionar y pensar. Cuando te quitan eso, te quitan tu vida; sientes un poco que dejas de ser tú, que dejas de tener ese espacio vital [por el que] todos los días te levantas con el deseo de: «Hoy voy a enseñarles esto» —te has pasado horas preparando una clase, que eso es mágico… Solo el que es maestro sabe lo que se siente. Y eso no es cualquier cosa. Cuando te quitan eso, te quitan tu vida. Y tienes que cambiarla, transformarla.

    ORU: ¿Cómo tú te reorientaste? ¿Cómo tú te reinventaste?

    JCGP: No te voy a decir que en el primer momento no me quedé casi en blanco. Eso tuvo un costo desde todo punto de vista. Desde el punto de vista económico, porque no tenía un trabajo; desde el punto de vista social, por todo lo que implicó; desde punto de vista académico, porque limitó la continuidad de mi desarrollo profesional, porque, aunque llegues hasta donde hayas llegado siempre hay algo más, siempre hay algo más que aprender, algo más hacia donde avanzar. Y tuve la oportunidad de comenzar a relacionarme con el Movimiento Somos +, y empezamos a pensar en tener una academia: una academia que enseñara entonces un poco de cívica, de política, de economía, de comportamiento, de oratoria. Empezamos a pensar en ese proyecto y creamos aquella, vamos a decir, primera academia de educación cívica, de manera integral, que logró que unos cuantos jóvenes de distintas partes de la isla se prepararan. Esa academia, que la hice mi academia. Fue mi espacio, mi academia, mi desarrollo en un área que también comenzó a ser entonces parte importante de mi vida.

    ORU: Menos mal. Yo creo que te salvó en ese momento.

    JCGP: Sí, esa academia me salvó; me salvó de sentir que el mundo se iba a ir completamente para el piso. Esa academia fue un momento importante, porque sigues siendo maestro, sigues enseñando y sigues viendo vidas transformadas.

    ORU: A partir de ese momento, de la censura, a partir de ese momento en que la persecución política fija sus ojos en ti, ¿qué pasó con tu trabajo pastoral en tu comunidad?

    JCGP: Intentaron desmoralizarme en todas las áreas de mi vida. Y el área pastoral no fue ajena a aquello. Es una de las áreas que más ellos tocaron porque ellos… La iglesia que tenía era una iglesia independiente que habíamos creado al lado de mi casa. El edificio lo habíamos construido con nuestros propios recursos. Fue una iglesia que fue saliendo poco a poco, creándose durante años, en algo que es un reparto militar. Fue difícil crear esa iglesia; fue difícil hacerle llegar el Evangelio a aquellas personas que lo único que veían era que su dios era la Revolución. Muchas de esas personas eran personas mayores que habían luchado incluso en la Sierra Maestra. Ellos tenían esas casas porque se le habían otorgado, porque eran militares orientales que los habían llevado para allá después del 59. Y estas personas empezaron a sacar su parte espiritual, a hacer crecer su parte espiritual; pero estaban apegados también a una doctrina que los había encerrado durante mucho tiempo y que era la política que estaba llevando el país. Cada vez que los de la Seguridad del Estado decidían que yo no podía salir de mi casa, montaban, en un lugar que tenían allí «los combatientes» —Casa de los Combatientes, se llamaba—, una especie de puesto de mando, a la vista de todo el mundo. Y empezaron entonces a visitar a absolutamente todos los miembros de la iglesia, y a hacerles ver que yo lo que quería era destruir la Revolución, que yo lo que quería era cambiar todas las cosas que estaban pasando en el país, las cosas buenas que a ellos se les había dado; que yo apoyaba políticas que les iban a quitar las casas a ellos… Todas estas cosas hicieron que la membresía [de la iglesia], en muchos momentos, fuera menguando. Y estamos hablando en tiempos en que la Internet no es lo que tenemos hoy; tiempos en que no teníamos las posibilidades ni siquiera de filmar algo en directo y transmitir al mundo lo que nos estaba pasando; tiempos en que muchas de estas personas no tenían acceso a ver lo que [estaba] pasando ni a tener otro conocimiento; por tanto, estaban solamente dentro de su pensamiento, y creían que lo que les venía a decir un supuesto oficial no iba a ser mentira: era cierto. Lo que le estaba diciendo ese oficial era que yo los estaba utilizando a ellos.

    ORU: ¿Tú percibiste el machismo respecto al ejercicio de tu pastorado y en cuanto a tu desempeño académico, profesoral?

    JCGP: Bueno, respecto al pastorado, yo tuve que estudiar en un seminario lejos de mi casa, en Matanzas, porque el Seminario Bautista de Cuba Oriental no aceptaba mujeres en aquellos momentos. El pastorado para la mujer es mucho más difícil. Hoy quizás muchas cosas han ido variando, y creo que los últimos años han transformado la sociedad cubana en muchas cosas, y han abierto la sociedad cubana y han abierto la mente de los cubanos en muchos aspectos. Pero fue difícil ser pastora, y lo hacía a tiempo parcial. Y fue difícil también lo académico, porque, aunque la ley no diga nada, de la ley a la práctica va mucho; la ley puede no prohibir, pero los hombres prohíben. Y realmente los hombres a veces tienen más acceso a muchas cosas, precisamente porque no tienen determinadas responsabilidades que como mujeres tenemos. Y yo puedo agradecer muchísimo y agradezco muchísimo el apoyo que tuve de mi pareja durante todo este tiempo. Gracias a ella fue el desarrollo profesional que yo pude lograr, también.

    ORU: ¿También era maestra?

    JCGP: Fue bibliotecaria de una escuela durante muchos años. Y, entonces, ese apoyo fue fundamental para lograr mi desarrollo profesional.

    ORU: Como mujer, con tu pareja mujer, ¿no percibiste censura en ese sentido en Cuba?

    JCGP: Fue una de las mayores censuras que y he tenido en mi vida.

    ORU: ¡Dios!  

    JCGP: Porque fue una censura desde el punto de eclesial, que me limitó a un pastorado oficial. Y fue una censura desde el punto de vista social en muchas personas. Sin embargo, socialmente, comunitariamente, las personas fueron muy receptivas en ese sentido.

    ORU: ¿Lograste la aceptación social?

    JCGP: Sí cómo no. Sí, hubo una gran aceptación social. Yo no puedo decir el cien por ciento; el cien por ciento, el absoluto no creo que pueda existir en este aspecto. Pero sí… Pero precisamente por lograr decir: yo soy quien soy, y esta soy yo, y no voy a cambiar porque la sociedad me acepte diferente. Entonces, eso fue algo importante: no dejar de ser quienes somos. Si dejamos de ser quienes somos porque la sociedad nos aplauda o no, perdemos la esencia de nosotros mismos y nunca vamos a ser felices. Y yo te digo, sinceramente, que en ese tiempo, a pesar de todas las cosas, yo fui feliz.

    ORU: Rodeada de combatientes de la Sierra Maestra, sin ser militante comunista, en una comunidad militar, y fuiste feliz.

    JCGP: No podemos dejar de ser felices por la censura. La censura nos puede afectar psicológicamente, la censura nos puede afectar moralmente, nos puede afectar desde el punto de vista espiritual; pero nosotros tenemos que sobreponernos a eso: ser optimistas, ir por delante de todas esas cosas, ir llevando a adelante nuestros pensamientos. Que hoy no logremos algo, no importa; mañana lo vamos a lograr.

    ORU: Por favor, si tú pudieras hablarnos de las razones por las que tomaste la determinación de emigrar a los Estados Unidos.

    JCGP: Después que públicamente tuve un posicionamiento contrario a la política gubernamental en Cuba, ya los niveles de represión fueron aumentando cada día más: desde detenciones bien frecuentes, desde impedirme salir del país, desde montarme en una patrulla y dejarme, vamos a decir, botada en un lugar alejado de la ciudad, sin ningún tipo de forma de volver, desde revisarme mis documentos, desde quitarme el teléfono, romper mi teléfono, tirarme contra una patrulla, desde tenerme detenida en lugares sin ningún tipo de condiciones, hasta detenciones durante más largo tiempo en lugares… sin ningún tipo de condición para estar… Me refiero a lugares que tenían cucarachas, había a veces hasta ratones, no había agua, había peste de todo tipo dentro de aquellas celdas… Y la fractura psicológica que lleva estar detenido, y todo lo que ellos hacen durante ese tiempo: presiones psicológicas y presiones físicas contra uno. Y, teniendo en cuenta esto, yo decidí que iba a ser más útil fuera de Cuba. Esa fue la decisión por la que yo vine para Estados Unidos. Aquí solicité asilo político, y después ya obtuve la residencia.

    Ahora, estar aquí no ha impedido que yo siga manteniendo los mismos intereses, el mismo accionar, para lograr el cambio en Cuba. Para mí el apoyo a los que están dentro es fundamental, porque cuando yo estaba detenida lo único que yo sabía, en cada momento, era que afuera había gente que estaba peleando por mí.

    ORU: ¿Y cuál es tu plan? Si tú contemplas aquí en los Estados Unidos…, o si ya has logrado hacer algo para reinsertarte en la pedagogía.

    JCGP: Yo soy profesora. Yo no soy otra cosa. Y estoy dando todos los pasos. Ya estamos en los primeros pasos de la licencia del Estado para poder insertarse en el área pedagógica.

    ORU: Joanna, vamos a prefigurarnos Cuba libre. ¿Qué tú crees que tienes para aportar? ¿En qué sentido tú desearías aportar, cómo tú ves viable tu aportación en un espacio donde puedas ejercer sin el miedo de las censuras, sin los rigores de la persecución política?

    JCGP: Creo que hay al menos dos áreas en las que puedo aportar. Uno, en la parte docente. A los cubanos habrá que educarlos en la democracia, y no solo a los cubanos dentro de la isla. Los cubanos que hoy están viviendo en democracia necesitan educarse en una democracia, en los valores, en la libertad, en lo que esa libertad implica: el ponerse en el pellejo del otro, en el pensamiento del otro, que el otro puede pensar totalmente diferente a mí, pero tiene el derecho a hacerlo. Y yo creo en esa absoluta libertad. Si hay algo que para mí es absoluto, es la libertad: la libertad de cada ser humano, de cada individuo. Y yo quiero aportar en eso: promover una Cuba verdaderamente cívica, democrática, y de hombres y mujeres libres y liberados, que son dos cosas diferentes. Liberados de sus propios prejuicios; liberados de sus propias imposiciones, de su propio adoctrinamiento; liberados de [esas] ideas que a veces no son más que las ideas que les enseñaron y contra las que ellos mismos están luchando, pero que están reproduciendo: quizás con otro matiz, con otra tendencia política, pero están reproduciendo los mismos patrones. Y esa no es la Cuba a la que yo aspiro. Yo aspiro a una Cuba de hombres y mujeres totalmente libres.

    Y, por supuesto, también me interesa aportar en el área política y diplomática. Creo que son dos áreas en las que poco a poco me he estado preparando. Me interesa aportar en esas dos áreas: en la académica y en la política-diplomática.

    ORU: Profesora, ojalá que pueda aportar en Cuba libre todo su conocimiento, su experiencia, su ejercicio de vanguardismo. No solamente en cuanto a la pedagogía, sino también en cuanto a esa educación cívica, esa pedagogía cívica, que realmente va a tener un espacio preponderante en ese momento inicial de transformación, de cambio, que va a llegar a Cuba. La vamos a estar esperando, profesora. Muchísimas gracias.

    JCGP: Muchas gracias a ti por darme esta oportunidad.

    ORU: A ti, por la confianza.

    *Quinta entrega de la serie de entrevistas titulada «El color de las ideas».

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    3 COMENTARIOS

    1. Irremediablemente a Cuba le llegará la cordura, es un país perdido entre el sinsentido desde cualquier arista en que se analice, lo que le ocurre a Cuba es lo insólito de lo insólito, es un lugar perdido en sí mismo, imposible relacionar con lo de esa quasi fantástica originalidad latinoamericana del Realismo Mágico sesentero, pues extralimitó lo ilógico hasta lo bufo y cruelmente sádico, incluso exacerba lo digerible desde la imaginación humana. Cuba es un manicomio difícil.

    2. Omara, siempre tus entregas son únicas. Tengo una info, que maybe pueda ayudar a Johana en su incersion en el mundo de la pedagogía acá. Le puedes por favor pasar mi email: [email protected] Un Abrazo! Morell. OTRA COSA: Me gustaría que Omara Ruiz Urquiola entrevistará a Omara Ruiz Urquiola. LAS QUIERO!

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