«Las calles de Hanoi se asimilan a un hormiguero», ha dicho el autor de esta serie fotográfica que, sin embargo, enfoca no otra cosa sino al mismísimo individuo. Voilá. Imaginamos el estupor multitudinario del recién llegado y luego, foto tras foto, la parte desmintiendo sosegadamente al todo…  a eso que creía(mos) el todo.

Pues bien. En estas imágenes lejanas, una vez más, asoma el urbanita contemporáneo, más o menos local, más o menos global, en su estrecha soledad sin límites.

Pero, alguien dirá, ahí están esos cadetes de blanco, adustos, marciales, que nos recuerdan pronto la tensa gestualidad de toda sociedad excesivamente regimentada. Por supuesto.

Ocurre que, la próxima vez que Eloy Rodríguez (1997) obture su aparato, ante nosotros habrá un chico de pocos años a punto de derribar con su mirada, como si fueran piezas de dominó, a esos mismos jóvenes adoctrinados.

Pudiéramos decir que no hay sentimiento más salvaje e irreductible que el asombro o la instantánea admiración de un niño pequeño, y que toda máquina de la realidad —la juventud que marcha en silencio, el Ejército, el Estado y el Partido, la propia ciudad de Hanoi, Viet Nam entero, el fotógrafo y el mundo— todo eso existe solo porque ese niño, en cierto modo que nos resulta más bien inimaginable, permite que así sea.

  • Eloy Rodríguez. Hanoi.
  • Eloy Rodríguez. Hanoi.
  • Eloy Rodríguez. Hanoi.
  • Eloy Rodríguez. Hanoi.
  • Eloy Rodríguez. Hanoi.
  • Eloy Rodríguez. Hanoi.

¿Pero no era Hanoi un hormiguero? ¿Dónde está ese velo de relativa indistinción étnica o cultural, y ese masivo impulso coreográfico (cientos o miles de bicicletas y de motocicletas ronroneantes, todos esos sombreros cónicos como un campo de setas ambulantes…), que suelen escamotear la individualidad de los vietnamitas ante nuestros ojos «occidentales»? ¿Son laboriosos los vietnamitas? Nadie está precisamente segando un arrozal en estas fotografías…

Nos preguntamos ahora: ¿no era esta una urbe alojada en medio de cierta modalidad incomprensible del comunismo asiático, sea lo que sea eso que acabamos de llamar el comunismo asiático? Pues alguien está ahí pescando en el lago, sin más…

Las fotos del cubano Eloy Rodríguez operan contra todo un inventario de prejuicios, mezcla de elaboraciones académicas y políticas del llamado orientalismo (enlatado hoy día en los medios de comunicación masiva) con esa inabarcable dosis de pereza y de inercia cognitiva que alimentan tanto la distancia física como la acelerada licuefacción del tiempo de nuestras vidas.  

Rodríguez es un traductor y ha logrado que nos encontremos en la traducción con estos habitantes de Hanoi. Tal vez porque, dice, también él se encontró a sí mismo caminando por esas calles. Retratando a la gente: «Viéndome reflejado en sus palabras y gestos».

  • Eloy Rodríguez. Hanoi.
  • Eloy Rodríguez. Hanoi.
  • Eloy Rodríguez. Hanoi.
  • Eloy Rodríguez. Hanoi.
  • Eloy Rodríguez. Hanoi.
  • Eloy Rodríguez. Hanoi.

«Siempre estoy a salvo de tener que preguntar, porque la historia en las imágenes responde sus propias preguntas», dice.

(Fotografías autorizadas por Eloy Rodríguez).