La jodida belleza

    Bastaba que en Cuba se entregara el Premio Nacional de Literatura para que a un grupo reducido de intelectuales holguineros se le derritieran las caras, porque esperaban, en silencio, infantilmente, que el premio fuera para Delfín Prats.

    Delfín siempre causó, causa, entre los jóvenes escritores holguineros un morbo, un éxtasis alucinante, porque es el autor de Lenguaje de mudos, porque conoció a Reinaldo Arenas, porque ha escrito versos que se repiten sin desgastarse por toda la isla, porque se sabe un mito. Lo es.  Y yo, cuando estudiaba Periodismo en esa ciudad, hace años, no escapaba a ese morbo y lo interpelé una tarde. Me le acerqué y le dije que tenía unos pocos poemas, que quería saber su opinión, si era posible. Mentiras todas. Yo solo quería conversar con él un rato, estar con él un rato, conocerlo, porque ya había leído: «No vuelvas a los lugares donde fuiste feliz, a la isla que junto a él recorriste». 

    Pero Delfín me miró con ojos de estatua y recordé a Yevtushenko, quien decía que solo le producían más terror que las madres que le pedían revisar los manuscritos de sus hijos, las jovencitas que tocaban su puerta para leerle poemas. De pronto, Delfín pareció verme y recalcó que no era su costumbre hacer aquello con nadie, pero que le llevara los poemas el próximo jueves, a un lugar que él frecuentaba. El próximo jueves llovió hasta que cayó la noche. Y no pude ir, imagino que él tampoco. 

    La próxima vez que lo encontré (Holguín es una ciudad muy reducida) estaba ebrio y olía naturalmente a alcohol; se veía animado, una cosa rara en él, porque Delfín Prats posee un tono de piel color musgo y la cara correspondiente de un carnicero, dos características que lo hacen ver espectral, triste. Se celebraba algo en el portal de la Uneac, Delfín estaba recostado a las barandas de la entrada y decía con su voz rancia: «Nada existe, todo lo que vemos son fantasmagorías».

    Cada vez que leo en algún sitio que Delfín vive precariamente, me pregunto por qué debería ser distinto. No hay nada sagrado en ser poeta. Un poeta es siempre un miserable, o al menos lo es un poco. Que le pregunten a Pavese, a  Pizarnik. Y cada vez que leía en Facebook: «Ha pasado otro año sin que le den a Delfín el Premio Nacional, bla, bla, bla…», hasta me alegraba. ¿Para qué quería entrar en esa olla un tipo que había vivido sobre el filo de una navaja, un tipo que escribió: «Hay un lugar llamado humanidad, un bosque húmedo después de la tormenta, donde abandona el sol los ruidosos colores del combate…»? 

    Ahora para qué lo querría. Ya es un maldito. Ese es su premio. 

    Hay gente para la que siempre ha sido tarde. 

    Además, es bien conocido que un premio te pone a la altura de los ganadores precedentes, y en Delfín más que una altura se advierte una profundidad. Ahí no hay competencias. 

    Hace años escuché a alguien comentar: «A Delfín nunca le van a dar ese premio, porque Delfín no tiene obra». Obra, decía, hablaba de cantidades, ese alguien. Y me pregunto si en estos versos: «Pero no los restrinjas a la isla/ellos se asomaron mucho más allá, ellos vieron del otro lado del horizonte/ abrirse las constelaciones», no hay más de lo que en tantos libros que se publican en este país, tanta gente premiada y con medallitas no logrará meter jamás: la jodida belleza.

    Lo vi por última vez hace pocos meses, cuando entré a una librería de Holguín a comprar exclusivamente El brillo de la superficie, su poesía reunida, y entonces él entró a la librería, como en las películas. Le dije: «Acabo de comprar aquí su libro». Se lo dije con alegría, pero él no me respondió. Lucía cansado y no me respondió. 

    Delfín Prats ha ganado este 2022 el Premio Nacional de Literatura, pero antes tenía un premio mayor, haber sido para todas las generaciones de escritores que le sucedieron un símbolo de lo que debe ser la poesía. 

    Lucía cansado y no me respondió. Sonrió, un poco. Con ese silencio monstruoso, con ese dolor acumulado.

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    Katherine Perzant
    Katherine Perzant
    Ha sido funambulista y chainsmoker. Como el Paterson de Jarmusch, escribe poemas que nunca publica. Posee una debilidad alarmante por los puentes y las boyas. La toman, tan a menudo por extranjera, que se siente así en todas partes. Quisiera creerle a Issa, que le sobrevive, le sobrevive a todo, la frialdad.
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    2 COMENTARIOS

    1. De una belleza poetica que te deja ganas de conocer a la autora…como persona o como poeta… dos cosas distintas. Y para colmo su nombre la protege de parecer cubana….hermoso escrito. Feliz Año Nuevo.

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