DISEÑADOR. Para mucha gente Rá*pi*do y Fu*rio*so 8 en La Habana fue como “la reconquista”. Las calles cerradas, el helicóptero volando rasante, la policía y cientos de jóvenes cooperando con los técnicos americanos, todo eso girando alrededor de un eje, de un concepto. El concepto de cómo Cuba se abrió de piernas ante los americanos. Eso está bien, un poco recalentado ya, pero está bien, sin embargo, tanto a Rey como a mí todavía no se nos cierra el concepto como a ellos en caso de que hubiera uno. Porque darles la razón es, de alguna manera, despreciar lo que ganamos, que nos sirvió para pila de cosas. O abaratar eso que ganamos, asumir que no lo ganamos en una pelea justa, que fuimos rompehuelgas que van a trabajar cuando todos deciden que no deben ir a trabajar porque les resultaría degradante, y tal. Aquí nadie nos metió el dedo, aquí el que no trabajó para mejorar en algo fue porque no lo invitaron. Le damos vuelta al asunto y no nos sale una respuesta que quepa en una oración, o en una palabra. Si me pidieran expresarlo en un logo, en una figura, no se entendería lo que quiero decir, son pila de cosas juntas.

Los cinco primeros días, por ejemplo, Rey y yo teníamos conversaciones como:

-Debemos ser los primeros.

-Sip. Debemos ser los primeros.

-¿Te fijaste que contó con nosotros?

-Claro que me fijé.

-Fuimos los primeros nombres que les vino a mente. Tenemos que seguir así papi, es lo que te digo, ser los primeros. Vamos a apurarnos.

Y nos comenzábamos a reír de nosotros mismos viéndonos en ese lance, pero éramos los primeros. Nos ubicaban en esta o aquella esquina –los pasillos eran aburridos– y eran horas y horas bajo el sol, horas conteniendo gente en la calle Reina, gente histérica, borrachos, locos, putas, bailarinas del ballet de Tony Menéndez diciéndonos que total, ¿y a ellos?, ¿por dar una vuelta de 10 cuadras quien cojones les pagaría? Se trataba de la calle Reina, que divide a Centro Habana en dos selvas cerradas, con edificios y solares frondosos, con pajarracos, monos y ratas, que van y vienen por todas partes necesitados de dinero. Esa gente estaba como cuando no llueve en años y el suelo se cuartea abriendo la boca, pidiendo agua.

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ARTESANA. Como Karina y yo somos consortes desde el pre, tratamos siempre de estar juntas, porque en todo caso ella me podía cubrir a mí, y yo a ella. Ella tenía que llevar a su mamá a la fisioterapia, y yo estaba pendiente de mi entrevista de visa para un viaje a El Salvador. Finalmente no me llamaron de la embajada, pero Karina pudo llevar a su madre a fisioterapia.

Con la plata Karina iba a tumbar su cocina podrida e iba a enchaparla de nuevo. Con la plata yo me iría a El Salvador con algo en el bolsillo. Es decir, con algo para traer. Pura inversión, que según Karina yo puedo permitirme pero ella no, con el lío ese de su madre.

Nosotros éramos PAs, se pronuncia pi-eis, algo así como Production Asistent, o Production Auxiliars, o lo que sea que lleve una “P” y una “A”. Asegurábamos el área donde se rodaba, y a veces teníamos que hacer de extras. Teníamos manilla morada, porque éramos del equipo morado, aunque siempre nos decían que éramos del equipo amarillo, lo cual es mentira. Nadie quería ser, en teoría, del equipo amarillo. Pero sólo en teoría.

Las nomenclaturas se daban en inglés, y eso nos causó risa al principio, sabe dios por qué, a lo mejor por lo que uno aprende en la escuela de antimperialismo y tal, pero luego las fuimos asimilando como una ropa que se encoge al lavarla, o que se encoge mientras uno engorda. Y nos ajustamos tanto a esa nomenclatura de pi-eis, y chif-pi-eis, o yi-pi-eis, que hubo un punto en el que se nos olvidó por completo que hacía apenas dos o tres días hablar así nos causaba risa.

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Foto: Tomada de agencias de Noticias.

 

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ESTUDIANTE FAMCA. Hacían un chiste con nosotros los amarillos, que éramos perros, que éramos chivatones. Por Radio 10 no dejaban de encendernos, pero en verdad los que nos tenían era envidia, o no tanto como envidia, sino celos, que al final es parecido a la envidia, pero no llega a serlo de forma virulenta. Éramos los apaga fuegos, los mejor preparados, los que pinchaban en la caliente, y Radio 10 necesitaba contenido, encontrar contenido. Yo incluso llegue  a pensar que era un chiste sobre el prejuicio mismo de la envidia. Los amarillos fuimos los que trabajamos 13 días, los que ganamos más. Y yo creo que el chiste era en el fondo para reírse de eso. O sea, no era una burla real. Ni siquiera fue un amarillo el que denunció a Radio 10, fue un morado que todo el mundo, a esta altura, sabe quién es.

 

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DESVINCULADO. El pequeño y yo lo estábamos dando todo sin darnos cuenta. O sea, no nos habíamos dado cuenta del aquí y el ahora, eso pasa, hasta que se dio lo de las jamás y ese asunto de la empresa PALCO. Luego nos relajamos; y en cuanto podíamos zafar, o sea, sentarnos por aquí y por allá, lo hacíamos. Un día nos dio por entrar al set a mirar niñas, casi todas tenían esos chores de ahora con mitad de nalga fuera. Entonces dieron la acción y tuvimos que quedarnos haciendo de figurantes (nosotros somos los que conversan a la altura de la séptima columna de la calle Reina buscando Infanta; yo llevo un pulóver anaranjado, y el pequeño lleva uno del Barza). Repitieron la toma unas 10 veces y estuvimos toda la tarde allí, haciendo que conversábamos cuando daban acción, hasta que nos aburrimos. Que nadie se piense: el cine es muy aburrido. Vin Diesel se aburre, Michel se aburre. Todos se aburren, bostezan y se ponen viejos.

“Los culos se cansan”, me decía el pequeño. “Ningún culo se parece a otro,-un culo es como la cara de una gente”. Por ejemplo –explicaba él– si la jevita tuvo una infancia difícil, el culo lo reflejará, más allá de si es un culo duro o flojo. Entonces nos dimos cuenta allí que casi todas habían tenido una infancia, como aquel que dice, difícil; una infancia difícil, eso. Algunas lo tenían manchado de granos morados, de células prietas por sentarse mucho en las aceras, o por caer mucho de culo. Y así en la generalidad.

Pero pequeño, le decía yo, siempre hay una, una que pudo haber tenido la infancia todo lo difícil que te puedas imaginar, siempre hay una que parece perfecta, de dura, de forma, de color de piel. Siempre hay una que hace la diferencia. Y la buscamos, pero no la vimos. Aunque yo sé que no la buscamos bien, porque esa siempre está. Esa aparece.

 

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REALIZADOR. Todo el mundo nos ha preguntado de dónde las sacaron. Yo no lo sé, a mí solo me tocó torearlas, literalmente. Hay versiones y versiones, el acuerdo de confidencialidad de los mexicanos puso esto para siempre en la mitología. El acuerdo de confidencialidad en sí, fue para que cada quien distorsionara la verdad hasta el punto de no hacerla reconocible, porque al hacerla reconocible podrían atar cabos y localizar tu testimonio. Por eso ningún testimonio es realmente serio, y ahora yo te puedo decir cualquier cosa, y estar bien.

Entonces aquí te va mi versión, de las versiones. Decía que hay versiones, una de ellas es que Lidia la directora de casting en Cuba –y la directora de casting de todo proyecto que llega a esta provincia llamada Cuba–, se trajo a lo peorcito para poderlos tener horas y horas bajo el sol, sobre la acera ardiendo, sin que nadie pudiese levantar una protesta coherente. Otra versión es que el director del filme las eligió a dedo. Es decir, el director, con su habano y su guapería, diciendo “this,… this,… this…this”, se tomó el trabajo de elegir personalmente a cientos de ellas, de las que se puede decir cualquier cosa menos que no mantienen lo que se dice una uniformidad, todas eran iguales, ninguna desentonaba, todas eran rápidas y furiosas. Todas de procedencia incierta, todas rodadas ponchadas, todas puentes en caída, todas media cachetera fuera. La mujer cubana montada sobre unos tacones, los tacones del progreso. No vinieron a Cuba a consolidar la imagen oficial de la mujer cubana, seguro que no. Esa sería otra película, la película que deberíamos hacer nosotros quizá con la plata que dejaron ellos, pero eso no sucederá,  y de suceder, nadie, nadie va hacer tampoco la película que levante la imagen mundial de la mujer cubana.

 

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MODELO. Yanai es linda, pero no tiene culo. Yo no soy lo que se dice linda linda, pero tengo culo. Como siempre andamos juntas, por un cruce mental a veces la gente cree que Yanai es linda y con culo.

 

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PERIODISTA. Estuve un par de veces cerca de la carpa del director. Era un afroamericano que jugaba básquet en el plató cuando se ponía tenso. El gorila security de Universal Estudios levantaba un aro portátil para que el Director encestara. Y cuando tiraba mal el gorila se las arreglaba para que igual encestara. A veces el Director se hartaba del balón y se ponía a hacerle fintas de boxeo al gorila. Y el gorila sonreía, no sabía exactamente qué hacer ante aquel hombrecito charlatán jugándole al jab y al uppercut.

 

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ESTUDIANTE FAMCA. Hay algo insoslayable, Rá*pi*do y Fu*rio*so abrió Cuba. Rompió el pellejito. Cuba era señorita antes de Rá*pi*do y Fu*rio*so. Y Rá*pi*do y Fu*rio*so fue la verga de ese pellejito. Ok, pero si es de ponerse simbólicos, pongámonos simbólicos: Rá*pi*do y Fu*rio*so 8 viene con un muerto. Y con un ocho. Michel derrocha energía, la energía cuadriculada de una trapecista veterana y Diesel llega al set en un acartonado estado de control, como si llegar-al-set fuera también otra película, la película de Vin Diesel. Así que Mark Sinclair Vincent debe ponerse primero el traje de Vin Diesel, y luego el traje de Toretto. Pongamos que Mark Sinclair Vincent quiso ser director y guionista primeramente, dos cortos suyos llegaron alto, uno a Cannes y otro a Sundance. Pero terminó siendo actor de una rara zaga de la rama clase B del cine de alto presupuesto. Para rematar mientras más acción lleva un filme menos trabaja el protagonista, no tanto porque él no quiera sino porque el productor no lo permite. Con este perfil es una tragedia muda, como la tragedia muda de envejecer, que no le exijan mucho más que interpretar al mismo personaje que llega al set. Es decir, hay un momento en que su vida no es una película, y que relaja el culo, pero eso momento no lo vimos nosotros porque ese momento lo ve cada vez menos gente. El muerto está en el ambiente, aunque parece que no, que es solo un actor que murió. Disculpen, pero no fue solo un actor que murió, si nos ponemos simbólicos Paul William Walker fue un actor que murió al chocar en auto contra un árbol. ¡Un árbol! La realidad emplaza a la ficción. Alguien o algo que seguramente no soy yo, la tiene en contra de este proyecto. La gente dice ¡comenzamos con el alto Hollywood!, pero yo digo que no, yo digo: comenzamos con un proyecto con un muerto dentro. Con un Vin Diesel cansado, un Vin Diesel seguro de que echó su vida por la borda en una zaga que será olvidada, una zaga que debió rechazar, una zaga que es un barco en la niebla. Rá*pi*do y Fu*rio*so no solo es el muerto-viviente de Hollywood, es una producción de millones. Es el lastre que Hollywood arroja cuando está crisis.

 

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DRAMATURGO. PALCO no cumplió bien su compromiso. O sí lo cumplió, pero al estilo de La Empresa Estatal Socialista, que no se basa en la explotación del hombre por el hombre, sino en la explotación al cliente por la indiferente empresa que oferta el servicio. Las empresas cubanas son como esa única mujer de una compañía de tanquistas, que aunque sea fea es la única mujer. Sucede que los almuerzos llegaron, en calidad de elaboración, por debajo de lo que se había pagado. Eso quiere decir, un poco de arroz blanco con un muslo demasiado flaco como para parecer cierto en siglo XXI. Parecían gallinas pero eran pollos. Los últimos pollos sin hormonas de ballenas baluga de la cadena industrial mundial nos los estábamos comiendo nosotros allí. Era comida de comedor obrero. Era una de esas producciones de pollos que un productor con convenio decide detener disgustado por la falta de seriedad en la entrega del pienso. Mi padrastro en Bauta entregó una producción así, les dijo, métansela por culo, los amenazó y les exigió un cheque. A lo mejor estos eran esos pollos. Todos estaban flacos.

 

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DIRECTOR DE TEATRO. Yo soy de los que comen lo que le traigan porque, mira, en definitiva yo, particularmente, no fui allí a comer, sino a cobrar por mi paga. No me gustó para nada la idea de hacer una huelga. Me parecía peligrosa, y yo no sería rompehuelgas. Es decir me puse a merced de la mayoría, pero tenía sacada una cuenta con esa paga, que me resultaba bastante generosa. No tenía que pensar, era solo estar allí, bajo el sol, sin pensar, sin tener que tomar decisiones. Eso eran vacaciones para mí. Las horas extras me volvieron mucho más sonámbulo, y tenía una idea fija, un objetivo. No me hables de reivindicaciones laborales o gastronómicas, háblame de ese objetivo. Para mí el almuerzo era algo secundario. Pero hubo gente que sí les afectó, en el equipo verde, por ejemplo hubo uno que se fue, indignado.

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Foto: Tomada de agencias de noticias.

 

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CAMARÓGRAFO. Se fue porque perdió la tabla. Yo estuve por el camino también de perder la tabla, pero algo me dijo papi, tranqui, concéntrate en el money. Se habló de hacer una huelga, se habló por minutos de eso, pero no fue más que una nube de paso. Después, incluso, me comenzó a parecer ridícula aquella idea. Y la verdad es que muy poca gente se fue. Yo solo supe de uno, el consorte del equipo verde, que yo conocía desde hace tiempo, pero no sabía que era un tipo así que perdía la perspectiva. La huelga no fructificó porque al final ¿qué profesional cubano -y casi todos nosotros éramos profesionales,- iba a ganar los que nosotros en 10 días? Eso pesaba mucho. Pero ese chama se fue. Y estuve pensando mucho tiempo en ese chama, en por qué lo había hecho. No me burlé de él como otra gente sí se burló, y comenzaron a buscarle defectos y tal, y a hacer chistes. No, no era burlarse lo que había que hacer, pienso yo, porque la gente se burla cuando se siente atacada también y ese chamaco, la verdad, nos atacó a todos con su gesto de irse. Es decir, perdió la tabla, pero al perder la tabla hizo lo que nosotros no fuimos capaces de hacer, y ahora mismo, que cobré mi money, que lo invertí, que pagué pila de deudas, no sé si tuvo razón.

 

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REALIZADOR. Yo me molesté al principio, pero ante la posibilidad de que nos expulsaran a todos, o de que todos nos expulsáramos voluntariamente, saqué esta cuenta fría y hasta cierto punto cínica: ok, yo vine por tantos pesos por llamado, y saqué mi cuenta en base a ese salario fijo. Pero luego llegaron las horas extras, y para sorpresa mía, comenzó a duplicarse aquella cuenta inicial. ¿Luego también quería 20 dólares diarios como indemnización por el almuerzo? No solo no me parecía justo esperar una indemnización cuando lo que se quería era solucionar el problema del almuerzo, también me parecía, asumiendo que tenían razón, una indemnización de comedia. Es decir me parecía, en el fondo, un oportunismo disfrazado de indignación. Además de que nos estábamos arrojando a una aventura cuyo objetivo no superaba, o amortizaba, el riesgo. Era una operación de codicia a escala de sainete, de bodeguero pícaro, si esa es la forma en que vamos a plantarnos como norma frente al capitalismo entonces estamos fritos. En todo caso, el problema del almuerzo no era culpa de Universal, sino de la inoperancia de las empresas estatales cubanas, y de falta de visión de los cubanos que decidieron contratar a Palco conociendo nuestras carencias estructurales sin un plan alternativo. Yo mismo pensé que en algún momento una producción tan violenta como esta iba a verse lastrada por dicha inoperancia. Al final, los 10 dólares de dieta que nos terminaron dando, más las tres meriendas, fueron suficientes, incluso para comer mejor, incluso para darle de comer a los móviles, incluso para ahorrar más. Los de seguridad que trabajaban con nosotros cobraban tres veces menos, no les pagaban horas extras, ni dieta por almuerzo.

 

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ESTUDIANTE DE FAMCA. Eso pasó porque no hay ley de cine. Porque no hay una estructura gremial como la hay en México por ejemplo. El sindicato es un monigote y solo funciona más mal que bien para generar fidelidad.

Y nos seguirán metiendo el dedo… tiempo al tiempo.

Esto va ser como en China, los comunistas tendrán el Poder corporativo y hegemónico de comprometerte y dejarte sin derechos. El acuerdo de confidencialidad que nos hicieron firmar los mexicanos, por ejemplo, era un acuerdo que ya teníamos firmado, de mil maneras diferentes, hace 50 años.

 

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ACTRIZ. Radio 10 se inventó subiendo Reina a eso de la 7 y media de la noche. Fue el mismo día en que discutiríamos el problema de la huelga. La gente estaba un poco jodida, la gente estaba en una transición de rabia, y entonces a alguien, a algún alivio cómico, se le ocurrió el chiste de hacer una emisión de radio hablando de que “ni pinga, los 20 fulas o nada”, y puso el canal diez que era el que nadie de la jefatura frecuentaba, y estuvimos así, en la quemadera, un par de horas hasta que la cosa fue cuajando, y esa misma noche, antes de montarnos a las guaguas salió el nombre: Radio 10. Y se volvió nuestra radio clandestina, nuestra Radio Rebelde, nuestra ESENET, nuestro Paquete Semanal. Por ahí se traficaba lo que queríamos ser que no éramos, lo que éramos gracias a ellos. Por ahí nos cagábamos en la madre del poder, o sea de Universal Estudios, y en la madre de los cubanos que servían de intermediarios ante el poder, que fueron –según se dice- los culpables de que nos dieran 10 cuc de dieta y no 20, y los fustigábamos hasta el punto que Radio 10 se volvió mucho más interesante e ingenioso que el propio rodaje. Entonces vino la ley mordaza. O sea, mandaron a cerrar Radio 10. ¿Quién fue?, nadie sabe: ¿los cubanos, los mexicanos, los americanos? Nadie sabe, porque aquí también las órdenes venían de arriba, de un ministerio extraño que se disolvía en órdenes. A esta altura los mexicanos nos miraban con recelo, como quemadores perezosos. Al que cogieran escuchando a Radio 10 lo iban a expulsar. No sé si lo llegaron a ejecutar, pero dio resultado. La gente dejó de oírlo, pero todos hablábamos de Radio 10. Era demasiado ingenioso, era demasiado nosotros mismos, era una conquista muda. Incluso para el fin de rodaje mandamos a imprimir cientos de pulóveres donde aparece el calvo de Vin Diesel diciendo quiero oír Radio 10.  El alma de los PAs era Radio 10. Y eso no nos lo quitaron porque, ya que no teníamos derechos, ya que no teníamos voz, ya que no teníamos leyes que nos protegieran, en verdad el choteo de Radio 10, el ingenio de Radio 10, era lo único que teníamos sobre ellos. Era una manera de cogerles el culo. Y ellos lo sabían.

 

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ACTRIZ. Yo soy de Villa Clara y no conocía la calle Reina, ni la esquina de la fuente de la India, ni el Maine como los conozco ahora después del rodaje. Cada vez que paso por ahí en guagua o en taxi se me crea un peso en el pecho porque soy una guanaja, cualquier cosa me crea nostalgia, nostalgia por los muchachos, nostalgias por las oportunidades, por lo que ya no vendrá, por lo que no se repetirá. Yo lo que veo es una foto fija, una foto congelada de todos nosotros. Nos recogían a la 5 de la mañana y nos devolvían a las 9:30 o 10 de la noche. A eso de las 6 y 15 de la tarde comenzaba la primera hora extra, y luego venía la segunda y después la tercera. Nunca pensé que uno podría alegrarse tanto de trabajar más de lo debido. Más de lo humanamente necesario para no sentirse esclavo o un músculo que trabaja sin pensar. O sea, nunca me sentí tan estimulada por hacer algo que no coincidía con lo que me interesaría hacer. Sé que uno termina haciendo eso, algo que no te interesa pero que a la larga no es demasiado humillante. Uno termina asumiendo que en realidad es así, pero lo común es hacerlo sin sentirte estimulada, bueno, allí, como nunca, yo me sentí estimulada, no me interesaba si me explotaban o no, de hecho no me sentí explotada, sino bien pagada. Muy bien pagada. Y eso me tenía contenta. Nos tenía contentos. La primera vez que obtuvimos una hora extra fue cerrando la calle que da al Teatro Martí. Alguien avisó y creo que hasta hicimos un conteo regresivo: diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno, ¡¡¡¡¡cerooo!!!!! Y saltamos de alegría. Cada vez que paso por ahí imagino esa foto fija: saltando de alegría por la hora extra. Las pagaban a 10 cuc.

 

*Este testimonio polifónico, escrito con sobrenombre, es la experiencia de un colaborador de El Estornudo que formó parte del equipo de trabajo de F*a*s*t* and F*u*r*i*o*u*s* (*) durante los días en que la película y Hollywood desembarcaron en La Habana. Todas las anécdotas que acá se recogen formaron parte del proceso de filmación.

 

Por: Paola Estupiñán Estupiñán

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