Estas son solo algunas versiones del fin de año en La Habana. Nada definitivo. Apenas lo que alcanzó a capturar el fotógrafo en las calles de una ciudad emplazada, sin dudas, en el fin de algo…
Un final, ya lo sabemos, que nunca acaba de terminar.
Pero incluso ahora vemos cómo esa ciudad persiste en sí misma; persiste también, difícilmente, en la fiesta.
Alguien avanza en la tarde con la percusión al hombro. Y ese almendrón anuncia por los altavoces un concierto de Yomil para despedir el 2024.
La cola es como siempre la cola de la sobrevida.
El hombre que echa agua con un jarro no está ahuyentado lo malo, arrojando los restos del año viejo para entrar limpio y acicalado en el futuro, dice el fotógrafo, que le preguntó. El hombre solo está aplacando el polvo irredimible de una calle que nadie barre nunca.
En la última noche del año hay gente que sí ha cumplido el ritual: expulsar cualquier dosis de osogbo familiar con un balde de agua, quemar un espantajo de trapo y cartón a modo de chivo expiatorio, darle vueltas a la manzana con una maleta a rastras para propiciar el viaje, acaso sin retorno, en el «Feliz Año Nuevo».
(Fotografias autorizadas por Marcel Villa).