¿Qué libros vale la pena guardar en un equipaje hecho para la escapatoria y la guerrilla? ¿Cómo se seleccionan los libros que vas a sacar de Cuba? ¿En qué piensa uno en ese instante?
Cabría preguntarse lo siguiente: ¿qué pasa, sin embargo, cuando la dictadura se supera por vías pacíficas, sí, pero una cuota demasiado alta de «infierno» permanece oculta el tiempo suficiente, digamos, tres décadas, «en algún sustrato de la ciudad real y de la ciudad imaginaria»?
Lo único terrible de todo eso es que leo intercalando un cuento de Enrique Del Risco y uno de Francisco García González. Los intercalo y mi cabeza, de cierto modo, explota.
Lo que el mercado y la crítica literaria entiende por novela de no ficción tiene, por lo general, tres antecedentes precisos: la narrativa del new journalism americano (Truman Capote, Tom Wolfe, Norman Mailer, Joan Didion, Gay Talese…).
Más allá del alboroto mediático a corto plazo, y las consabidas condenas por parte de quienes promulgan una línea dura contra el régimen cubano, el impacto de estas decisiones será ínfimo y muy posiblemente breve.
El castrismo descubrió la «diplomacia de los cuerpos» cuando entendió que los presos podían funcionar como marcadores de valor para realizar transacciones. En otras palabras, contaba con una especie de moneda para negociar en momentos difíciles, solo que el valor del cambio no estaba asignado aquí a «objetos», sino a «sujetos».