El pasado 10 de junio el programa Espectador Crítico de la Televisión Cubana transmitió el documental La Habana de Fito, de Juan Pin Vilar. El material era una versión pirateada, y la acción se llevó a cabo no solamente sin la autorización del equipo de realización, sino con la previa advertencia de este de no hacerlo. Estamos ante el último de los numerosos eventos de exclusión tácita, censura y represión que han sufrido cineastas y profesionales vinculados al mundo del audiovisual cubano. El parteaguas generado por la reacción del gremio preparó el terreno para debatir nuevamente sobre la injerencia de instituciones como el ICAIC, la vulneración de la propiedad intelectual y del derecho de autor por parte del Ministerio de Cultura, así como acerca de los límites reales del cine independiente en Cuba.
Las acciones derivadas de este suceso no han estado exentas de polémicas, pero todas tienen en común la denuncia del uso indebido del material por parte de las autoridades culturales, no solamente como un ejercicio ilegal, sino también como una represalia deliberada de la institución para atentar contra una obra incómoda a la narrativa oficial cubana. Sobre todo, ha sido el detonante para que se rearticule el gremio de cineastas en la isla, quienes han convocado a varias reuniones y encuentros con los comisarios involucrados. Sobre el alcance real de este espacio en pugna, el desarrollo del gremio audiovisual y la salvaguarda del patrimonio cinematográfico, el ODC conversó con varios intelectuales y creadores haciéndoles siempre las mismas preguntas. Hoy presentamos la conversación que sostuvimos Miguel Coyula.
En los años recientes el espacio cultural cubano se reubica en pugna con la administración cultural de la Isla. Actualmente es el gremio audiovisual el que ha retomado demandas y exigencias frente al inmovilismo y la censura institucional. ¿Cómo calificas la salud de este nuevo espacio de interlocución? ¿Qué ventajas y desventajas consideras que tiene respecto a otros emplazamientos realizados por artistas en tiempos recientes como el 27N?
Difícil decir, solo fui a la segunda reunión pues de la primera no me había enterado. Lynn Cruz y yo no fuimos con ánimos de tomar la palabra. Después de la redada policial al documental Nadie en 2017 y ver que todos se desentendieron estábamos escépticos; como tampoco fuimos al Ministerio de Cultura el 27 de noviembre de 2020 esperando un diálogo. Lynn Cruz y yo estuvimos en el ICAIC recientemente porque dos colegas nos llamaron esa misma mañana y entendimos que debíamos apoyar a Juan Pin Vilar y ser testigos, como parte del gremio de cine. De hecho, surgió material para un nuevo episodio de ACTUAR, una serie web que se estructura alrededor de grabaciones clandestinas.
En respuesta a la denuncia pública en defensa de Juan Pin Vilar, el Ministro de Cultura cubano ha dicho: «Muy interesante el ‘debate’ acerca de la exhibición en la TV pública y gratuita de Cuba de La Habana de Fito. Es un soliloquio. Los mismos cuatro gatos que en nombre de la libertad gritaban una censura inexistente, ahora, en nombre del mercado, se pronuncian contra la exhibición.» ¿Cuál es tu opinión sobre esta postura institucional? ¿Cómo valoras el tratamiento que la institución actualmente le da al artista y a su obra en Cuba?
La decisión de exhibirlo puso en peligro la trayectoria internacional del documental en festivales que exigen exclusividad. Lo que sucedió con La Habana de Fito demuestra el poco conocimiento y respeto que las autoridades culturales cubanas tienen hacia el arte. Mi posición es la de siempre: bajo el gobierno actual, si te interesa un cine de contenido político contrario al gobierno, lo mejor es no tener vínculo alguno con las instituciones cubanas. El Ministerio de Cultura no forma parte de mi universo. No confío ni reconozco a ninguno de los funcionarios culturales y políticos que dirigen este país. No elegí ni voté por ninguno de ellos. Dicho esto, si alguien tiene más talento para la diplomacia y lograra articular un diálogo en aras de mayores libertades para los creadores que no les interesa explorar las zonas políticas más oscuras, me alegraría por ellos. Hacer tantas disciplinas cinematográficas abarca todo mi tiempo y eso es donde elijo poner todas mis energías.
¿Qué recursos crees que le quedan a los artistas e intelectuales cubanos dentro y fuera de Cuba ante esta dinámica de poder? ¿Es la tan discutida Ley de Cine uno de ellos, por ejemplo? ¿Qué demandas crees que no podrían faltar en este documento? ¿En su defecto, qué garantías reales consideras que tiene la Ley 373/2019 del Creador Audiovisual y Cinematográfico Independiente?
Desde mi perspectiva personal todas las ventajas que pudiera tener el Decreto Ley 373 son anuladas desde el momento en que asume que «los contenidos deben estar dentro de las libertades que permite la Revolución cubana». Me parece un oxímoron que el propio instituto de cine, con una gran lista de obras censuradas, sea el que te entrega un carnet de «Creador independiente». Siempre me opuse por una razón muy sencilla: el contenido de mis tres últimas películas jamás hubiera recibido apoyo del ICAIC o institución cubana alguna, bajo el gobierno actual. Es más, sin tener vínculo con dichas instituciones, se han arrogado el derecho de vetar mis películas en eventos internacionales. Mi demanda ¿cuál podría ser? El fin de la censura por razones políticas. ¿Pero realmente alguien tiene esperanzas de que el gobierno actual esté dispuesto a eso?
Desde el 2020 el ICAIC publica la convocatoria al Fondo de Fomento del Cine Cubano, destinado a «promover el crecimiento y la diversidad de las artes cinematográficas, como base del proyecto social cubano». ¿Qué lecciones nos deja la administración y asistencia legal de este financiamiento en las obras que compitan? ¿Hasta qué punto podemos hablar de cine independiente en Cuba? ¿Cuáles son, a tu modo de ver, los requisitos y límites del cine independiente en un contexto sociopolítico como el cubano?
La denominación de «cine independiente en Cuba» no es en blanco y negro. Existen distintos niveles de libertad de contenido en dependencia al grado de compromisos, pero obviamente, por poner solo tres ejemplos: no se puede cuestionar la figura de Fidel Castro, mientras que la salud y la educación, en toda su oscuridad, son impensables en gran parte del cine que aún se autodenomina independiente pero que todavía tiene vínculos con instituciones cubanas. Esto se complejiza bastante pues desde el momento en que un cineasta obtiene un permiso de filmación, su guion, o al menos la premisa de su proyecto ha sido aceptada estatalmente, y desde ese momento ha comenzado una negociación que muchas veces ni es consciente para los realizadores.
Esta es la zona más peligrosa, a veces un funcionario no tiene siquiera que tomar acción pues los límites de frontalidad han sido establecidos previamente desde un monólogo interno. Esto tristemente se extiende a muchos fondos extranjeros donde existen parámetros predeterminados de lo que debe ser el cine cubano de arte tanto a nivel estético o de contenido. Yo elijo la independencia total, algo que me ha permitido la tecnología digital, aunque tarde años en terminar una película. Existe un cliché de que el cine independiente es aquel solo se realiza en una sola locación con dos o tres actores, o hacer una película construida simplemente con materiales de archivos, muchos pensarían que ese es el único cine independiente posible en Cuba actualmente. Aunque ese cine es válido, mi interés siempre ha sido salir a filmar en las calles, a veces para hacer un solo plano por día. Después de 10 años había filmado a más de cincuenta actores con diálogos en distintos barrios de La Habana, incluso en Matanzas y Cienfuegos.
Creo que la única forma de romper el cerco es simplemente hacer cine de guerrilla, lanzarse al vacío, en mi caso esto se extiende también a las ocasiones en que he filmado en culturas tan distintas como las de Estados Unidos, Francia, o Japón. La meta es tener la misma libertad que un escritor para juntar la mayor cantidad de detalle en cada imagen, pensadas para la pantalla grande. Simultáneamente es preciso huir de las fórmulas de comodidades tanto políticas como artísticas, aprovechar esa libertad para experimentar lo más posible sin estar pendiente de posibles mercados (mainstream o circuitos de cine de arte). Cine independiente personalmente lo traduzco como cine incómodo, desde todo punto de vista, para poder escapar de los perfiles y las modas. Corazón Azul ha sufrido censura en algunos países por razones también ajenas a la política. Pero repito, depende del tipo de cine que quieras hacer. Al igual que «revolución», «independiente» es una palabra es una palabra muy trastocada hoy en el contexto cubano. Es mejor hablar de un cine libre y en ese sentido elijo también la libertad total. Mi único compromiso es con el cine que me interesa hacer.
La Muestra Joven fue otro evento que tuvo su culminación debido a la censura sostenida por parte del ICAIC, un espacio insignia en la divulgación del patrimonio cultural y en el desarrollo del audiovisual joven. ¿Qué lección crees que nos deja el divorcio entre creadores e instituciones que debieran velar por los derechos de creación de los primeros? ¿Qué tipos de espacios crees que se necesitan para revitalizar el mundo audiovisual cubano?
Hay gente luchando por crear espacios alternativos, es algo que no debe perderse. Para eso es preciso cortar el cordón umbilical con las instituciones cubanas completamente. Por supuesto, me refiero a películas verdaderamente incómodas, el que no quiera o no le interese ir en esa dirección, a lo mejor puede lograr algunos beneficios institucionales. Con el intento reprimido de proyectar Nadie en Casa Galería el Círculo, me di cuenta de que se estaba violando el derecho, no ya de exhibir la película en un cine estatal, sino en una casa privada. El gremio que, por otra parte, salía en defensa de películas que eran censuradas, tal vez no supo cómo lidiar con esta nueva situación. Estar fuera de la matriz es la única forma de persistir en el cine que hago. Así mismo exhibirla en espacios alternativos. Constantemente surgen nuevos espacios.
En los últimos años ha aumentado la cantidad de creadores audiovisuales emigrando para buscar nuevas oportunidades. En su mayoría son artistas que sufrieron eventos de censura en Cuba, en torno a la Muestra Joven, por ejemplo, y cuyas obras actualmente engrosan eventos y festivales internacionales. ¿Cuán responsable consideras que es la administración cultural cubana de que la mayor parte de la producción cinematográfica joven no esté realizándose ni exhibiéndose en Cuba? ¿Qué consecuencias crees que esto trae para el patrimonio nacional?
Hoy, si los contenidos de las obras traspasan el umbral de lo políticamente aceptable, ni siquiera son incluidos en el llamado Paquete. Es algo con lo que vivo. Es triste que buena parte de los cineastas más interesantes hayan emigrado. Mas allá de proyecciones puntuales, ninguno de mis largometrajes ha recibido estreno en Cuba, ni siquiera el mínimo de una semana. Posterior a Nadie, las proyecciones de mis películas han sido en muy bajo perfil, limitando su audiencia en espacios alternativos. Es lamentable porque son películas pensadas para la pantalla grande. Lo único que está en mis manos es seguir produciendo.
En 2021 estrenamos Corazón Azul en el segundo festival más antiguo del mundo. El DCP que se proyectó fue realizado en mi propia casa en una computadora de 13 años. Nada de esto le ha evitado tener un recorrido internacional ni el reconocimiento de la crítica, pues en definitiva lo que importa es lo que aparece en la pantalla, no las vicisitudes que pasaste para conseguirlo (aunque eso también pueda interesar a los estudiantes). Triste que los cubanos no puedan verla en un cine, sobre todo por la cantidad de detalles en la composición de sus imágenes que se pierden en una pantalla más pequeña.
¿Qué medidas son para ti las más urgentes que el gremio del cine, o en general todos los profesionales vinculados a la cultura cubana, debieran tomar?
Defender a toda costa el derecho legítimo al registro audiovisual y a divulgarlo con total transparencia. Me han dicho que otras personas grabaron la reunión con los funcionarios en el ICAIC el pasado 23 de junio, y han elegido no hacerlo público. No se debe perder de vista que hay personas en las cárceles cubanas condenadas por filmar una protesta y divulgarla. Repito lo que dije allí: Nuestro trabajo es filmar y, añado, exhibir nuestras obras de las formas que sea posible.
El ICAIC acaba de anunciar la salida de Ramón Samada de su presidencia y el nombramiento de nuevos dirigentes culturales a cargo del Instituto y de la EICTV. ¿Cuál sería su interpretación de tales movimientos?
La primera vez que vi a Samada (de lejos) fue el 23 de junio de 2023, entiendo que llevaba varios años como presidente. No tengo suficiente información para juzgar su mandato, más allá de que en esa ocasión trató de evitar que yo hiciera el trabajo que es mi razón de ser. Cuando tuvimos la redada policial por Nadie no recibimos una llamada de ningún funcionario de cine o de cultura. Fue directamente la policía y la Seguridad del Estado.
Entiendo que para otros no es así, pero por eso desde mi perspectiva, estas figuras me resultan intercambiables, pues simplemente no forman parte de mi experiencia de vida.
Excelente actitud. Felicitaciones.
Miguel Coyula es un ejemplo de lo que debimos hacer quienes nos fuimos y de lo que deben hacer los que se quedan.