Carlotta Boettcher era apenas una adolescente cuando abandonó la Isla en 1960. Hasta entonces, había vivido la Cuba rural de los 40 y 50 junto a su padre, un empresario alemán especializado en el desarrollo de la producción comercial de la agricultura y la pesca, cuyo trabajo le obligaba a moverse de un extremo a otro del país . Sus recuerdos de Cuba los asocia a fincas, campesinos y alguna que otra imagen de La Habana. Con la llegada de Fidel en el 59, su familia emigra a la Florida y un tiempo después Carlotta se traslada a Madrid para estudiar.

Durante los años como estudiante en Europa, vive la España franquista, conservadora, católica, gris y cohibida de la época para luego mudarse a París un poco antes de la revolución de mayo. Luego, descubre San Francisco y esta ciudad se convierte en el eje central de su carrera como artista. El movimiento hippie había roto todas las barreras sociales hasta el momento establecidas, Rock and Roll, empoderamiento de las mujeres, periódicos clandestinos y el movimiento gay marcaban el ritmo de una cuidad que intentaba liberarse desde lo profundo. Carlotta sentía que nada era sagrado, todo había sido cuestionado dando paso a nuevas interpretaciones, creencias y acciones.

En medio de ese hervidero social  estaba ella en 1971, luego de sus estudios de antropología y fotografía en Europa, San Francisco se convirtía entonces en su mejor campo de estudio. Así comenzó a documentar la vida que la rodeaba, la libertad en estado puro. Carlotta fotografiaba una revolución social en Estados Unidos luego de haber huido de su país por la llegada de la revolución cubana.

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