John Rawls (1921-2002), autor entre otros del muy influyente libro Teoría de la justicia (1971) y quizá el filósofo político estadounidense más importante del siglo XX, escribió en 1981 esta carta a su colega Owen Fiss, profesor de la Escuela de Leyes de Yale, quien la dio a conocer años más tarde con mínimos apuntes contextuales y una advertencia final. Fiss escribió: «A su muerte, [Harry] Kalven [Jr.] dejó un manuscrito, al que alude Rawls y que finalmente se publicó en 1988 como A Worthy Tradition, sobre la libertad de expresión. Al igual que Rawls, a Kalven le encantaba el béisbol. Estaba orgulloso de que su libro sobre casos de agravios contuviera más casos de béisbol que cualquiera de sus competidores, y cada año se empeñaba en llevar a sus estudiantes a un juego de los Cachorros.
»El relato de Rawls sobre su conversación con Kalven puede tomarse como evidencia de su notable poder para recordar. O podría leerse como un tributo a la generosidad de su espíritu: su bien conocida inclinación a dar crédito a otros por sus propias ideas. En cualquier caso, su carta es parte de una tradición —la de pasar los sábados escribiendo largas y reposadas cartas— que casi ha desaparecido en la era de los correos electrónicos».
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Harvard University
Department of Philosophy
Emerson Hall
Cambridge, Massachusetts 02138
Saturday, April 18
Estimado Owen,
Muchas gracias por enviarme la bibliografía de Kalven y la copia de tu discurso conmemorativo. Cuando terminen las clases al final de la próxima semana, quiero leer algunos de sus ensayos que aún no he leído. Tengo hasta fines de mayo para revisar la conferencia (se adjunta una copia) para su publicación en el volumen de Tanner. Queda mucho por hacer al respecto, aunque me siento mejor que el 1 de marzo cuando tenía problemas para decidir cómo aportar uno o dos ejemplos útiles y dar por cerrado el asunto. Aquí especialmente, los escritos de Kalven resultaron de lo más provechosos. Espero ver el MS[1], si eso es posible.
Es curioso que, aunque solo conversé con Kalven una vez, y eso fue en el verano de 1961 (me parece, si no 1962), a la hora del desayuno, mientras asistía a una conferencia patrocinada por la Enciclopedia Británica en Santa Bárbara, en el manicomio de Hutchins, entre las palmeras, hablamos sobre el único tema que al parecer nunca rondaste en tus conversaciones con él, a saber, el béisbol. Recuerdo claramente el diálogo porque trajo a colación muchas espléndidas cualidades del juego que, si bien obvias, requieren cierto tipo de brillantez para ver su significado. Por ejemplo, dio estas razones de por qué el béisbol es el mejor de todos los juegos.
Primero: las reglas del juego están en equilibrio: esto es, desde el principio, el diamante se hizo del tamaño correcto: el montículo del lanzador justo a la distancia correcta del plato, etc., y esto hace posibles jugadas maravillosas como el double play. La disposición física del juego se ajusta perfectamente a las habilidades humanas que está destinado a convocar en ejercicios llenos de gracia. Mientras, el baloncesto, p. ej., está (o solía estar) ajustando constantemente sus reglas para equilibrarlas.
Segundo: el juego no da una preferencia o una ventaja insólitas a tipos físicos especiales, p. ej., a hombres altos como en el baloncesto. Toda suerte de capacidades puede encontrar su lugar en el campo: los altos y los bajos, etc., pueden disfrutar del juego juntos en diferentes posiciones.
Tercero: el juego utiliza todas las partes del cuerpo: los brazos para lanzar, las piernas para correr, y para hacer swing con el bate, etc.; de modo opuesto, en el fútbol [soccer] no se puede tocar el balón con las manos. Requiere velocidad, precisión en los lanzamientos, dones de vista para batear, astucia para lanzadores y receptores, etc. Y hay toda clase de estrategias.
Cuarto: todas las jugadas en un partido están abiertas a la vista: los espectadores y los jugadores pueden ver lo que está pasando. Por el contrario, en el fútbol americano [football] es difícil saber lo que ocurre a lo largo de la línea del frente de batalla. Ni siquiera los árbitros pueden verlo todo, por lo que hay muchas trampas, etc. Y en el baloncesto: es difícil saber cuándo decretar una falta. También hay decisiones cerradas en el béisbol, pero a los árbitros les va muy bien en general, y estas decisiones cerradas surgen de la maravillosa sincronización del juego y no del intento de controlar a los tramposos, etc.
Quinto: el béisbol es el único juego en que no se anota con la pelota, y esto tiene el notable efecto de dirigir la emoción de las jugadas hacia diferentes puntos del campo al mismo tiempo. ¿El corredor cruzará el plato antes de que el fildeador llegue a la bola y la lance hacia el home plate, y así…?
Finalmente, está el factor del tiempo, cuyo uso es parte central de cualquier juego. El béisbol comparte con el tenis la idea de que el tiempo nunca se acaba, tal como sí ocurre en el baloncesto, el fútbol y el fútbol americano. Esto significa que siempre hay tiempo para que remonte el lado perdedor. El final de la novena entrada se convierte en una de las partes potencialmente más emocionantes del juego. Y aunque a veces sucede lo mismo en el tenis, parece que sucede con menos frecuencia. El críquet, muy parecido al béisbol (y ciertamente debo corregir mi observación anterior de que el béisbol es el único juego donde la anotación se realiza sin la pelota), no tiene un límite de tiempo.
Tal, según recuerdo, fue la sustancia de la conversación con Kalven aquella mañana, cuando yo y varios otros desayunamos con él. Habiendo jugado algo al béisbol, yo traté de sonsacarlo un poco. Estoy seguro de que hubo muchas más cosas, que he olvidado, y también estoy seguro de que él podría haber seguido para siempre, si no hubiéramos tenido que parar.
Otra vez, muchas gracias por enviarme las cosas. Serán de gran utilidad para mí.
Lo mejor,
Jack
*Traducción de Jesús Adonis Martínez a partir del original en inglés publicado el 1 de marzo de 2008 en Boston Review.
[1] Abreviatura para manuscrito: la copia original de un libro o un artículo antes de imprimir.
Excelente análisis de un deporte muy estimado por los cubanos pero que ha tenido sus altas y bajas en EEUU, especialmente con la teleaudiencia precisamente por el factor tiempo. Saludos.
Un texto muy refrescante, apropiado para estos tiempos, y que se agradece mucho.
Precisamente el último factor que señala Rawls, el de la previsibilidad del tiempo, propició que el fútbol pudiera ser mejor comercializado que el beisbol, pues los espacios publicitarios televisados tan apreciados por las empresas pueden ser pautados con un horario determinado, cosa que no ocurre con el beisbol sobre todo cuando se va al desempate.
que carta tan bonita y sencilla.