Genio y figura: Alfredo Triff, mientras más estrambótico, mejor

    Alfredo Pérez Triff nació en 1954, en La Habana, y comenzó su carrera artística en la década de los setenta como miembro fundador del trío Arte Vivo.

    Triff es, en palabras de Carlos Alberto Montaner, un «violinista, compositor, escritor, crítico, pensador original, artista plástico, profesor universitario y creo que hasta matemático». De su obra, Diario de Cuba ha dicho que posee «influencias de jazz, música francesa para cine, electrónica y elementos avant-garde». Su discografía incluye 21 Broken Melodies (2001), Boleros perdidos (2006), Dadason (2009), Miami Untitled (2013), Parodies: Music for Violin and Octet (2015) y Mindtrance (2018).

    Sobre el estilo al vestir de Triff, tanto en su vida cotidiana como en sus presentaciones artísticas, indagamos en nuestra serie Genio y figura.

    Programa de un concierto de Arte Vivo, alrededor de 1979.

    MAC: Cuando surge Arte Vivo, en 1976, ¿piensan tú o alguno de los cofundadores en una identidad sartorial para la agrupación?

    AT: No como un diseño. Pero la música define el estilo. En la juventud de La Habana setentosa se debatían dos vertientes: la onda funk de los pantalones campana con camisa «Manhattan», y la vernácula de pitusa con sandalias de artesanía. Nuestros modelos eran los grupos de jazz del momento, que se vestían informalmente, pero con swing. Te guiabas por las portadas de los discos, o los programas de la RAI [Radiotelevisión Italiana], o españoles, que transmitían creo que los sábados por la noche en la Televisión Cubana.   

    Alfredo Triff a los 7 años / Foto: Cortesía del entrevistado

    Con Arte Vivo estuviste haciendo música hasta 1980, cuando abandonas el país. Se trata del periodo de más sovietización de la sociedad y la política cubanas, época que también se conoce como de socialismo real. Y los socialismos reales, sabemos, no se han mostrado muy tolerantes con el rock, el jazz y la cultura occidental contemporánea, de manera general. ¿Cómo sortearon estas limitaciones a la hora de concebir la imagen y el vestuario del grupo, además de la música?

    Por algo lo llaman el decenio gris. Directivas políticas iban y venían. Circulaban criterios de qué podía y no tocarse. Hubo una época en que la directiva era incorporar el son montuno. Le decíamos «montuno a cucharita». El hecho de que fuera una imposición era ya suficiente para que lo rechazáramos. Recuerdo un concierto en la Biblioteca Nacional, en 1979, con la plana mayor musical del momento. Nos dividimos en dos grupos. Andrés Sendín y yo explorábamos en ese entonces una música agresiva, concreta, casi punk. Llevamos los instrumentos listos para despedazarlos durante la performance. La indumentaria era vernácula: pantalón, botas de trabajo (las llamadas cascos) y camisa blanca de mangas cortas. Yo me había pelado al coco; Andrés se quitó la camisa en plena performance. Nuestra presentación fue grabada por Mario Barba, crítico y promotor del jazz.

    ¿Qué pensabas de la ropa con que se presentaba Arte Vivo en Cuba? ¿Cómo la obtenías? ¿Qué hubieras querido ponerte?

    Todos usábamos ropa extranjera. O la comprabas, o tenías alguien que te la trajera de afuera. Mi contacto era un chino-cubano marino mercante que vivía en la cuadra del restaurante Wakamba, en el Vedado. La ventaja era mi mamá, que era modista y me hacía las camisas y los abrigos (casi siempre modificando abrigos de mujer). Mario Daly se las agenciaba con un contacto pincho que tenía. Alfredo Gómez tenía un familiar en el extranjero (fue de los primeros en usar chancletas de goma con traje). En la Cuba de los setenta, vestirse con una buena coba, más que una proeza estética, era una liberación. En el período 1976-79 Arte Vivo era favorito para cerrar festivales y encuentros de música contemporánea. Éramos jóvenes y arrojados. El piquete lucía bien. 

    Alfredo Triff en Nueva York en 1982 / Foto: Cortesía del entrevistado

    Pero me has dicho que, en el concierto en la Biblioteca Nacional, en 1979, te presentaste con botas de trabajo.

    Era una coña conceptual funcionalista: «la música dicta la ropa». Algo así como tocar música avant-garde (gusana) vestidos con el uniforme de Mao.

    ¿Recuerdas con qué ropa te presentaste por primera vez en un escenario? ¿Y en televisión?

    No recuerdo los pormenores, para serte sincero. Hasta el año 1980 solo tocamos en TV dos veces.

    ¿Alguna vez tuviste problemas con las autoridades cubanas debido a tu ropa?

    Sí, desde joven, en la secundaria, después de la Ofensiva Revolucionaria. Yo era alto, flaco, y lo que se decía un «cuatro ojos», con espejuelos gruesos que el viejo me conseguía porque era optometrista. En el preuniversitario usé una coba básica: camisa de mangas largas (aunque fuera verano), pantalones tubito y botas de fieltro del CAME [Consejo de Ayuda Mutua Económica; asociación económica de los países adscritos al Campo Socialista]. De accesorio, me ponía el reloj Bulova del viejo.  

    ¿Y qué problemas tuviste?

    En la Cuba de los años setenta, vestirte estrambótico y ser gusano eran una identidad. En una clase de Historia hice un comentario inocuo sobre la burguesía. Le cayó mal a mi profesora, y esta me emplazó delante de la clase: «¿Se da cuenta de que su respuesta no es revolucionaria?», me dijo. Tenía 14 años, y me petrifiqué. Esa misma tarde me hicieron un «consejo disciplinario»; me acusaron de un montón de disparates. No dije nada; me dio por sonreír. Me expulsaron por «falta de respeto y actitud diversionista». Llegué a mi casa destruido.   

    En una entrevista publicada en YouTube por El Manierista Productions, te describes como «un desafecto total». Cuando eras músico en Cuba, ¿te interesó también traducir esa desafección al lenguaje de la moda?

    Para mí la protesta estaba implícita en la música. La coba satisfacía nuestro hedonismo. No olvides que mi generación era muy promiscua.     

    ¿Cuánto y cómo se diferenciaba la ropa que usabas en Cuba para salir a escena de la que usabas a diario?

    La ropa del diario era pitusa con tenis o sandalias, y camisa de mangas largas, remangadas. En la orquesta de la ópera y el ballet había que ir de traje (un traje genérico que te daba el Ministerio de Cultura). 

    ¿Qué fue lo más loco o excéntrico que te pusiste en Cuba para actuar?

    Para una competencia de violín en 1979, en el ISA [Instituto Superior de Arte], planeé una coba elegante. Un traje gris —prestado— muy entallado, de tela brillante, y unos zapatos de puntilla también de color gris, que le había comprado al marino mercante que te comenté. El saco me quedaba un poco corto de mangas, los pantalones eran tipo tubo y los zapatos me apretaban. La camisa blanca de mangas largas dio la talla con el saco. Alguien me preguntó de dónde había sacado el atuendo, y por supuesto evadí la respuesta [risas]. La coba me ayudó porque gané el primer lugar [risas].

    Alfredo Triff en Miami en 1998 / Foto: Pedro Portal

    Cuando vivías en Cuba, ¿tenías familia en el extranjero? ¿Tenías relación con ellos? ¿Recibías ropa de tus familiares en el extranjero?

    No tuve esa suerte. La coba tenía que sudarla.

    ¿Comprabas en el mercado paralelo o en el mercado racionado?

    Siempre fui aliado de la bolsa negra.

    ¿Qué tipo de ropa comprabas por esa vía?

    Mientras más estrambótico, mejor.

    Tienes fama de irreverente, antikitsch, dandy. ¿Cómo definirías el estilo de vestir del violinista Alfredo Triff?

    He ido cambiando con los años. Ahora le apuesto a la elegancia. Me estoy dejando una barba tipo Sófocles. Quiero estrenarla en una próxima performance, con un traje entallado, tipo mod [adjetivo derivado de moderno o modernista], y unas buenas gafas.

    De tu disco Parodies, el crítico Jesús Rosado ha dicho que «se advierten cruces tangenciales del free jazz, el atonalismo, el jazz sinfónico y hasta de la música concreta, mientras que como telón de fondo se percibe el espectro acústico de la isla». ¿Cuánto de esa cubanidad espectral puede percibirse en la ropa con que Alfredo Triff toca ante el público?

    Muy generosa tu pregunta, pero no sabría decirte. Ven al próximo concierto y juzga por ti misma.

    ¿En quién o qué te has inspirado para construir tu estilo de vestir a lo largo de tu carrera artística?

    Oscar Wilde, desde la crítica y la literatura. El rock tiene a Jimi Hendrix y Bob Dylan. Miles Davis era dandi del jazz.

    ¿Pudiste alguna vez vestirte como Alfredo Triff en Cuba?

    Genio y figura hasta la sepultura.

    ¿Cambió tu estilo de vestir desde que vives fuera de la isla?

    El deseo de vestir no cambia con la moda. Uno experimenta con lo que va apareciendo. En los ochenta me vestía de negro con jackets [chaquetas] de piel; en los noventa adopté una onda mod, y en los dos mil tuve un retorno retro a los setenta. Saber vestir es saber ser libre.

    ¿Cómo crees que te vestirás dentro de diez años?

    ¿Viviré tanto?

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