Yo soy Dimas Cecilio Castellanos Martí, me llaman Dimas Castellanos. Soy politólogo. Me gradué en 1975 en la Universidad de La Habana en la carrera de Ciencias Políticas. Fui profesor de Filosofía Marxista desde el año 75. En el año 77 me separaron de ese trabajo; gané un proceso judicial, me reincorporaron y, en 1992, fui expulsado definitivamente.

Empecé a laborar en la Facultad de Agronomía de la Universidad de la Habana como profesor de Filosofía Marxista en el año 76. Me había graduado en el 75, e impartía clases a los grupos de primer año de Agronomía y de Veterinaria. Para mí el tema de la política y la filosofía era un problema vocacional prácticamente, porque me crie en una tabaquería entre comunistas que tenían el hábito ese de estar debatiendo durante las ocho horas de trabajo. Había un nivel de instrucción muy bajo, pero un nivel cultural muy alto, por ese tipo de discusión, y desde ahí venía mi orientación. Por eso estudié Ciencias Políticas y empecé a trabajar en esto. Estuve en la facultad que te mencionaba, y en el 77 nos trasladamos para San José de las Lajas. Cuando todas estas facultades se convirtieron en centros universitarios independientes, se convirtió en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana, el ISCAH, allá en San José de las Lajas. Y allá trabajaba yo, viviendo aquí en Miramar. Esto era un albergue de la Universidad de La Habana. Me levantaba a las seis de la mañana; cogía diariamente mi ómnibus aquí, a unos 400 metros de la casa; llegábamos casi a la hora del trabajo, y empezaba a dar mis clases. A veces era en San José de las Lajas, a veces era acá en Niña Bonita, donde estuvieran las facultades, o en Güines, en diferentes lugares donde había facultades o escuelas de Agronomía y de Veterinaria. Ese trabajo me gustaba. Era un trabajo, para mí, muy polémico, porque yo hacía preguntas, o sea, tenía un método con los muchachos para provocar sus criterios, sus opiniones, sus debates. El grupo mío era un grupo de debate constante, incluso cerca del propio marxismo. Naturalmente esa fue la causa fundamental por la que a mí se me sacó; no se me sacó con ese argumento, pero esa fue la razón por la que me sacaron. En cada grupo de estos había uno o dos muchachos que eran informantes de la Seguridad… Hasta que un día el jefe del departamento me llamó y me dijo que no podía seguir impartiendo Filosofía Marxista, con el argumento de que yo no era militante del Partido Comunista. Fue así como se me sacó. Las causas realmente eran otras, porque además de eso yo no estuve de acuerdo con otros profesores, y con el propio jefe del departamento, por violar normas establecidas. Yo he sido muy rígido en la ética, y todo eso se unió y se me sacó del trabajo de profesor de Filosofía Marxista en el año 1977.

Inmediatamente, yo hago una reclamación al Tribunal Popular Municipal de San José de las Lajas porque tenía jurisdicción sobre el ISCAH. Y ese tribunal falló en lugar con derecho en parte, o sea, no me dieron la razón total, pero me la dieron en parte, lo que significaba que no me podían expulsar definitivamente —porque la expulsión mía era definitiva del centro. No me podían expulsar por la historia que yo tenía, por los resultados en mi trabajo, por mis evaluaciones. Y lo que consideraba el tribunal era que se me podía cambiar de actividad. Entonces, en ese cambio de actividad, cuando ellos van a ejecutar esa medida, me hacen cinco proposiciones que eran proposiciones para mí denigrantes; no por los oficios, sino porque sabían que yo tenía nivel superior: era ayudante de mantenimiento o cositas de esas para rebajarte. Y yo lo que hice fue, inmediatamente, una apelación al Tribunal Provincial contra esa apelación del Tribunal Municipal, y en ese ínterin —cuando estamos esperando la respuesta ellos— me acaban ya de sacar definitivamente del centro. Y entonces lo hacen por supuestas ausencias injustificadas. ¿Qué ocurre? Que, como yo he apelado al Tribunal Provincial, ellos me dan una medida: que yo tenía que incorporarme inmediatamente a mi trabajo. Y yo no me incorporé, esperando que el Tribunal diera la respuesta. Entonces la segunda expulsión es sobre la base de que yo tengo ausencias injustificadas. Ellos no sabían que yo estaba en esta apelación, y el Tribunal Provincial falló a favor mío: aquí le estoy muy agradecido a Julio Fernández Bulté, que tenemos cierta relación, y fue él quien me preparó la apelación para la Provincia. Brillante. Y gané. Entonces me volvieron a reincorporar, ya en el cargo de Información Científico Técnica, para trabajar en la biblioteca del ISCAH.

Cuando a mí me separan definitivamente —que yo tengo la apelación—, en ese momento yo me incorporé a la Misión Militar Cubana en Etiopía; estuve dos años en Etiopía, desde el 77 y 78. Cuando regresé fue que me terminaron el proceso. Me ponen a trabajar en Información Científica, en la especialidad de selección y adquisición; o sea, lo mío era analizar toda la literatura que hacía falta tanto para profesores, investigadores y alumnos, y hacer las gestiones internacionales para esto, bien por compra, bien por canje con las revistas que se publicaban acá en el ISCAH, en el CENSA, etcétera.

Ya aquí estamos montados en el 89, me cogen los años noventa, pero desde la Perestroika, que hubo un despertar grande en la sociedad cubana, empezaron a entrar las publicaciones Tiempos Nuevos, Novedades de Moscú, Sputnik y yo iba semanalmente a la agencia —esto que estaba aquí en el Vedado— a recoger todas las publicaciones. Estaba suscrito y me dediqué a distribuir entre profesores del ISCAH todas estas ideas sobre lo que estaba pasando en la Unión Soviética. En ese período también se fundó la Corriente Socialista Democrática Cubana, que encabezaban Rolando Prats, Vladimiro Roca y Elizardo Sánchez; en ese momento, yo me incorporé —o sea yo soy fundador de la Corriente Socialista Democrática Cubana. Inmediatamente, estando en la Corriente, pues yo me dedico a hacer una labor proselitista en el centro. El programa mínimo que elaboró la Corriente, un programa social demócrata, lo teníamos grabado; una amiga mía lo grabó en un casete de audio. Ese casete de cinta yo lo empecé a hacer correr entre profesores allí, tanto del ISCAH como del INCA (Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas), que estaba al lado, creando un ambiente, para crear un núcleo, y entonces una de las personas a las que yo le presté ese casete, el ingeniero Foile —no recuerdo el nombre ahora—, parece que era también informante de la Seguridad. Y sencillamente un día me llamaron a una reunión en el Rectorado. Los factores —como llaman ellos a los del Sindicato, el Partido…— y el jefe de mi Departamento me plantearon la expulsión definitiva del centro por introducir materiales ajenos a la educación con los alumnos. Nada de esto tenía que ver con los alumnos, sino con los profesores. Y, bueno, me expulsaron definitivamente. Yo apelé también ante el ministro de Educación Superior, y la respuesta fue la confirmación de esto.

Una vez que fui expulsado —imagínate, yo venía trabajando desde los siete u ocho años de edad, primero con mi madre, después en trabajos en la calle, nunca había dejado de trabajar—, eso para mí fue un golpe duro, pero fue más duro porque en Cuba el único empleador en ese momento era el Estado. O sea, si el Estado te separaba, te separó el único empleador, y te quedaste desempleado: no busques trabajo en ningún lugar porque donde quiera que lo busques está tu expediente ya marcado como «contrarrevolucionario». Era lo que hacían ellos. Entonces, ¿qué decirte?: mi esposa, Ángela Echavarría, militante del Partido; trabajaba en el Centro de Documentación e Información Científico Técnica, ahí en El Capitolio, en la Academia de Ciencias. Lo primero que hice fue vender parte de mi biblioteca, y logré vender unos libros, pero me di cuenta de que eso era insuficiente y que estaba vaciando mi biblioteca de libros valiosos. Me dediqué a ir a San José de las Lajas —yo tenía una bicicleta china 28; de aquí para allá son cuarenta y pico de kilómetros, y cuarenta y pico para acá de regreso, o sea, casi 90 kilómetros el recorrido ida y vuelta, en una de esas bicicletas de pedaleo—; me estaba dedicando —para sobrevivir, porque yo nunca había dejado de trabajar— a buscar viandas, cosas de San José de las Lajas —de Jamaica, sobre todo, que está ahí al lado de San José—, y venir a venderlas en el mercado agropecuario —que ya los habían abierto— por fuera, ahí clandestino; también traía acetona, que la usan las mujeres para limpiarse las uñas, para pintarse las uñas, etc. Uno de esos días, muy agotadores los viajes estos, yo estoy sentado aquí en la mesa, sacando mis cálculos, la esposa mía estaba aquí de espaldas, haciendo café, y me entró un estremecimiento así por la espalda, por la columna vertebral hasta arriba, que me dejó paralizado y sin habla, y la esposa mía se da cuenta y se alarma: «Dimas, ¿qué te pasa?». Primero, yo no le podía responder; después le dije: «Ya se me está pasando». «Pero, ¿qué fue lo que te pasó, Dimas? Le dije: «Chica, parece que me han traído un mensaje. Yo no he visto a nadie, no sentí la voz, pero el mensaje me queda bien claro». «¿Qué mensaje es?». «Ocúpate de lo tuyo que de lo otro me ocupo yo». Y nos pasamos una hora y pico aquí, ella y yo, tratando de descifrar si era que yo estaba loco. Ella misma fue la que me dijo: «Dimas, eso es que tú estás sufriendo por lo de tu trabajo de Filosofía, y para que abandones toda esta mierda de vender viandas y cosas de esas». Y a partir de ese mismo instante yo decidí no ocuparme más de dinero para sobrevivir, y desde ese instante para acá a mí nunca me ha faltado nada sin tener un salario y sin tener nada.

Sobre esta segunda experiencia… Igual yo no podía trabajar en ningún otro lugar; tampoco yo podía estudiar en ningún centro oficial —me hubiera gustado matricular Derecho en la Universidad de La Habana, o por correspondencia—, porque incluso en el ISCAH, después que a mí me expulsaron, en la garita de entrada pusieron una foto mía para que el que estuviera de posta allí no me dejara pasar; eso me lo informaron los compañeros míos que estaban en el ISCAH: «No aparezcas por allá que hay una foto tuya en la garita». Después de esta experiencia, decidí estudiar una Licenciatura en Teología. Me enteré de este centro que estaba en el Vedado; era un centro de la Iglesia Protestante, fundamentalmente, pero era un centro Ecuménico. Allí había profesores musulmanes, había profesores católicos; era un ambiente bastante amplio. También había una vigilancia de la Seguridad del Estado allí, pero era un centro donde se reunía gente de todos los tipos, y yo fui en busca de conocer un poco ese mundo que yo desconocía totalmente. Hice mi carrera muy bien; una defensa que calificaron de brillante, y mi mundo cambió. Total. Mi percepción del mundo materialista cambió totalmente.

Bueno, esto fue muy traumático para todos, sobre todo para Ángela; ella era militante del Partido Comunista de Cuba, desde jovencita era de la Juventud Comunista. Cuando a mí me expulsan lo primero que yo hago es planteárselo a ella, porque sabía que a ella la iba a llamar la Seguridad de su trabajo. La saqué de aquí, de la casa, para no hablar aquí; hablamos en el parque Cira García, a dos cuadras, ahí nos sentamos. Le expliqué todo y, bueno, ella primero se ofendió mucho conmigo —porque yo siempre le estuve negando que yo era de la dirección de la Corriente Socialista Democrática, le decía que yo no tenía que ver con eso, y en ese momento le dije: «Sí, me botaron por esto»—; ella se incomodó, pero tenía que saberlo. Detrás del incomodo [sic], vino el apoyo total, y nos preparamos, porque yo sabía que a ella la iban a llamar para eso. Y, efectivamente, la llamaron del núcleo del Partido; todos estaban de acuerdo con ella, prácticamente; inicialmente le plantearon: «Ángela, ha pasado esto y esto…»; ella dio su información, y le dijeron: «Despreocúpate que no va a pasar nada». Eso fue lo que ellos subieron para el Municipio, y del Municipio bajó una orientación: o la separaban o disolvían el núcleo, prácticamente; o sea, amenazaron al núcleo, a los otros militantes del núcleo. Se reunieron con ella otra vez y le plantearon: «Ángela, estamos en esta situación»; ella fue preparada a esa reunión: la exigencia era que o se separaba de mí o la separaban del Partido; no podía ser mujer mía y miembro del Partido al mismo tiempo. Y así fue: la separaron del Partido Comunista por no separarse ella de mí. Pero se sintió muy machacada; en el trabajo no podía prosperar, no podía viajar ya por el trabajo —porque ella tuvo responsabilidad dentro del órgano de información científica del CAME, por Cuba; tenía que ir anualmente a a la Unión Soviética—, la cambiaron de actividad allí; había un control sobre ella, la Seguridad del Estado la azocaba de vez en cuando. Eso empeoró en el año 96, que yo hice mi primer viaje a Europa. Cuando regresé de Europa, la policía política me visitó y a los pocos días metieron un registro aquí en la casa: me quitaron la computadora que yo tenía —una cosa que fue comprada legalmente, con dinero legal de mi hermana, que lo sacó del banco en Italia para eso. Y ya la vida se le encerró. Se le presentó una oportunidad a ella con un curso en España, un master. Yo la apoyé en eso; logramos que saliera, y ya estando en España ella decidió que no regresaba para Cuba. Yo le dije: «Tú sabes que eso significa divorcio porque yo no me voy de Cuba. Eso tú lo sabías. O sea, quedarte y tomar esa decisión era la ruptura del matrimonio». Entonces no tuvimos grandes problemas, pero nos separamos por eso. Yo me quedé aquí con Oscar. A los tres años a Oscar la madre lo invitó; viajó a España y ya se quedó allí, en España. Oscar está desde el 2006 allá, y ella desde el 2003.

El Partido nos separó, y eso sí fue un golpe, porque nosotros éramos un matrimonio muy unido. Y esos son dos seres que se querían mucho antes, y hoy se quieren más todavía.

Empecé a escribir artículos de opinión para el Diario de Cuba en el año 2001; después empecé a publicar algunos artículos en la revista Vitral, pero actualmente yo publico además los«Martes de Dimas», que es una columna diaria que tiene Convivencia, donde cada día escribe una persona y yo escribo los martes.

Esa es mi vida. Me siento realizado porque hace años que comprendí que la causa fundamental del estancamiento de Cuba radica en la pérdida del ciudadano, que se perdió con la desaparición de la sociedad civil y de las libertades en Cuba, y que eso es lo más importante. Yo tengo 78 años. El mes que viene ya tengo 79. No sé hasta cuándo voy a llegar; no me deben de quedar muchos años, pero eso no me preocupa. El tiempo que me queda de vida lo voy a dedicar a lo que he hecho siempre, porque todos los artículos van dirigidos a eso, a la formación ciudadana. Es como un granito de arena. Creo que me preparé para eso a través de toda mi vida, sin darme cuenta, por todas las cosas que pasé, por todas mis experiencias. Y mi lugar no estaba en el extranjero ayudando a cuidar a mi nieta —ahora que me encanta, me gusta mucho estar con ella, que lo deseo enormemente, creo que soy más útil aquí. Mi vida me preparó para esto, y a esto me dedico. Yo ayudé a montar este sistema; lo he entendido a fondo, y creo que este es mi aporte para ayudar a desmontarlo.            

*Tercera entrega de la serie de entrevistas titulada «El color de las ideas».

7 Comentarios

  1. Encuentro interesante leer de vidas de personas que sin conocernos se sienten cercanas, por haber compartido una historia común con sus matices y colores, y que de forma anónima han estado presente con sus ideas y visión clara cuando los demás vivíamos aún en un espejismo llamado socialismo castrista, yo era una adolescente en los 90’ pero profesores como Dimas, fueron los que a mi y a muchos nos abrieron los ojos y nos enseñaron a pensar mas allá de las doctrinas de escuelas como la Lenin, la de libros que se pasan de mano en mano y de forma Clandestina gracias a estos profesores como Dimas, a ellos gracias gracias por habernos salvado de la mediocridad.

    Todos mis compañeros de clase de esos años vivimos en el exilio, entendimos rápido que aquel sistema nos consumiría vivos si nos quedábamos.
    Admiro a los que decidieron quedarse y empeñarse en ese cambio que seguimos viendo lejano, lejano por que en mi opinión a sociedad civil en Cuba se ha perdido en el camino, nos separaron para triunfar ellos, algunos no somos tan valientes o quizás hemos decidido egoísticamente salvarnos emigrando.

  2. Dimas Cecilio Castellanos Martí, a quien llaman Dimas Castellanos, politólogo, es uno mas entre miles de disidentes contestatarios. ¿Por que la Revista el Estornudo en lugar de dedicarle una tesis de grado, no nos hace un resumen?

  3. Dimas Castellanos es una persona extraordinariamente valiosa. Admiro mucho lo que escribe y ahora que conozco su historia, lo admiro más como ser humano. Es una gloria de Cuba. Gracias por esta entrevista.

  4. Maylan se puso nostalgica con su beca. A mi, me da nostalgia recordar los que se cortaban el tendon de un dedo de la mano para escapar de la Zafra de los Diez Millones .

    Un joven de 16 años, el primer dia interno: «A mi, no me agarran pa esta frecuencia» dijo y corrio a aplastar la cara contra una pared. Se levanto y corrio a meterse de cara contra los barrotes de una litera.

    «A nosotros, dije vanagloriandome dos meses despues, nos tienen que sacar pronto de aqui. No podemos seguir perdiendo clases. Somos estudiantes del preuniversitario»

    «Esto va pa largo, me dijo un tipo zarrapastroso. Toda la universidad de la Havana esta aqui. Nosotros somos de la Escuela de Medicina»

  5. Orlando, no importa cuántas vidas han sufrido esta pesadilla, todas tienen el mismo derecho a contar sus experiencias. A mí me ha resultado sumamente interesante conocer sobre alguien a quien admiro desde hace tiempo por sus artículos. Gracias maestro.

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