Decálogo de la mala presentadora o Cómo se presenta un libro de la Generación Cero

    Él había venido caminando desde el lado luminoso, 

    desde la orilla del Miljacka donde los nuevos rascacielos sepultan las ruinas de una guerra pasada. 

    Había salido del pabellón donde se presentaba su primera novela, 

    tras una breve lectura y los autógrafos de rigor. 

    Luego, sin rumbo, había transitado por la ribera hasta llegar a un puente 

    cuyo nombre le resultó apropiado para hacer un alto y encender un cigarro mirando al río.  

    Abel Fernández Larrea. Buenas noches, Sarajevo

    1
    Tienes que estar atrapada en una espiral de desesperanza y sobriedad, en proporción al título del libro que presentarás. Basado en ello, la presentación del libro se sumará al anillo en particular de esa fecha, en que lamentarás para siempre haberlo presentado. Es importante la espiral, porque he aquí que el libro es también una espiral, un hermoso tiovivo ruso o sopa rusa o enmienda rusa, pero en primer caso espiral, magnífica. La desesperanza del primer libro, que siempre engendra el deseo de continuar publicando libros cada vez más desesperanzadores, atrae con satisfacción. Y el total de las historias reunidas en este (o cualquier) libro, diez con exactitud, ofrece una simpatía para su presentación. Pero no olvidemos lo más importante, el hecho de estar atrapada, vulnerable y sola.

    2
    Tienes que creer que el autor del libro es joven, atractivo, elocuente y ajeno. Tienes que haberte sentido atraída por el sujeto al menos una vez en tu vida. Porque los libros son como su autor. Siempre he dicho que uno aparenta lo que es. Así mismo los libros aparentan lo que son, por eso el diseño es algo fundamental, y también el diseño del autor, muy fundamental. La atracción, una fuerza que cualquier libro y cualquier autor deben ejercer sobre el lector, y mucho más, sobre su presentadora. Porque de ella depende que el lector se sienta, más o menos, más atraído que antes, o nuevamente atraído. Si te has sentido atraída más de una vez por su autor, esto quiere decir que su libro también te atrajo, antes o después de leerlo, lo que a la hora de presentarlo no consta, pero influye. Tienes que, una vez más, hallar belleza en el autor y en su libro, mientras lo presentas, ponerte nerviosa un poco, y acaso, temblequear. 

    3
    Tienes que leer el libro solo a medias, verticalmente, como leen los jurados de los concursos literarios, así podrás dar rienda suelta a las verdaderas ideas que el libro insinúa, eso que llaman motivación. Tienes que elegir párrafos al azar. Yo en particular leo un párrafo sí y un párrafo no, hasta el punto de no entender, y en ese desentendimiento, me baso para creer que este autor es contemporáneo y original, y que forma parte de una actualidad literaria sin lugar a dudas, y que, para ponerle el cuño, debería presentarlo inmediatamente, yo antes que nadie, yo y solo yo.

    4

    Tienes que poner los pies en la tierra. Eso duele y hace ampolla. De hecho, el momento de la presentación es el único momento en que pones los pies en un lugar: la tierra. Durante la lectura y análisis del libro, los pies han ido quedando suspendidos, orbitando en las palabras, las historias, los mundos inteligentes de un libro escrito con la intención de mover. El movimiento es algo apenas indispensable. En este libro, el lugar no importa. Cuando tropiezas con una frase que alude a un lugar, ese lugar podría sustituirse por cualquier otro. El complemento que no interesa, que no aporta, el complemento circunstancial que no complementa. Por eso, cuando empiezas a leer una de las historias del libro, tratas de pensar, sinceramente, en todos los mares del mundo que no has visitado aún, todas esas playas donde no has paseado. Y piensas en esos mares, en esas mujeres, en los bikinis de esas mujeres, en los colores de los bikinis, en ti misma como mujer sin bikini y sin playa. Para pensar sin bikini y sin playa no se puede poner los pies en la tierra. 

    5
    Tienes que contarle al público una anécdota interesante sobre la relación entre el autor del libro y tú. Algo así como que un día, sin más allá ni más acá, el autor subió a tu habitación en un motel de mala muerte donde estaban alojados, y se tomó tu sopa y se acostó en tu cama, y se secó con tu toalla y vio tus documentos, y escudriñó en tus películas, como en el cuento escocés Los tres osos, escrito por dos hermanos de sangre que se hicieron famosos a base de terror. Y, para colmo, luego tomó el lápiz y escribió una historia sobre eso donde ni siquiera dice que la sopa le gustó, o la toalla, o la cama. Después de una anécdota así, el público debe sentir suficiente curiosidad, tanto por el autor, como por ti, su presentadora.

    6
    Tienes que hablar mucho y decir poco. Eres una mala presentadora, recuerda. Si es posible, memorizar, discursar un poco, entre titubeos. No debes leer de un papel, eso demuestra que te preparaste previamente: leíste el libro en un PDF que te envió el autor por email y le diste varias vueltas al asunto. Decir poco, sobre todo, de los personajes. A los lectores del público no les interesan los personajes, solo les interesa comprar el libro y sentirse un poco lectores, un poco buenas personas o personas interesantes. Planteado así, me pregunto si este libro vale la pena o no. Aunque no lo he leído muy bien, creo que sí, que vale la pena un poco. He sonreído mientras leía. Porque en verdad este libro me lo leí hace añares, en aquel motel de mala muerte donde le di mi sopa al autor, que andaba por ahí, libre y pelandrujo, bajo una identidad falsa, usando un seudónimo internacional. Te has visto en el pellejo de las muchachas del libro. Has visto a gente que desprecias en el pellejo de algunos personajes y eso ha afianzado tus sentimientos. Has sabido quién eres y quién no eres. El tono del libro, preciso y veloz, te ha hecho pensar en una infancia y una juventud perpetuas que continúan fijas en tu mente, como si no quisieran salir de ahí. La tradición a que te han acostumbrado la mayoría de los libros antecesores a este, se ha roto. Te has visto enfrentada a una tradición multiplicada, foránea y paralela. Porque en este no hay calor sino copos de nieve; no hay palmas reales o ceibas, sino abedules; no hay cubalibres, ni mojitos, ni daiquirís, sino tragos amargos, absolutos, demoledores. 

    7
    Tienes que acudir a la presentación demacrada y despeinada, como una auténtica presentadora irrazonable. No importa en qué ciudad del mundo suceda la presentación. Si es en Miami, más despeinada aún. Así tu peinado contrastará con el resto de los peinados. Si no logras la debacle, al menos sé valiente y no te maquilles tanto. El público tendrá dos opciones: creer en la rareza de los escritores o creer en la pobreza de los escritores; suponiendo que yo sea una, lo cual es lo mismo en este caso, y nos regresa al apartado dos, en que el libro contrasta con su autor y también con la presentadora. Un libro de carátula fina, hojas blancas y letra regular, nada del otro mundo. El engaño racional de la industria del libro en un país donde la tasa de mortalidad y la cultura bla bla bla. Tienes que tener un vaso plástico en la esquina de la mesa, y dar sorbos a cada rato, para desinhibirte, para mojarte el cabello sin querer y despeinarte más. Para que el público entienda que con este libro hay que dar sorbos, buches, empinarse del pico, caerse en el sofá, convertirse en tierra.

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    Tienes que mencionar un detalle. Hacer mención relevante de un detalle relevante de una historia relevante dentro del libro. A ser posible la historia del medio, la quinta historia, que aleatoriamente coincide con el título que más te gusta del libro. Un título que podría ser tuyo si este tipo no lo hubiera escrito antes. El detalle se reduce a que, en esta historia, el personaje esto y el personaje aquello. Debería bastar, pero no basta. En la tercera historia del libro, el personaje esto y el personaje aquello. Y en eso te pasas cinco minutos, manipulando al público, que se entusiasma cada vez más. 

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    Tienes que hacerle al autor una pregunta atrevida delante de los presentes. En este caso sería: las referencias a otras tradiciones constituyen un rasgo en tu escritura, ¿es la falta de identidad y la desfachatez cultural algo que consideras, inevitablemente, a la hora de escribir?

    10
    Tienes que, de pronto, quedarte en blanco, no saber qué más decir. Mirar a todos lados como una mujer treintañera llamada Máshenka que se ha olvidado del oso, de la cesta y de su madre. Tienes que toser, mirar a todas partes, comprobar que el autor está a tu lado, medio perdido, también. Tienes que, por fin, decir que la presentación ha terminado. Sin más allá ni más acá. Se te tiene que olvidar lo que no se te podía olvidar: 

    decirles a todos
    y cada uno
    que no deben
    irse a sus casas
    sin comprar
    el maldito
    libro.

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