Como la gente de todas partes, los cubanos siguen deseándose mutua buena suerte, haciendo sincera profesión de fe o encomendándose a la más obstinada voluntad, antes de internarse en los jardines del futuro inmediato.

Siguen, en definitiva, estrenando el mejor rostro posible siempre que llega un nuevo año. Como si mudar de almanaque fuera doblar un genuino Cabo de Buena Esperanza.

Pese a todos los vientos cruzados, dirían muchos. Aquí hablan cubanos de todas las edades. Cada quien puesto a mirar por un segundo la faz indecisa (aunque simétrica) del 2020.

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