La kommunalka es una colmena. Y afuera está San Petersburgo, la ciudad del río Neva y la avenida Nevski.
A poca distancia de aquí está el Museo de L´Ermitage, la famosa pinacoteca cuya colección inicial perteneció a los zares de Todas las Rusias. Ahí estuvo el Palacio de Invierno de Pedro el Grande y ahí está el Palacio de Invierno asaltado en 1917 por la Revolución.
En verano las noches aquí son blancas y esa claridad imperturbable también envuelve la kommunalka, se filtra en su interior y, en cierto modo, indeciso y desolado, ilumina a sus habitantes.
Por aquí cerca anduvieron los personajes de Gógol, de Dostoievski, de Tolstói, de Chéjov.
Tras la Revolución de Octubre, el gobierno bolchevique debió enfrentar el problema de la vivienda y a la vuelta de algún tiempo, en las ciudades rusas, proliferó una modalidad de apartamentos comunitarios: la kommunalka.
San Petersburgo era Leningrado cuando aquí nació Joseph Brodsky (1940-1996), autor de la «Gran elegía a John Donne». Brodsky señaló alguna vez que esta ciudad fue el «mediastino» del «helenismo ruso». También es cierto que la urbe ha sido llamada la «Venecia del Norte». Y, cierto, aquí vino a morir el gran Pushkin. Aquí supo templar su acero lírico el poeta Mandelshtam, que escribió unos versos contra Stalin y fue desterrado a los Urales.
Un viejo caftán, unas botas con lodo, un samovar humeante, un diván raído, un manual filosófico, una proclama del partido, un ejemplar de Pravda, La madre de Gorki, una cebolla picada en finas rodajas, unas papas que hierven… Y ahora también, si miramos con ojo de pez, una silla de metal descascarada, una bombilla, el cielo raso, una bicicleta y un velocípedo infantil, una lavadora moderna, el horno, los tubos del gas, muchos frascos, cajas de galleta o de té…
En algún punto del camino hacia el Futuro, el Soviet Supremo decidió priorizar a las familias hacinadas en las kommunalkas, que compartían el mismo piso, el mismo baño, el mismo aire… Entonces el camarada Jruschov (1953-1964) mandó construir monobloques de apartamentos, las jrushchovkas, para reubicar a tanta gente… Nunca se logró del todo. (El tránsito desde los solares en La Habana Vieja hasta los edificios de microbrigada en Alamar es la versión tropical de este «esfuerzo decisivo»).
San Petersburgo, una de las urbes más hermosas del Viejo Mundo. Pórtico europeo del gran imperio del Este. Sus vísceras abuhardilladas. Tenaces.
Un obrero, un hijo de campesino, una tribu judía, un intelectual, un funcionario, un joven estudiante, todas las nacionalidades y todas las repúblicas… Y ahora también un par de jóvenes, hipsters y veganos, que han viajado por Estados Unidos y que rentan un estrecho e impecable Airbnb en medio del caos y la humedad secular de una kommunalka peterburguesa.
Finalmente, vemos estas imágenes que abren un terco hipervínculo entre el presente y el pasado de Rusia.
(Fotografías de Alejandro Taquechel. Su proyecto The Red Stone incluye varias series contemporáneas realizadas en países ubicados alguna vez del otro lado del Telón de Acero).
La fotos me recuerdan, se me parece, se me parece, Ah!!!!! Ya!!!!
Plan evocación. ¿Distraimientos en el perpetuo Adiestramiento ? Menudo mejunje de aquella eslavofilia omnisciente y esta heredad cuadraplejizante. Vivir en Cuba y leer esto …ni Taquechel le hace homenaje