A diferencia de Iroel Sánchez, los rabiosos censores Lunacharsky y Briúsov ostentaron un amplísimo bagaje cultural y concibieron obras de incuestionable calidad literaria. El sujeto de marras más bien se parece a Andréi Zhdánov, conocido perseguidor de intelectuales en tiempos de Stalin. Tal como Zhdánov, Iroel Sánchez no dejó más obra que un atajo de panfletos politiqueros y discriminatorios y, desde su posición de poder, antepuso el rigor ideológico y la censura ante cualquier signo de discusión con la política cultural del Estado. A ambos los guiaba una sola misión: imponer un hipertrofiado marxismo-leninismo como canon ideológico. Apparatchiks a los que algunos temerarios llaman hoy «intelectuales».

¿Se puede llamar «intelectual» a Iroel Sánchez? Respecto a la pertinencia del concepto han corrido ríos de tinta, pero no interesa citar aquí a cualquier teórico canonizado allende los mares, sino traer la discusión lo más próxima posible al fenómeno. Entonces, citemos a una brillante figura adherida al oficialismo, Desiderio Navarro, quien sostuvo que el intelectual adherido a la Revolución debe caracterizarse «por su capacidad de asegurar que el intelectual, para publicar la verdad, no tenga que apelar al “samizdat” o al “tamizdat” […], a esferas públicas diaspóricas y otros espacios culturales y mecenazgos extraterritoriales, ni vencer las dificultades al escribir la verdad…».

Javier Gómez Sánchez, en un artículo lamentable (como todo lo que produce ese «factor»), ilustra de forma sardónica la «paranoia» de un excompañero suyo: «todo es generado por manos tenebrosas en el Buró Político de la UJC, por mentes perversas en el Comité Central, en la casa de Iroel…». Nótese la equivalencia semántica de los enunciados.

Iroel Sánchez no era un intelectual: era un político de institución y, además, un fundamentalista. Condiciones que tipifican al comisario clásico.

Gracias a esa condición, lo hicieron director del Instituto Cubano del Libro aun siendo no otra cosa que un ingeniero informático. Personas que conocieron su trabajo al frente de esa institución, atestiguan que comportaba como un sátrapa. Las historias, de dominio público o no, sobran.

Citemos un ejemplo poco conocido: hacia el año 2000, durante uno de los primeros eventos internacionales de poesía que se organizaron en el Palacio del Segundo Cabo —predios de Iroel Sánchez—, los escritores Pedro Marqués de Armas y Carlos Aguilera leyeron un texto titulado «La zorra y el erizo», en el que se manejaban varios puntos de reflexión sobre la política cultural cubana. Al otro día, al volver al lugar, ya no los dejaron entrar. Los amenazaron y ofendieron; incluso, a Marqués de Armas le insinuaron una paliza.

Tras la muerte del comisario político, un poeta cubano le comentó, textualmente, a un colega suyo —ambos residentes en La Habana y miembros de la Unión de Escritores— que es mi amigo: «El triunvirato que constituyeron él, Fernando León Jacomino y Edel Morales fue de lo peor que le pudo pasar a la cultura. Iroel llegó a protagonizar una feroz discusión con Abel Prieto, pues Iroel quería cerrar La Gaceta de Cuba por causa de un trabajo nada más y nada menos que de Desiderio Navarro». Tal parece que el políglota no le caía muy bien.

No sería la última discusión entre ellos dos. Se sabe que su expulsión del ICL estuvo motivada por otro desencuentro con Abel Prieto. Sánchez escribió una carta que colocaba a Prieto la etiqueta de «no-confiable». Carta que llegó al buró del aludido, y este, que por entonces tenía mucho poder, mandó removerlo de su cargo. Así que fue a parar al Ministerio de Comunicaciones, bajo la férula de Ramiro Valdés. Desde su nueva posición en el MINCOM, sus ataques se dirigieron indiscriminadamente contra la oposición y los periodistas independientes.

Artífice y partícipe de muchísimas campañas de desprestigio, de fusilamiento de reputación, de violencia simbólica contra intelectuales, reporteros independientes y contra cualquier ciudadano cubano que expresase su disenso, Iroel Sánchez siempre estaba alerta. Olfateaba aquellos fenómenos que, según su desmejorada cabeza, podían tener posibilidades de movilización o, simplemente, cuyo criticismo apuntaba a fallas del régimen que eran innegables. Con especial saña, atacaba ideas y propuestas que pudieran ser bien recibidas inclusive dentro de la propia institucionalidad cubana. El disenso progresista le preocupaba mucho más, todavía más que el disenso de derecha, que consideraba demasiado fácil descaracterizar. Hacía un trabajo sucio, pero en cierto modo hilando fino, como un francotirador.

Contra Espacio Laical, la revista dirigida por los intelectuales católicos Roberto Veiga y Lenier González entre los años 2005 y 2014. Contra la conferencia del empresario Carlos Saladrigas en el Centro Cultural Félix Varela en marzo del 2012. Contra Hugo Cancio y OnCuba. Contra el evento «Fe religiosa, institucionalidad nacional y modelos sociales» (2014), en el que incluso participaron actores del oficialismo como Rafael Hernández o Víctor Fowler. Contra Orlando Luis Pardo Lazo, al que llamó «pornógrafo». Contra vehículos identificados con una ideología de izquierda, pero ubicados fuera de las instituciones: Periodismo de Barrio o La Joven Cuba. Contra Cuba Posible, el proyecto nacido de las cenizas de Espacio Laical, y lo que llamaron el «centrismo». Respecto a esto último, Aurelio Alonso mencionó en 2017: «la polémica que se ha abierto ahora no me parece dirigida realmente contra el centrismo sino contra el ejercicio de la crítica y la disposición de polemizar desprejuiciadamente».

En toda esa orgía de odio y mezquindad tomaron parte Enrique Ubieta, Javier Gómez Sánchez, Elier Ramírez, Manuel Henríquez Lagarde, Carlos Luque, Raúl Capote y, sí, Iroel Sánchez, como genio y figura.

En 2019, cuando el MINCOM ilegalizó la red inalámbrica SNet y dictaminó su absorción por los Joven Club, sus usuarios convocaron a una manifestación pacífica en el parque frente al edificio ministerial a la que no pudieron llegar, pues la Seguridad del Estado intimidó, detuvo e interrogó a varios de sus promotores. A la vuelta de cuatro años, uno de ellos me dice: «Como muchos de mis compañeros, sufrí una represión brutal. Unos tipos vestidos de civil fueron a mi casa a arrestarme. Sin una orden judicial, me metieron en un carro de la policía y me llevaron a Zapata y C. Yo no tenía ni idea de quiénes eran esas personas, nunca se identificaron. Allí me interrogaron, y después de aquello, sufrí un acoso continuo».

Mientras esto sucedía, Iroel Sánchez, desde su oficina, tuiteó una foto sobre la cual se leía: «Así se ve el lindo parque frente al @MINCOMCuba […] Una multitud de árboles y esculturas lo embellecen».

Supongo que esa suerte de obsesión de las autoridades cubanas, y sus adláteres, en presentar un escenario de calma total, sin zozobra ni alteración del orden posible, se habrá cumplido por fin, en toda su limpidez, para el comisario Iroel. Una vez consumado el trámite postrero del crematorio.

1 Comentario

  1. lo de este personaje fue sencillamente antológico, pero de la antología negra de la historia de Cuba en su acápite Efialtes cubanos….el día de su muerte un joven cubano ya por suerte radicado fuera, perdón la redundancia, joven nacido en los 90…contó que cuando estudiaba el Preuniversitario el finado fue a dar una charla y al final de la misma se enzarzó en una polémica sobre los medios independientes con el Efialtes, pues bien este personaje travistiéndose en Nerón, en Calígula, enfiló la mirada hacia la directora del centro y le dijo, encárgate !
    Casi pierdo la carrera, fue el epílogo del joven que hoy gracias a todo lo que existe, a su talento, hace lo que le gusta, desde un muy exitoso canal de Youtube donde incluso ha sido invitado a cubrir desde el terreno hasta juegos de la MLB,

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