¿La violencia garantiza la opresión para siempre? No. La violencia, como el odio, el miedo, y otras emociones similares que se erigen en políticas hacia los otros, no debe fetichizarse, no debe equipararse a una identidad. Ni siquiera están en ningún cuerpo u objeto o en lo social, entendido de manera abstracta como algo; circulan en las relaciones y van creando las propias realidades y actores que luego parecen contenerlas.
Culminaba la confrontación en Cuito Cuanavale y las tropas cubanas se movían más al suroeste, a casi 100 km de la frontera con Namibia, para hacerle frente a una posible penetración del enemigo.
Juan Carlos Borjas capturó impactantes estampas mientras desandaba, a finales de los años 80, ciudades, aldeas y sabanas del sur de África como parte del contingente cubano en la «guerra de Angola».
Más de dos mil efectivos cubanos encontraron la muerte lejos de casa, según fuentes públicas. Borjas estuvo allí a finales de los años 80, cámara en ristre.
Entre las muy pocos beneficios que trajo a Cuba el malhadado “período especial”, haber puesto punto final a las expediciones militares cubanas es seguramente el más grande, aunque Fidel, por supuesto, no lo haya visto como un beneficio, sino como una calamidad que le impidió seguir haciéndose el Napoleón en escenarios tan exóticos como las selvas centroamericanas y las sabanas de África.
Más allá del alboroto mediático a corto plazo, y las consabidas condenas por parte de quienes promulgan una línea dura contra el régimen cubano, el impacto de estas decisiones será ínfimo y muy posiblemente breve.
El castrismo descubrió la «diplomacia de los cuerpos» cuando entendió que los presos podían funcionar como marcadores de valor para realizar transacciones. En otras palabras, contaba con una especie de moneda para negociar en momentos difíciles, solo que el valor del cambio no estaba asignado aquí a «objetos», sino a «sujetos».