René: Después de ver tu tiradera a J Balvin, analizar el conflicto entre ustedes con lo poco que sabía desde el evento del boicot a los Grammy, los Hot Dog y «toda esa vaina», complementé la cosa con la entrevista que te hizo El Molusco. Decidí entonces escribirte, aunque no se bien por dónde empezar.
Yo conozco tu música bastante bien. Me tocó vivir el boom de Calle 13 desde «Atrévete» y fui testigo del entusiasmo que se generó en Cuba en torno a la música que hacía tu banda. En 2005, yo estaba a punto o acababa de empezar la universidad, y con ese primer álbum de Calle 13 pasó, por ejemplo, algo que luce como una tontería, pero que tratándose de Cuba no lo es: mucha gente del hampa intelectual comenzó a dejar de sentirse avergonzada por tener reguetón en su playlist. Eso fue muy bueno, a pesar de que jamás he sentido vergüenza ni por el reggetón ni por nada de lo que me gusta. En el caso de Calle 13, se trataba de un coctel espeso, con buena parte de las referencias culturales y musicales que me interesan. No me pude resistir y me entusiasmé.
Ustedes se ramificaron desde tu rapeo, con mucha cabronada y astucia, hacia lo más variado de la «world music». Generaron productos altamente adictivos que, me consta, consumíamos con euforia. La echaron super buena, se ganaron su público y su prestigio con tremendo honor.
Luego, creo que la fiesta de Calle 13 se acabó porque la naturaleza es muy sabia. La vida cambió, llegaron las generaciones nuevas y, lo más importante, es preferible asistir a la muerte a tiempo de un proyecto antes que a su decadencia.
J Balvin es parte de esa nueva generación. A ti te puede parecer basura la música y el marketing que él y su equipo hacen, pero lo que Balvin compra, vende, o intenta comprar y vender, no tiene nada que ver con el lugar que se ganó en su contexto y la popularidad real que ha alcanzado.
Balvin se volvió un reguetonero de avanzada entre el público global que consume de la manera más natural esa cultura. Sabe lo que ellos quieren escuchar y ver. Lo logró gracias a su visión de los negocios, tal como tú mismo dices, pero sobre todo a que Internet, en el momento en que él empezó a subir, daba posibilidades que en tu época más joven, por ejemplo, no existían. Calle 13 hizo otras cosas. Importante, lo hizo en un momento en que se suponía que un colombiano ni en sueños lograría algo así, pues, entre otras cosas, el negocio del reguetón lo controlan paisanos tuyos de modo más o menos gansteril. Ya no es, afortunandamente, tan así, y por la brecha de Balvin también han entrado talentos como BZRP.
Tu tiradera a Balvin , con esa furia quijotesca de la que presumes, lleva algunos comentarios, más allá de las adulaciones y críticas que inundan las redes.
Eres alguien que ostenta su purismo hasta la obscenidad, y he llegado a pensar que te convertiste en un sujeto reaccionario, entendido reaccionario como alguien con una relación traumática con el futuro, sobre todo con la idea de que el futuro es algo que escapa al control de nuestros deseos morales.
En estos días, muchos cubanos con buena memoria han comentado y replicado memes y otros contenidos relativos a tu pasión por el lobby con políticos prominentes de la izquierda latinoamericana, muchos de ellos criminales que han mantenido y mantienen el poder a golpe de terror, chantaje y mentiras.
En tu viaje a La Habana en 2010, días antes del concierto de Calle 13, diste junto a tu hermana y hermano una conferencia de prensa en Casa de las Américas, a la que solo se podía asistir por invitación. Yo tenía una. La charla comenzó con algo más de dos horas de retraso. Nos impacientamos, y supimos por los trabajadores de Casa que estabas en la oficina de Roberto Fernández Retamar. La expresión que se escuchaba entre murmullos era: «Le están leyendo la cartilla», es decir, advirtiéndote las cosas que no podías decir o comentar.
No sabemos si fue así, ni me interesa, pero recuerdos que hablaste cosas que nunca olvidaré:
a) Al inicio, contaste cómo a través de Twitter te habías involucrado mucho en cadenas de retuits que ayudaron a que algunos mineros chilenos atrapados en minas fueran rescatados. Hiciste una apología de Internet, especialmente de Twitter, y de que te reconocías como un internauta activo. En un momento, un amigo en común te interrumpió para preguntarte cómo habias hecho en Cuba para seguir con tus costumbres, cuando apenas había acceso para la gente en ese tiempo, y contestaste: «Es que desde que llegué he visto tanta gente linda que no he tenido deseos de entrar a Internet» Acto seguido, hubo una ovación y recuerdo que estuve a punto de irme por la tristeza, la decepción y la rabia que me dio presenciar algo así. Me quedé, sin embargo, y lo mejor estaba por llegar.
b) Alguien te preguntó lo que estábamos esperando. Habías usado el sintagma «género urbano» como diez veces. ¿Qué sabías sobre ese tipo de música en Cuba? Diste una cuantas curvas, y el primer nombre que salió de tu boca fue nada menos que Silvio Rodríguez. Los Aldeanos estaban en la cresta de la ola en ese entonces. Tanto así, que al final los mencionaste.
El resto de tu charla osciló, fuera de esos dos episodios reveladores, entre el embargo a Cuba, la influencia estadounidense en América Latina, la cultura popular y regional y otras de las cosas que todos sabemos de sobra que te apasionan. Pero esos dos episodios dicen tanto de ti como la música que haces. Condenas, pongamos, que Balvin haya subido una foto de Gandhi a sus stories durante los días de masacre en Cali, y tú, en contraste, has exhibido con orgullo alguna vez fotos sonrientes junto a Hugo Chávez o Daniel Ortega.
Durante aquella visita a La Habana en 2010, un grupo de cubanos exiliados te hizo llegar, a través de alguien cercano a ti, una petición para que te interesaras en tu estancia oficial por los presos políticos de la Primavera Negra. No lo hiciste. Te reuniste, en cambio, con los familiares de los cinco espías cubanos de la Red Avispa.
Puedes tirarle a quien sea, por las razones que sean, pero los presupuestos morales en los que te justificas solo te anclan en la contradicción y la hipocresía. Los chamaquitos no ven a través de ti la alternativa a lo que está mal en la industria musical hoy. De hecho, ya lo hacen a través de su cotidianidad, sin tu ayuda y tu asistencia. Los chamaquitos ahora quieren parecer más a J Balvin, a Bad Bunny o a quien sea porque los chamaquitos de ayer se quisieron parecer a ti. Es la vida.
Que el género urbano, mientras, se siga alimentando con referencias musicales de todo tipo: más rock a esos beats, más de la música porteña, de la cumbia, de la samba. Más productores como Aven Rec, como Arca, como BZRP y como los que todavía no conocemos. Un saludo para ti, René. Tu cerveza tiene buena pinta.