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Transporte en La Habana: ni ómnibus ni taxis ni gasolina

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En la parada de ómnibus que queda a las puertas del Ministerio del Trabajo, Niurka consulta la hora en su celular. Son las 3:00 p.m. de un día a inicios de febrero en La Habana. Al lado está su esposo. Ella tiene 58 años; él, 56. Ambos son apenas una ínfima parte de la multitud que espera el bus de la ruta P9 en el trozo de acera que mira al cine La Rampa. Como el bus no pasa hace más tres horas, se resignan a gastar dinero en un taxi para llegar a la parada de La Ceguera, en Marianao. El primero que pasa lleva todos los asientos ocupados. El segundo cobra 200 pesos por persona, y lo dejan seguir. El tercero cobra 350. Niurka y su esposo se arrepienten de haber rechazado el anterior. No están dispuestos a pagar por un viaje así una sexta parte del sueldo de ella.

Mientras tanto, en Diez de Octubre, Ana María, de 49 años, y su gata regresan a casa. Cerca del mediodía, el animal comenzó a sentirse mal y, antes de que empeorara, ella acudió a su veterinaria de confianza. Por suerte, nada grave. Acordó con un taxista el viaje de ida y vuelta. Él las recoge y recibe el pago acordado: dos mil 500 pesos, es decir, 400 pesos por encima del salario mínimo y casi mil más que la pensión mínima en Cuba. Aun así, Ana María encuentra el precio razonable. Siempre puede ser peor.

En El Vedado, Víctor, de 35 años, lleva 24 horas de espera en una fila para comprar gasolina. Hace años obtuvo su título universitario y luego trabajó por un breve periodo en una institución estatal. Tras conocer a su pareja actual, se fueron a vivir a un sencillo apartamento en Playa. Su salario no alcanzaba, y por eso abandonó el empleo estatal y aceptó la propuesta de su suegro: sacar una licencia y trabajar para él como taxista. La fila de la gasolinera es gigantesca, se extiende varias cuadras. Todos están aquí porque escucharon el rumor de que hoy habría combustible, pero, de momento, los depósitos siguen vacíos. De pronto, Víctor recibe una llamada de su suegro. Le dice que abandone la fila; un amigo le consiguió el contacto de un sujeto que vende el litro a 300 pesos desde su casa en Marianao.

Para Marianao va también Pedro, de 29 años, comunicador de profesión y ahora freelance. Hasta hace un año, necesitaba el transporte público para ir a los distintos lugares donde era solicitado. Casi siempre usó ómnibus urbanos, que son más baratos. Casi siempre llegaba tarde a sus citas, o llegaba desaliñado, víctima del hacinamiento de pasajeros tan apresurados y desesperados como él. Pedro ahorró durante algunos meses; les puso candado a los bolsillos para comprarse una bicicleta eléctrica. Ahora siente que aquella fue una gran decisión, una de las mejores que tomó en 2023. Sin embargo, no a todos lados puede ir por este medio.

Ningún hilo argumental une estas historias sencillas y cotidianas. Estas personas no se encontrarán en un punto específico en favor de un relato más interesante. Lo único que comparten, como tantas otras, es la necesidad indefectible de moverse y las dificultades para hacerlo en La Habana.

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En 1980 transportarse en La Habana era mucho más sencillo que ahora. La capital todavía no alcanzaba los dos millones de habitantes y contaba con dos mil 500 ómnibus urbanos. Sin embargo, desde los años noventa, la urbe se ha mantenido sobre los 2.1 millones de habitantes, y la cifra de ómnibus no ha hecho más que decaer: a finales de 2019, había 600, y, para octubre de 2023, menos de 300. Esta tendencia ha venido acompañada de una grave escasez de gasolina. Según declaraciones del ministro cubano de Energía y Minas, Vicente de la O Levy, aunque la importación de gasolina ha aumentado en los últimos años (126 mil toneladas en 2021; 192 mil toneladas en 2022, y 203 mil toneladas en 2021), la cifra permanece por muy debajo de la demanda real del país: unas 360 mil toneladas.

Estos problemas son apenas una fracción de la crisis que se extiende a todos los sectores de la economía y que el gobierno ha intentado atajar con fracasadas políticas como la llamada «Tarea Ordenamiento». Para ilustrar la debacle basta decir que el PIB en 2023 se contrajo entre un uno y un dos por ciento, mientras que la inflación creció en un 30 por ciento. Además, de acuerdo con las previsiones oficiales, las cuentas públicas encadenarán en 2024 su quinto ejercicio constitutivo con un elevado déficit fiscal, el cual sería de un 18.5 por ciento. 

Mesa Redonda sobre cambios en las tarifas del transporte público en Cuba.

En otro intento de mantener a flote la economía nacional, el gobierno anunció en diciembre de 2023 un paquete de medidas que promete elevar los precios de distintos productos y servicios básicos, incluidos la gasolina y, por supuesto, el transporte.

El 9 de enero, en el espacio televisivo Mesa Redonda, comparecieron el ministro de Transporte, Eduardo Rodríguez Dávila, y la viceministra de Finanzas y Precios, Lourdes Rodríguez Ruiz, para informar al respecto. El mismo anuncio del aumento en más de un 400 por ciento de los precios del combustible —junto con el «recrudecimiento del bloqueo» y el «manejo de la inflación internacional»— obliga al Estado, según Rodríguez Ruiz, a elevar las tarifas de transportación en base a los nuevos costos de esa actividad. La viceministra agregó que la relación entre el precio del transporte y su costo para el Estado se mantenía desactualizada desde 2021, lo que habría causado pérdidas a 19 empresas transportistas y, consecuentemente, una reducción en los ingresos de sus trabajadores.

Por su parte, Rodríguez Dávila insistió en que más del 70 por ciento de los pasajeros seguirían pagando las tarifas vigentes, sobre todo en el transporte urbano. Para ello, el Estado subsidiaría la diferencia entre el costo real del pasaje en ómnibus (cinco pesos) y el precio de este (dos pesos en La Habana y un peso en el resto de las provincias). Otros servicios, como los ómnibus interprovinciales o los triciclos de combustión, sí aumentarían sus tarifas.

El día cero de los cambios anunciados iba a ser el 1 de febrero de 2024. Sin embargo, unos días antes de esa fecha, el Ministerio de Economía y Planificación —cuyo máximo responsable sería depuesto a la siguiente semana— informó que la subida en el precio del combustible (y, por tanto, en el transporte) se aplazaría hasta nuevo aviso. La decisión fue justificada a partir de la presencia de un virus, supuestamente proveniente del exterior, que comprometió la seguridad informática de las gasolineras en la isla.

Niurka

«Transporte público no hay», lamenta Niurka en diálogo con El Estornudo. «Con los taxis sí se ha sentido un poco lo de las medidas. Aunque no tiene ninguna lógica, porque estas no se aplicaron al final. Te pongo un ejemplo de cómo está la cosa: mi hija tuvo un accidente hace poco y fui con ella al Hospital Militar. Para regresar a la casa, que está en San Agustín, casi en línea recta, un taxi nos cobró mil 250 pesos por las dos, y yo cobro más o menos el salario promedio».

El salario medio en La Habana es de cuatro mil 689 pesos, según datos oficiales. En la tasa de cambio informal, mediante la cual se realizan la mayoría de las transacciones en divisas en Cuba, esto equivale a poco menos de 16 dólares estadounidenses. Es decir, en un viaje en taxi para ella y su hija, Niurka gastó el equivalente a cuatro dólares, un cuarto de su salario.

«Yo no creo que el aumento del precio del combustible no se aplicó por un virus», razona Niurka. «Lo que creo es que el Estado se echó pa’tras y dijo: “Coño, si por solo decir algo ya esta gente se me adelantó y subió los precios, qué sucedería si de verdad aumento las tarifas”. Pa mí que se aconsejaron, porque, si no, aquí no vive nadie. Fíjate que he visto cómo las MIPYMES y los cuentapropistas ya le han subido un poco el precio a sus productos. Claro, con la bola del aumento del combustible, subieron los precios de los transportistas de alimentos. Y, con eso, todo lo demás. Bueno, eso lo supongo yo, porque, en la realidad, en la concreta, antes una libra de malanga costaba 90 pesos, 100 a veces, y ahora está en 120 y hasta en 140 pesos. Todos los alimentos han subido».

Víctor

«El anuncio trajo una furia, claro que sí», reconoce Víctor. «Pero yo no creo que los pasajes hayan aumentado tanto porque los taxistas especulamos con una supuesta subida en el precio del combustible. Los pasajes aumentan porque cada vez hay menos combustible, y de eso hace ya un buen tiempo».

»La gente cree que quien tiene un taxi le sube el precio porque quiere; pero es porque que no hay combustible. Ya las tarifas las pone la calle, los taxistas, de boca en boca. Esto es como eso que dicen, que el mercado se regula solo, como la bolsa de Wall Street.

»Yo mismo he hecho colas de días, esperando a que llegue gasolina. Son colas largas, y con todo lo que lleva una cola y los personajes que te encuentras allí: el que vende turnos, el que marca para cinco, el que acapara…

»Sí, el que acapara también. Claro que acaparan, porque mañana no hay y, a esa hora, qué haces con tu cacharro. Entonces tienes que ir a buscar gente que tiene, que está en mil negocios turbios y guarda mucha para revenderla. Pero con cuidado, porque el Estado está puesto pa eso, pa cazar gente así.

»En fin, yo pienso que quien les echa la culpa a los taxistas no piensa en que no hay gasolina, en lo que cuesta mantener un carro, y en que, al final, el taxista compra la libra de tomates al mismo precio que el resto. A lo mejor hay unos cuantos que sí se están enriqueciendo mucho, pero no son todos. Yo conozco a taxistas que ya no salen porque no pueden, porque no tienen con qué».

Pedro

«Las rutas que no puedo hacer con mi bicicleta las hago con La Nave o con agencias de taxis que operan por WhatsApp. Pero esos son súper caros», explica Pedro. «Sí, por lo general son eficientes, pero la app La Nave a veces se tufa y no encuentras taxis. La gran diferencia entre los taxis de la calle y esta gente es que los primeros te cobran 200 o 300 pesos y estos te pueden cobrar 900. El taxi de la calle va por una ruta específica, mientras con los otros tú eliges la ruta».

En 2018, con la llegada de los datos móviles a Cuba, dos empresas de taxis, con sus respectivas app, iniciaron este negocio en la isla: Bajanda y Sube. Poco después, el Estado sacó su propia app, D’Taxi, pero esta última naufragó debido a su mal servicio.

«Antes las populares eran Bajanda y Sube, pero desaparecieron», continúa Pedro. «Las que se formaron después han ido creciendo. La número uno en el mercado ahora mismo, creo que porque tiene su propia app, es La Nave. Pero hay muchas otras en el país que funcionan por WhatsApp. Son como agencias. Tú les escribes lo que quieres y ellos te dicen si hay un carro cerca o le avisan al conductor. Otras operan por grupos de WhatsApp a los que te puedes unir. Yo, por ejemplo, estoy en uno que se llama Find Taxy, donde tienen operadoras por turnos. Tú solo dices: “Necesito un taxi”, y te avisan.

»Vale la pena, pero sobre todo si haces un viaje con dos o más personas, porque no cobran por cantidad de personas, sino por el viaje en sí. Son lo que se conoce como “de carrera” o “directo”. Son como Uber.

»No sabría decir si el precio ha subido mucho últimamente. Lo que sí he visto es que cada vez hay menos taxis, y creo que es porque todos están en la cola para el combustible. Como desde septiembre del año pasado está ocurriendo esto.

»Yo tengo tres o cuatro pinchas. A veces logro 200 USD en un mes; otras veces, menos. Pero para mí se acabaron aquellos tiempos en los que me metía dos y tres horas en una parada. Ahora mis viajes los resuelvo en mi bicicleta eléctrica».

Ana María

«Más que un aumento de los precios, el problema que veo es que no hay taxis en las calles. Esa es mi percepción», opina Ana María. «Yo vivo en El Vedado y, a veces, he pasado más de media hora [intentando] coger un taxi desde allí. Pero el transporte está malo en general. Tanto así que he optado por ir solo a lugares a los que pueda llegar caminando. Creo que lo más lejos que he ido es La Habana Vieja, y de regreso te cobran 300 o 350 pesos. De noche es peor. A mediados de diciembre, sobre las 9:30 p.m., agarré un taxi desde 23 y L hasta 23 y 26, y por eso me cobraron 300 pesos, cuando lo normal se supone que sean 100.

»Mis ingresos son variables porque tengo un AirB&B: un mes puedo ganar 100 dólares y otro 500 dólares. Claro, con ese dinero nos mantenemos mis padres, mi abuela y yo. Todas las medicinas, además, las tengo que comprar en el mercado negro, y no son baratas. El dinero nunca alcanza aquí.

»Sí, hay quien ha optado por las bicicletas, pero una medianamente aceptable no se baja de los 250 MLC. Y, claro, la seguridad es otro tema. Hay lugares por los que no puedes andar, ni siquiera en El Vedado, porque las calles están mal iluminadas o a oscuras.

»Sí, exacto, te asaltan.

»Lo que me queda son los taxis directos, pero son impagables, sobre todo de noche. Hace poco una amiga mía fue del Reparto Eléctrico a Marianao en un taxi directo a las 8:00 p.m. ¡Le cobraron dos mil 300 pesos! Y de La Habana Vieja al Vedado te pueden cobrar mil o mil 200. Mañana viene un extranjero, ve esto, y no le parece tan mal, considerando que un dólar equivale a más de 290 pesos. Pero la inmensa mayoría de los cubanos ganan en moneda nacional. Además, aunque tengas dinero, no puedes moverte fácil por la ciudad porque, simplemente, no hay transporte».

Nota: Las personas entrevistadas solicitaron no dar sus apellidos para no ser identificados.

Darío Alejandro Alemán

Nació en La Habana en 1994. Periodista y editor. Ha colaborado en varios medios nacionales e internacionales.