Juego al interrogatorio

    NI HIC NI NUNC, PERO ÚTIL

    Escribí el siguiente texto hace casi medio siglo y estaba destinado a mis colegas de la lucha contra la dictadura comunista en un país de Europa del Este. Ahora me entero de que el régimen en Cuba no permite ninguna libertad de expresión y que uno de los métodos que usa contra los opositores y periodistas independientes es el interrogatorio.

    Quizás entonces les sirva leer este texto, jugar este juego –adaptando, por supuesto, los detalles a la situación actual, porque ahora lo que le molesta al régimen cubano no son volantes, sino posts en las redes sociales, pero es solamente otra forma de expresar lo mismo: la verdad–.

    Dicho sea de paso, es muy pero muy triste que un texto tan lejano en tiempo y lugar siga siendo útil. Les deseo que lo siguiente les sea pronto inútil.

                                                                                                                jkk

     

    Juguemos al interrogatorio. Las reglas de nuestro juego son simples: te detuvieron (luego te arrestaron) por tu actividad opositora. No estás solo; arrestaron también a un grupo de tus compañeros. La calificación judicial del acto no importa. Yo soy un agente de policía y mi superior me asignó interrogarte justamente a ti. El interrogatorio es un juego por la información. Naturalmente, las informaciones sobre las actividades de tu grupo las habíamos reunido antes usando métodos operativos (vigilancia, escucha, chivato). A pesar de las grandes capacidades técnicas que tenemos a nuestra disposición, los materiales operativos no pueden servirnos como prueba en el juicio. Una foto hecha por nuestro agente secreto (se te ve en un portal hablando con el señor fulano), o un casette con una conversación tuya por teléfono que escuchamos y grabamos, no serán usadas como pruebas de delito por el tribunal.

    Para el tribunal la única prueba sería la confesión firmada por uno de ustedes o bien por otras personas que supieran de las conexiones entre ustedes. Por lo tanto, necesitamos tus declaraciones, escritas en esta máquina formalmente y conforme con el procedimiento establecido sobre un formulario oficial y con tu firma puesta en cada página. La necesitamos no solo para preparar el juicio en el cual tú, el Fulano y otras personas serán juzgadas y sentenciadas. No podemos saber si el juicio tendrá lugar y quién finalmente será juzgado. Eso no depende de nosotros. En nuestro sistema, una decisión de este tipo pertenece a los políticos y no a los policías. El final formal y judicial de tu caso dependerá en gran medida de la coyuntura política y ésa no se puede prever ahora. Necesitamos tus confesiones no solamente para juzgarte, sino también para completar nuestros archivos. Nuestro fin es romper los lazos que te unen con tus compañeros.

    Mi plan máximo es que salgas de aquí como nuestro colaborador (créeme que lo sabemos hacer). Pero basta que salgas de aquí como una persona comprometida por haber hecho confesiones que incriminan a tus compañeros. Acabado, derrotado y absolutamente convencido de que tu futura incorporación en la oposición no tiene ningún sentido. Por eso tu confesión nos importa tanto.

    Hasta ahora has permanecido sin decir nada. Trataré de forzarte a hablar. Tengo mucho tiempo –el tiempo está a mi favor–. La soledad y la tensión por estar encarcelado poco a poco debilitarán tu resistencia. Tengo mucho entrenamiento: sé manejar tanto la cortesía como los gritos. Sé cuándo ofrecer un cigarro y cuándo dar piñazos en la mesa. Conozco todas tus reacciones psíquicas y sé qué haces cuando regresas a la celda después de los interrogatorios. Me lo cuenta tu compañero de celda que trabaja para la Seguridad. Naturalmente, no serías tan imprudente para confesarle, pero no sabes simular que estás dormido cuando sufres de insomnio, no sabes leer cuando se te van las ideas. Al fin y al cabo hablas con él y le dices mucho más de lo que piensas. Los valores en los que crees (completamente ajenos para mí) los uso solo para romper tu silencio. Pensaste que a la Seguridad le sería difícil interrogar en un caso que te parecía tan limpio y puro como un cristal. Ideológica y moralmente. Tu ideología, tu moral…  las utiliza un profesional con maestría en el interrogatorio para ablandarte. Las uso cuando fallan tus instintos egoístas: el miedo a la cárcel y el ansia de salir de aquí cuanto antes. Si no empiezas a confesar para defenderte, quizás quieras defender a otros, a la causa o para mostrar la pureza de tus intenciones y de tus métodos de combate. Todos los medios son buenos. Lo que importa es que empieces a hablar.

    He aquí ejemplos de cómo voy a hablar contigo. Usaré trucos viejos y bien comprobados. Lo interesante es que son efectivos en el 90 por ciento de los casos. Ponte ahora en el lugar de un interrogado. No leas apresuradamente. Haz una pausa tras cada argumento mío. Puedes usar el método de psicodrama. Pide a un compañero que juegue mi papel. Que las palabras impresas suenen con la voz de un interrogador. Conoce tus propias reacciones psíquicas y emocionales. Rechaza cada intento de polemizar conmigo, convencerme, darme explicaciones. La razón la tengo yo. Escucha tus propias razones dentro de ti mismo. A solas, en tu propio silencio.

    Luego piensa bien sobre todos los casos en que has reaccionado muy emocionalmente. Piensa, o discute con un amigo, tratando de encontrar por qué en esas situaciones, tal vez las más difíciles para ti, deberías guardar silencio. Puedes necesitar esas respuestas un día. He aquí las 22 maneras de tratar de romperte:

    1. Te diré: «Lo siento, pero si no declara lo que le pido tendremos que detenerlo. Si quiere volver a su casa, dígame, por favor, ¿quién le daba los volantes? Mi pregunta es tan simple.»

    2. Te diré: «Su caso es menor y solo por su propia terquedad el fiscal tendrá que ordenar detenerlo. Créame, casos tan menores como volantes los tenemos muchos. No podemos meter en la cárcel a todos los detenidos con un volante. Nos damos cuenta de que tales personas no están involucradas en el reparto de volantes y ni siquiera vale la pena arrestarlas. Nos interesan distribuidores mayoristas, no minoristas. Pero los mayoristas se niegan a confesar. Como usted. Al principio lo detenemos en la cárcel tres meses y ya verá, seguro que empezará a hablar.»

    3. Te diré: «Le aplicaron la sanción porque no quiso declarar. Le leí las confesiones de Fulano. Usted lo conoce muy bien y sabe que él estuvo mucho más comprometido en el movimiento que usted mismo. Sin embargo, Fulano ya está libre.»

    4. Te diré: «Cada fiscal y cada tribunal tratará su silencio como una circunstancia agravante. En el código penal hay incluso un párrafo al respecto. Dice que, al determinar la pena, el tribunal toma en consideración la actitud del acusado después de haber cometido el crimen. O sea, su confesión sincera o revelar los detalles de su actividad pueden servir como argumento para suspender la detención, e incluso para moderar la sentencia. No es lo mismo para el tribunal que usted confiese pronto a que lo haga después de muchos meses de investigación profunda.»

    5. Te diré: «Estás callado, mi héroe. Comes el pan nuestro, perro, y ahora estás callado como un enemigo. Nosotros somos tan gentiles que hablamos con ustedes. Nuestro papel es separar a quienes tenían buenas intenciones y no buscaban la caída de nuestro país (solo fueron utilizados por los enemigos) de quienes son verdaderos enemigos. Tú eres un enemigo, con tipos como tú vamos a ajustar cuentas de una vez y para siempre. Cuando salgas de aquí, serás un viejo.»

    6. Te diré: «Tiene usted 30 años, señora. Está casada y tiene dos hijos. Tenemos muchos materiales que la acusan. Podemos prepararle un juicio por haber distribuido impresos ilegales o acusarla de participación en una organización criminal que pretende derribar el régimen. En el segundo caso la juzgará el tribunal militar y la pena de cinco años de cárcel es más que segura. Pero para una mujer los años de cárcel pasan un poco diferente. Cuando salga de la prisión será una mujer vieja. Pregunte a sus compañeras de celda, a las que vinieron de prisiones, si a las mujeres con penas de cinco años alguien las espera al salir de la cárcel. Me refiero a su esposo. Mi trato le convendría más: usted nos dice todo sobre sus relaciones con la dirección regional del movimiento, guardamos la información para nosotros, y solo la acusamos del reparto de volantes.»

    7. Te diré: «Le leí los fragmentos de las declaraciones de otras personas arrestadas en el mismo caso. Sus colegas son tan honestos que nos confiesan todo lo que hicieron. No quiero decir que lo apruebo, pero tampoco puedo negarles mi respeto. En cambio, usted es un cobarde.»

    8. Te diré: «Después de la confrontación con Fulano, creo que ya no cabe duda de que las aclaraciones de sus colegas son bastante sinceras. Los reincidentes (ya tendrá la oportunidad de hablar con tales tipos en la cárcel) dicen, con razón, que cualquier caso en que uno tenga cómplices está perdido de antemano en el momento de la detención. No es difícil quebrar un grupo. Lo confirman casos de espionaje, estafas económicas y malversación de divisas. ¿Sabe qué? En cada caso los detenidos empiezan a hablar tarde o temprano. Por ejemplo, en su grupo hablan todos. Solo usted no se ha decidido todavía –y eso le costará mucho–. Es que al final cada uno quiere salvarse a sí mismo. Cada cual, al defenderse a sí mismo, descarga la responsabilidad en sus compañeros, y el que se queda callado recibe más acusaciones por las confesiones de otros. Cuando finalmente decide hablar, ya es demasiado tarde. El tribunal siempre tiende a creer a quienes se confesaron primero. Volvamos al fragmento de las confesiones de Fulano, quien dice que usted le ordenó organizar los enlaces y convocar mítines de opositores.»

    9. Te diré: «Me parece que usted no quiere a su hijo, si prefiere ir a la cárcel en vez de ocuparse de él. Su hijo llora todos los días y va de la casa de un vecino a otro, porque tiene miedo de quedarse solo. Tendremos que privarla de sus derechos como madre y poner a su hijo en un orfanato.»

    10. Te diré: «Pongamos las cartas sobre la mesa. Sabemos que enviaba ciertos materiales al extranjero. Conocemos ese canal. Las informaciones que nos facilitó el servicio de contraespionaje indican que a través de ese canal fueron también enviados ciertos materiales de gran importancia para la seguridad nacional. Si no desea ser juzgado por espionaje, le queda solo una salida. Indíquenos a la persona que le dio dichos materiales. Si esa persona confirma que fueron solamente unos diarios, usted quedará libre al día siguiente.»

    11. Te diré: «Sabemos que usted se dejó llevar por motivos ideológicos y morales. La gente que le atrajo a esta actividad utilizaron su credulidad, su falta de experiencia y su necesidad de incrementar su autoestima. Nosotros también pensamos que el gobierno ha tomado muchas medidas impropias. Pero usted se ha vuelto un instrumento de ellos y no tiene la menor idea de qué tipo de gente son, cuáles son sus metas políticas, qué relaciones y conexiones tienen. Por ejemplo, ¿sabía usted que el consejero de la dirección regional del movimiento a quien todos ustedes respetaron tanto era un traidor? El tipo tiene cuentas en bancos suizos, anda en un carro nuevo y se ha asegurado bien para la vejez. O ese aparentemente modesto Fulano, su superior inmediato, ¿alguna vez le habría revelado cuántos dólares y de quién los recibía para financiar su actividad? ¿Quiere ver pruebas concretas?»

    12. Te diré: «¿Tiene usted hijos? Ya se me ha olvidado. ¿No? ¡Bien, muy bien, ya que menos personas van a sufrir! Pero, por otro lado, si usted sale de la cárcel después de la menopausia, no tendrá oportunidades de quedar embarazada.»

    13. Te diré: «¿Se da cuenta de que los materiales que reunimos durante la investigación nos permiten acusarle de espionaje y transferir su caso al tribunal militar de inmediato? ¿Sabe usted que la fábrica Tal todo el tiempo producía para el ejército? ¿Sabe usted de qué se encargaba el departamento P8? ¿No lo sabe? Pero nosotros sí sabemos a quiénes del departamento P8 usted les daba dinero. Y paquetes. Supuesta «ayuda a los reprimidos». Usted simplemente no se da cuenta de ciertas conexiones. Esos son casos de espionaje, y le aseguramos que cada servicio de espionaje pagará un dineral por una información tan inocente como apellidos y direcciones de personas despedidas de las fábricas de producción militar. Esas personas son agentes potenciales para cada servicio de espionaje. Y usted participó en lo que fue un abierto reclutamiento de agentes. No estamos seguros si usted pretende ser tan ingenuo o es de veras tan ingenuo que se dejó utilizar en un sucio negocio de espionaje. ¿Pedimos demasiado de usted? Solo queremos saber, pero con detalles, ¿quién, además de usted, organizó la ayuda para los reprimidos en esa fábrica? Si solo se limitaron a ayudarlos, no le pasará nada a nadie. Quédese callado. Pero tenga cuidado porque al salir de aquí –lo que desde luego no va a ser pronto– lo puede atropellar un carro o lo podemos encontrar muerto en su propio apartamento, con todas las apariencias de que se había suicidado. Los agentes de espionaje saben ajustar sus cuentas.»

    14. Te diré: «Sabemos que Fulano le dio ciertas sumas repetidas veces y que tenía que usar una parte de ese dinero para establecer unas impresoras gráficas y otra para ayudar a las familias de los presos. Su compañero fue sincero con nosotros, muy preciso. Fulano estaba un poco preocupado porque usted jamás rindió cuentas de esas sumas. ¿No quiere decir a quién y cuánto dinero entregó? Muy bien. Por razones propagandísticas nos conviene más pintarle como un simple tramposo y malversador. ¡Qué caso tan bonito tendremos! ¡Apropiación de un montón de dinero por un siquitrillado que en prisión se presentaba como activista de la organización opositora! Y créame, encontraremos sin ningún problema testigos que certificarán que usted gastó el dinero en clubes nocturnos. Usted ha de saber cuántas prostitutas trabajan para nosotros. En una palabra, usted escoja: o confiesa lo que necesitamos y en el juicio del movimiento opositor lo sentaremos en el banco de acusados en compañía de gentes que tienen un claro perfil político y nombres que cuentan, o su terquedad sin sentido le llevará a un pequeño juicio con jineteras como testigos de acusación. Piénselo otra vez.»

    15. Te diré: «Su silencio le hace daño no solo a usted mismo, sino a otras  personas también. En la carpeta con los volantes que encontramos en su casa durante el registro, venía el número de teléfono de la señora G. La detuvimos. Como sabe, no es una persona con mucha resistencia psíquica. No me extraña, desde luego. Dejó a un niño pequeño. Tenemos su confesión y mañana se decidirá si le aplican la sanción o quedará en libertad provisional. Sus aclaraciones son desgraciadamente simples y evasivas. El fiscal estará dispuesto a arrestarla. Y usted facilita esa decisión, ya que no quiere contestar a una simple pregunta: ¿de dónde obtuvo su número de teléfono y qué vínculos les unían?»

    16. Te diré: «Como usted se da cuenta, su arresto se debe a las confesiones de su amiga, Fulana. Usted sabe que ella siempre ha tenido poca resistencia psíquica. Después de sus sinceras y exhaustivas confesiones, de repente decayó su ánimo y trató de suicidarse. El psiquiatra diagnosticó que sufre de una depresión. La mandaron para la sección especial para acusados. Imagínese qué condiciones tan difíciles hay allí, aun para gente sana. Los dos sabemos que fue usted quien metió a su amiga en actividades antigubernamentales y que usted era su superior en la estructura de su organización. Si usted confesara, ¿me entiende?, una simple declaración que evidencie que la participación de esa muchacha consistió en ayuda esporádica en el reparto de volantes, de verdad que podríamos soltarla enseguida. Nosotros tampoco queremos enfrentar suicidios en la cárcel. La suspensión del arresto provisional de esa muchacha enferma y deprimida está en sus manos.»

    17. Te diré: «Detuvimos a su novia en el mismo caso y ella trata de defenderlo. Hace mucho que ha empezado a confesar. Ya le leímos los fragmentos de sus entrevistas. Como suelen hacer las mujeres en tales situaciones, ella aumenta su propia participación y asume la responsabilidad por las cosas que hizo. Se está ganando una buena sentencia. Naturalmente, un día usted hará referencia a sus confesiones, pero como ve, ella no sabe arreglárselas sola. No todos son tan resistentes como usted. Por otro lado, le haré una observación, aunque tal vez no debería hacerlo. Su conducta no es noble. Los rufianes resuelven los problemas morales de manera más caballerosa que usted. ¿El héroe del movimiento opositor? ¡Imbécil! Espera tranquilo hasta que condenen a tu mujer.»

    18. Te diré: «Usted sabe que encontramos materiales antigubernamentales en la casa de sus padres y no en la suya (ya que no tiene). Usted sabe dónde trabaja su padre y qué posición ocupa. Usted no se preocupa por informarnos cómo aparecieron esos materiales en su casa. Por lo tanto, nos permite suponer que igualmente podrían pertenecer a su padre. Lo averiguaremos. Creo que no le cabe duda de que después de esta averiguación su padre estará liquidado. Le faltan dos años para jubilarse, ¿no es cierto?»

    19. Te diré: «Es usted una mujer joven e inteligente. Supongo que tiene una ideología, ideales propios, un programa. Sin embargo, ahora parece una imbécil. Tomó algo, algo trasladó, encontró a alguien. Eso ya lo sabemos por las confesiones de otras personas. Pero los otros, al declarar, quedaron mejor que usted. Fulano, por ejemplo, nos escribió su exhaustivo credo político. Por tanto, será juzgado como activista político. Usted quedará solo como la amante utilizada de recadera. Dudo mucho que le guste ese papel.»

    20. Te diré: «Sus colegas del, ¿cómo ustedes lo llaman?, “movimiento opositor”, se portaron como principiantes. No siguieron las reglas de la conspiración. Gracias a su tontería e imprudencia logramos detenerlos tan rápido. Sabemos que usted es mucho más serio desde el punto de vista organizativo y profesional. Si su grupo maniobrase conforme las reglas elaboradas por usted (lo sabemos por las confesiones que hizo Fulano), nos costaría más trabajo derrotarlos. Usted es una persona educada, de alto nivel, y nosotros sabemos apreciar a un profesional. Lo siento, pero usted se rodeó de una banda de imbéciles. ¿Sabe qué? El juicio a su grupo (igual que a otros grupos) un día será estudiado por un historiador. Y ese futuro historiador los juzgará como un movimiento opositor bien organizado y políticamente maduro, o bien como unos idiotas mocosos. Por lo tanto, ¿tal vez quisiera usted explicar cómo su grupo distribuía los volantes?»

    21. Te diré: «Dime, ¿son ustedes los que van a tumbar al gobierno con botellas de gasolina? Con gusanos como tú nos la arreglaremos. ¿Ves esta pistola? No mires atrás. Mis colegas no están haciendo nada, están parados. Tenemos mucho tiempo. ¿Quién te lo dio?»

    22. Te gritaré: «Mire, aquí tiene un volante. En su opinión, ¿qué es esto? ¿Quién lo escribió? ¿Para qué?  No quiere hablar, ¿eh? Lo enseñaron a guardar silencio, ¿no es cierto? Otros más duros que usted cantaron y ahora están bien jodidos. Así que, ¿quién se cree? ¿Cree que usted es una excepción? ¡No! ¡Aquí no hay excepciones!»

    Te aconsejo que pienses otra vez en aquellas preguntas que más te asustan o desestabilizan, hasta que te sientas fuerte y bien preparado para todo.

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