Crónicas

Apuntes sobre la apatía o cómo elegir bien a tu candidato

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Los domingos en La Habana suelen ser bastante monótonos. Silencio. Hoy el ruido solo acude a través de las pantallas. Alguna tea virtual librada en los televisores o los celulares, cada cual con su propia dosis de propaganda: la televisión nacional con un bombardeo constante por el «voto unido»; las redes sociales haciendo eco de la campaña por el «no», con sus ramas extendidas desde el exilio, acogidas por el creciente número de cubanos que fisuran, como nunca antes, la «tradición» postrevolucionaria de la unanimidad.

Es 26 de marzo de 2023, el día fijado para sacar las urnas, armar 23 mil 648 colegios electorales y procurar que más de ocho millones de cubanos den sus votos a los 470 diputados que integrarán la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP). Luego ellos tendrán a su cargo elegir al presidente y vicepresidente de la República. 

Elecciones en Cuba / Foto: Adriana Fonte

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Félix David Rodríguez Estévez, de 24 años, exestudiante del Instituto Superior del Ministerio del Interior (ISMI) y uno de los participantes en la protesta de la calle Obispo el 30 de abril de 2021, decidió no ejercer su derecho al voto: «Ni siquiera perdí mi tiempo. Considero que votar por una sola idea política es antidemocrático. El camino de la reafirmación pretende hacer contar mi voto para un gobierno que no es el que yo elijo. Si bien en otras ocasiones sí he votado, mi criterio ha cambiado en los últimos años de forma radical. Tenía otra idea de lo que era mi revolución. La represión a la que me he visto sometido, que he visto ejercer sobre algunos colegas, me ha hecho derivar hacia la idea de que lo que ellos proponen no es lo que yo quiero para mi país. El Sistema Electoral Cubano no es útil a los tantos cubanos que, como yo, piensan diferente. Y no creo que logren números altos, aunque los CDR vayan hasta la puerta de tu casa para presionarte en la decisión de ir a votar o no».

Elecciones en Cuba / Foto: Adriana Fonte

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El día de «elecciones» se inaugura a las 7:00 a.m. Las esperanzas del Consejo Electoral Nacional (CEN) están puestas en las cinco o seis horas de la mañana, cuando el flujo de personas regularmente es más intenso. El fin de la jornada fue establecido a las 6:00 p.m., pero a 20 minutos de la hora pactada, la secretaria del CEN, María Esther Bacallao, acogida al artículo 97.2 de la Ley Electoral, anunciaba que se extendían los sufragios una hora más en todo el país. 

Cae la tarde en La Habana. Atravesar la ciudad, cámara en mano, hasta La Habana Vieja, lejos del Malecón, prefiriendo las entrecalles, bajo el sol que marca las últimas horas de las elecciones, puede ser de todos modos un pobre termómetro para medir la apatía política. El mejunje triunfalista que contrasta con el tedio cotidiano. Carteles que proclaman el «voto unido» como la más «democrática» de las opciones. Banderas que cuelgan de los balcones y niños que visten sus uniformes para custodiar las urnas, convocados por maestros que a su vez fueron convocados por sus jefes; un pastiche de la narrativa de Fidel Castro que, en 1976, eligió a los pioneros como «expresión más pura de la democracia cubana».

Son las 4:15 p.m. Una notificación en mi teléfono avisa que, al cierre de las dos de la tarde, había votado un 60.14 por ciento del padrón básico de ocho millones 120 mil 072 electores.  

Elecciones en Cuba / Foto: Adriana Fonte

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Mario Garrido, residente de Marianao y estudiante de primer año de la carrera de Ciencias Farmacéuticas en la Universidad de La Habana, dijo este domingo a El Estornudo: «No voy a votar para ser uno más dentro del utilitarismo de la dictadura. Da igual el nombre que esté en el papel, da igual la careta que utilicen para ejecutar los mandatos de sus superiores. En realidad, da igual quien quede para cumplirlo».

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La televisión estatal y la prensa digital oficialista cuentan el minuto a minuto de la jornada; presentan un entusiasmo que mi cámara no capta ni siquiera en las arterias principales de la ciudad. Hospitales, consultorios, escuelas, casas; cualquier lugar ha servido para plantar un colegio electoral que incluye las candidaturas de personas que a menudo ni siquiera habitan en la demarcación en que han sido propuestos. Una puesta en escena que busca reproducir las estructuras hegemónicas. Un acto de reafirmación (revolucionaria) que solo podría enturbiar el número de abstenciones, sin que eso vaya a importar mucho en la práctica.

Elecciones en Cuba / Foto: Adriana Fonte

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«Se trata de que el proceso sea eficaz, pero son escasas las posibilidades de que eso ocurra cuando el pueblo no tiene motivación alguna. Democrático sí creo que es, ya que todo el que decide venir puede votar por quien desee en la lista de candidatos propuestos. Además, puede hacerlo de forma voluntaria y secreta», dice una joven de 21 años, que ha solicitado preservar su anonimato. También de manera voluntaria, ella decidió participar como secretaria de una mesa electoral en un municipio del sur de la capital.

En respuesta a otra interrogante de El Estornudo, sus palabras revelan una contradicción que sospechamos no habita tanto en lo que dice como en la realidad misma de esta jornada electoral: «La verdad, no creo que influya esta acción en el futuro del país. Más bien, se realizan estas votaciones por quedar bien, por dar la impresión de que realmente el pueblo elige a sus dirigentes, pero sabiendo que no es así». 

¿Viste a algún funcionario yendo a las casas de personas que faltaban por votar?

Sí. Más o menos desde el viernes convocaron y se distribuyó el papel con las citaciones, pero la gente sigue sin acudir.

¿Cómo es el proceso de conformación de la mesa electoral?

Nos eligió el presidente de la mesa electoral y nos capacitó brevemente. A los que trabajamos para el Estado nos liberaron dos semanas antes del día de las votaciones, con derecho a salario completo y a las estimulaciones que otorga el trabajo estatal. El día entero nos han dado desayuno, merienda, café, almuerzo. Debo decir que la atención ha sido muy buena.

¿Has sido testigo de alguna irregularidad en el proceso? 

No. No en este Colegio Electoral. Todo ocurrió como lo estipulado. Lo curioso es que la gente iba y preguntaba cosas como: ¿por quién hay que votar?, o: ¿qué más debo hacer? Era evidente que, ni con tantas horas de televisión explicando el proceso, la gente estaba informada. Era evidente que iban para cumplir; ni siquiera conocían a sus candidatos.

Elecciones en Cuba / Foto: Adriana Fonte

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Son las ocho de la noche, y está disponible el cierre estadístico de las 5:00 p.m. Los canales oficiales informan que acudieron a votar cinco millones 711 mil 397 electores, un 70.34 por ciento del padrón básico. Esta cifra supera en 1.71 por ciento a la correspondiente —en igual momento de ambos procesos— al referendo sobre el Código de las Familias

No parecen suficientes las campañas de oposición para despertar cívicamente a un pueblo que, sumido en el tedio cotidiano, vive expuesto a la propaganda televisiva y no tiene, en su mayoría, el privilegio del Internet por datos. Los críticos del régimen esperan números inflados en un proceso sin mínima transparencia. Y una vez más la idea de un equipo de gobierno, y de un sistema, con poco respaldo popular no cuadra con los números de participación compartidos por el oficialismo: los resultados preliminares indican que sufragó el 75.92 por ciento de los empadronados. Incluso, el 72 por ciento de los electores habría votado por todos los candidatos propuestos en cada boleta (unido). 

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«Lo hice sobre todo por acompañar a mi pareja, que también estaba ubicada en la mesa. No, no creo que el proceso sea democrático», opina un joven de 20 años que también se personó voluntariamente, como vocal, en la mesa electoral antes mencionada, adonde fueron convocados los votantes de una zona semirrural y periférica de La Habana. «A la hora de la verdad ellos no cuentan con nosotros para las decisiones».

¿Qué te ha parecido el proceso, más allá de su legitimidad? ¿Cómo has sentido a la gente?

No hay motivación, ni en los votantes ni en nosotros, los que nos sentamos de este lado. La gente vota por votar, no tiene noción del acto político. A mí me convocó la presidenta de mi CDR hace como tres semanas. Llegamos aquí a las 6:30 a.m. y acabamos a las 7:00 p.m. Todo lo que nos dieron fue comida; todas a su horario, sin excepción.

¿Sabes si en tu comunidad fueron a pedirle el voto a la gente?

Sí, fueron a buscar a varias personas. Mucha gente no quería venir. En un momento de la tarde se dieron cuenta de que faltaba mucha gente por ejercer el voto y salieron a buscarlos a sus casas. No hablo de gente incapacitada o ancianos. Hablo de gente en plenas condiciones de venir hasta aquí. También conozco a mucha gente que, metida en lo del parole, no quiso venir pensando que se pudiera afectar este proceso.

¿Has visto alguna mala práctica en tu Colegio Electoral?

La verdad es que no. El voto ha sido secreto, como siempre. Vas detrás de la cortina, votas, echas la boleta en la urna. Fin. 

Elecciones en Cuba / Foto: Adriana Fonte

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No son pocas las noticias sobre activistas que este domingo se encontraban sitiados por agentes de la Seguridad del Estado. Habría que trenzar muchos testimonios para conformar la narrativa adecuada para esta jornada electoral, diferente a aquella del Código de las Familias, cuando el 74.12 por ciento asistió a las urnas y el «Sí» prevaleció, y muchas personas sentían el peso de su elección y la tirantez de los criterios opuestos. Habría que tener mucha destreza para fotografiar la apatía.

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Leonardo Mayor Álvarez, de 27 años, vecino de San Miguel del Padrón, en La Habana, decidió no asistir al Colegio Electoral, aun cuando está en uso de todas las facultades para ejercer el sufragio: «Yo no voté, por supuesto. Yo casi nunca voto. No me interesa nada de eso, ni me va a resolver ningún problema. Además, estoy en medio del proceso de aplicación al parole, en espera de aprobación. Las veces que he votado en mi vida han sido porque la delegada ha llegado hasta mi casa y me ha puesto en situaciones incómodas. Pero, para mi sorpresa, esta vez nadie llegó. Ni siquiera me entregaron la citación».

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Un domingo cualquiera. Uno más en que las voces críticas, más allá de la burbuja virtual, no logran incidir demasiado en el acontecer político. La participación electoral relativamente alta declarada por las autoridades indica quizá —contrario a lectura habitual en otros contextos— que persiste la indiferencia, que el sistema conserva su inercia.  En todo caso, los números aún no reflejan el murmullo cotidiano, la falta de legitimidad del régimen político que sí denuncia, por ejemplo, la reciente crisis migratoria cubana.

Pero ya sabemos que los domingos en La Habana suelen ser bastante monótonos. 

*Este es un texto realizado en colaboración entre Adriana Fonte y Manuel D la Cruz.

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