Smoked Brooklyn

Son las dos de la tarde en Brooklyn y se puede mirar al sol directamente. Las escenas sepias no pertenecen a una película de los setenta; son imágenes captadas este 7 de junio por la fotógrafa cubana Evelyn Sosa, quien salió —los ojos irritados, molestia en la garganta— para retratar la gran nube de humo que se ha tragado la urbe.

Este miércoles, casi cien millones de personas estaban bajo alerta desde Texas y el Medio Oeste hasta el Noreste de Estados Unidos a causa de la inmensa humareda generada por incendios forestales en Canadá. Los medios hablan de «atmósfera apocalíptica» en Nueva York, mientras los expertos sanitarios advierten sobre la amenaza para la salud que suponen los altos niveles de contaminación.

«Una columna de bruma causada por los incendios forestales canadienses retrasó los vuelos y provocó la cancelación de tres grandes producciones teatrales de Nueva York y dos juegos de las Grandes Ligas de Béisbol»; así lo cuenta The New York Times. «La gobernadora de Nueva York, Kathy Hochul, calificó el empeoramiento de la calidad del aire como “una crisis de emergencia”».

En Google Maps, varios puntos de la ciudad aparecen etiquetados como «Hazardous» («Peligroso»; 301+), la sexta y última categoría en el Índice de Calidad del Aire (AQI, por sus siglas en inglés).

En la puerta de su edificio, Evelyn Sosa encuentra improvisadas exhortaciones a usar mascarilla en caso de salir a la ciudad, como en tiempos de la última pandemia. Escritos a mano por algún vecino, «tips para mantenerse a salvo»: ventanas cerradas (pero el humo se siente incluso dentro de casa); evitar en interiores actividades como fumar, freír u hornear alimentos, prender incienso; no hacer ejercicios al aire libre; beber mucha agua; usar mascarilla si… (otra vez), tampoco está demás usar gafas; ser aún más cuidadoso si padeces asma, si tuviste COVID-19, si eres niño o anciano…

Hay, eso sí, una veta nostálgica, decadente, ya clásica —y, como sabemos, abrumadoramente involuntaria— en estas imágenes. Si no fuera por esos autos demasiado modernos y por cierta parafernalia publicitaria en las fachadas, alguien quizá pudiera alzar la vista hacia la cámara y nosotros entonces reconoceríamos, por un segundo, al valeroso agente policial Frank Serpico con su atribulado rostro de Al Pacino.

(Fotografías autorizadas por Evelyn Sosa).