Recientemente, Madonna compró un cuadro mediocre a un artista valenciano donde aparece el rostro de Putin con bigote hitleriano. Le gustó tanto la idea del Putin nazi que no pudo resistirse. En estos días, esa idea falsa circula por el mundo como un fantasma, y nadie puede resistírsele.

No está sola Madonna. Media humanidad ha alzado la voz para acusar a Putin de nazi y compararlo con Hitler. Nada hay de extraño en que Madonna confunda a Putin con Hitler (¿qué sabe ella de Historia?), ni en que la humanidad tropiece con las mismas sutilezas ideológicas por enésima vez. Si la humanidad fuera la participante de un programa de concursos, hubiera perdido el juego. Su respuesta final a la pregunta de quién es Vladimir Putin es errónea: Putin no es nazi.

La misma técnica infantil de confusión que usa Madonna para denigrar a Putin, la usó Putin para vilipendiar a los ucranianos. En esto, la baladista y el déspota tienen algo en común. En un largo discurso donde definió los objetivos de su nueva ofensiva militar, Putin dijo que pretendía «desnazificar» Ucrania.

Madonna y Putin echaban mano de un mecanismo diversionista. Ambos saben que mienten y que falsean las categorías históricas, pero también confían en que una mentira repetida (como dijo Joseph Goebbels, que sí era nazi) se convierta, a la larga, en verdad.  Eso ya está pasando.

¿De qué valernos para una definición correcta de Putin? Una simple ojeada a la página de Wikipedia nos provee los datos necesarios. Para empezar, Vladímir Vladímirovich Putin es abogado, como Vladímir Lenin y el doctor Fidel Castro, no un pintor mediocre de cuadros comerciales, como Adolfo Hitler. Desde los 22 años, es judoca y operativo de la temida KGB. Un espía graduado de la Academia Andrópov de Espionaje, en el Moscú medieval de los años setenta. De 1985 a 1990 fue operativo de la inteligencia soviética en Berlín. Todos los datos y fechas marcan a Putin como el clásico ejemplar de Homo sovieticus.

Pero hay más: Putin encabezaba el gobierno ruso durante la Segunda Guerra Chechena, y los expertos creen que probablemente haya ordenado dinamitar varios importantes edificios civiles de Moscú como excusa para la intervención, un pasaje de la historia moscovita que se conoce como «Rusia Dinamitada».

Es una técnica terrorista que resultará familiar a cualquiera que haya estudiado las operaciones de acción y sabotaje del joven Iósif Stalin, conocido por el nombre de guerra de «Koba», bajo las órdenes de Lenin, en la Georgia de principios del siglo XX. Putin es el discípulo de Koba, el continuador de la tradición terrorista bolchevique y un rezago de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, cuya disolución ha lamentado públicamente en más de una ocasión.

Entonces, ¿por qué los medios le endilgan el bigote de cepillo del nazismo y lo comparan con Hitler? ¿Qué se oculta detrás de ese mostacho, digno de una película rusa de espionaje, que pretende desviar la atención sobre su verdadera identidad? ¿No debería Putin llevar el bigotón de Stalin? ¿No necesita Putin ser desnazificado?

El problema es que el comunismo sigue siendo un fantasma, como en tiempos de Marx y Engels. La gente no lo ve, no lo detecta, ni aún cuando arrasa pueblos completos en Ucrania, vuela plantas nucleares en Zaporiyia o envía a un comando de cazadores a traerle la cabeza de del judío Zelenski, como había hecho antes con el judío León Trotsky.

El mundo se resiste a verlo, porque Hollywood convirtió a Hitler en un personaje de reparto, fácilmente reconocible como villano, en los momentos en que Hollywood estaba cundido de comunistas. Sería de mal gusto acusar a Putin de comunista, porque «comunismo» es una palabra impronunciable en buena compañía.

Chaplin y Hitler son los emoticonos del amor y el odio que Hollywood nos impuso, dos aspectos conjugados del mismo bigotico. Pero Stalin no consta, Lenin no asoma, y los comunistas de Hollywood no existen ni existieron nunca, son una fantasía. El bolchevismo no aparece registrado en la película de horror del Oeste.

Resignémonos, entonces, a la idea de que Putin es nazi, y que el bigote de Stalin seguirá guardado, para alguna ocasión especial que nunca llega, en el departamento de trucaje de la Historia Universal.

8 Comentarios

  1. No importa si Putin es o no tecnicamente fascista.

    Esta cometiendo crimenes de guerra.

    Ahora, abrieron fuego contra un hospital y varios centros de salud.

    Rusia va a tener un muy serio problema de no terminar rapido esta guerra y seguir provocando victimas civiles. Mas nunca, mientras este Putin en el poder, va a dejar de ser un paria mundial. No le van a quitar las sanciones.

  2. Mientras los rusofilos de Cubabebate quieren meter miedo con el indestructible poder del gigantesco oso , ya su ejercito ha perdido un diez por ciento de su potencial bajo el fuego de 17 000 armas antitanques donadas a Ucrania por los paises aliados.
    La amenaza de Putin de usar armas atomicas no parece quitarle el sueño a nadie, seria un acto de suicidio.
    Mi antiguo profesor de la U de la Habana, otro rusofilo, esta analizando en Cubadebate la pauperrima economia Rusa. Quiero ver que dice sobre el efecto de las sanciones.

  3. Ucrania ha insinuado esta semana que podría negociar un estatus de neutralidad y renunciar a solicitar una entrada en la OTAN, pero se niega a ceder parte de su territorio.

    Obvio. Rusia ha perdido un 10 por ciento de su material de guerra en unos dias, Cuando le destrocen el 50 por ciento, ¿Lo pensara mejor?

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