Victoria’s Secret, Gigi Maduq y la sororidad

    La modelo e influencer cubana que se identifica como Gigi Maduq en Instagram —donde cuenta con unos 25 mil seguidores— publicó la semana pasada una historia en que manifestó su rechazo a que la marca de lencería estadounidense Victoria’s Secret incluya a mujeres diversas en sus publicidades. «Por mí Victoria’s Secret se puede ir a la quiebra, lo siento mucho», escribió como encabezado en una imagen donde aparecen dos fotos de modelos contrapuestas. Una foto muestra a las flacas tradicionales que han representado a la controversial marca —que históricamente ha sido cualquier cosa menos inclusiva— y la otra, a mujeres con más o menos sobrepeso. Gigi agregó, en mayúsculas, el siguiente criterio: «La decadencia».

    Curiosamente, esta búsqueda por parte de Victoria’s Secret de modelos que desafían los prototipos de belleza hegemónicos, sobre todo en los últimos tres años, responde a una necesidad de sobreponerse a numerosas denuncias de sexismo, misoginia, transfobia, acoso sexual, apropiación cultural y discriminación de género. Quizás una de las denuncias más mediáticas fue la que se generó a partir del lanzamiento en 2014 de la colección Body by Victoria, que iba acompañada de posters de varias Victoria’s Secret Angels y del siguiente mensaje: «The Perfect Body». El escándalo y el rechazo en redes sociales fueron tan grandes que sus directivos terminaron cambiando la dictatorial frase por otra: «A Body for Every Body».

    En noviembre de 2018, un análisis publicado en The New York Times advertía que, aunque Victoria’s Secret seguía siendo la marca líder de lencería en Estados Unidos, su participación en el mercado estaba yendo en picada. «Las ventas están cayendo y las acciones de la compañía bajaron un 41 por ciento este año. En un estudio de consumidores de septiembre de 2017 realizado por Wells Fargo, el 68 por ciento de los encuestados dijo que le gustaba menos Victoria’s Secret de lo que solía, y el 60 por ciento dijo que cree que la marca se siente «forzada» o «falsa»».

     Al Victoria’s Secret Fashion Show no le estaba yendo mucho mejor. De acuerdo con el Times, entre 2013 y 2018 había perdido casi la mitad de sus espectadores totales. «En 2013, cuando el programa todavía era una especie de evento, atrajo a una audiencia de 9.7 millones de espectadores, cifras mayores esa noche que la emisión de The Voice de NBC. El año pasado, el programa atrajo una audiencia de solo cinco millones, aproximadamente tres millones menos de espectadores que los sintonizados en la transmisión de CBS del clásico navideño Rudolph the Red-Nosed Reindeer dos horas antes».

    Edward Razek, creador y organizador de la fantasía de los Angels, quien fuera director de marketing de L Brands, Inc., la minorista de modas a que pertenece la marca Victoria’s Secret, tampoco ayudó mucho. Razek insistía en que había que preservar el paradigma de belleza femenina de Victoria’s Secret. Incluso, en noviembre de 2018, en una entrevista con Vogue, realizó declaraciones discriminatorias hacia las modelos trans y plus-size. Luego pidió disculpas públicamente y Victoria’s Secret contrató en 2019 a una modelo trans por primera vez en su historia. Pero el impacto negativo que había ocasionado en la opinión pública no desaparecería mágicamente.

    En agosto de ese mismo año, Razek renunció y, en noviembre, el Victoria’s Secret Fashion Show fue suspendido. La mítica marca empezaría así a tomarse más en serio la necesidad de limpiar su imagen y aprender a interpretar una época en la cual los discursos, aspiraciones e intereses de las mujeres cada vez tienen menos que ver con la imagen de una modelo huesuda que desfila por una pasarela en tacones y con un par de alas.

    Sin embargo, a Victoria’s Secret le ha tocado no solo superar su anticuada y patriarcal visión de las mujeres para reconquistar el mercado. Sus problemas no se han circunscrito a los diseños de sus tangas y las estrategias publicitarias. También hacia el interior de la compañía muchas empleadas —modelos y no modelos— sufrieron tratos discriminatorios, violentos o abusivos por parte de sus jefes o colegas hombres.

    En febrero de 2020, el Times publicó una investigación («“Angels” in Hell: The Culture of Misogyny Inside Victoria’s Secret») que denunció «una arraigada cultura de misoginia, intimidación y acoso» dentro de la empresa, a partir de la revisión de documentos y entrevistas con más de 30 ejecutivos, empleados, contratistas y modelos. Razek, que entonces ya había renunciado, fue identificado como uno de los principales responsables. El otro fue su superior: el billonario Leslie Wexner, fundador de L Brands y director ejecutivo de la compañía, quien dos semanas después de publicada la investigación anunció que era tiempo de retirarse y quedarse como presidente emérito.

    Wexner, en 2020, ya tenía mala fama en los medios, por haber sido cercano al financista y abusador sexual Jeffrey Epstein, quien en agosto de 2019 amaneció muerto en la prisión de New York donde esperaba juicio. La versión oficial sostuvo que se trató de un suicidio por ahorcamiento, pero hay quienes creen que fue asesinado para evitar que involucrara a importantes figuras de la política y los negocios.

    Epstein había sido encarcelado apenas un mes antes de su muerte bajo acusación de tráfico sexual con menores y conspiración para ello, lo que pudo haberle costado una sentencia de hasta 45 años de privación de libertad. Su detención fue un hito. Epstein era un hombre poderoso, bien conectado, que ya en 2008 había sido procesado, sin grandes consecuencias, por procurarse los servicios sexuales de una menor de edad: cumplió una condena de 13 meses durante la cual le permitieron continuar con su trabajo hasta seis días a la semana, ir de compras y pasear por Palm Beach. Y luego siguió con su vida de privilegios, hasta julio de 2019.  

    Todas estas historias, y muchas otras, que nada tienen de secretas, han venido a arruinar los encantos de Victoria’s Secret para gran parte de sus seguidoras. Por eso muchas de las decisiones que ha tomado la compañía recientemente buscan proyectar una visión progresista e inclusiva que ayude a restaurar su legitimidad.  

    Para ir más lejos, el pasado 16 de junio, L Brands presentó en un comunicado de prensa la nueva junta directiva de Victoria’s Secret: la integran seis mujeres y un hombre, y la preside una mujer. Igualmente, anunció que se asociaría con VS Collective y con VS Global Women’s Cancer Fund para «impactar positivamente la vida de las mujeres en todo el mundo».

    «VS Collective», explica el comunicado, «es una nueva plataforma de asociación que reunirá a un grupo incomparable de mujeres precursoras y desbloqueará una serie de relaciones sociales, culturales y comerciales que influirán de manera fundamental y darán forma al futuro de la marca de mujeres más grande y reconocida del mundo. VS Global Women’s Cancer Fund es una iniciativa pionera para financiar proyectos de investigación innovadores destinados a mejorar los tratamientos y curas para los cánceres de mujeres e invertir en la próxima generación de científicas».

    Yo no podría decir si Gigi, la modelo cubana, estaba informada o no sobre todo esto. Prefiero creer que opinó desde la más profunda ignorancia. Sin embargo, incluso si la ignorancia es parte de la explicación para sus prejuicios, de todas formas, seguiría siendo responsable de sus palabras. Y sus seguidores no van a dejar de cuestionarla por esa razón.

    Pero en esta historia Gigi es apenas el detonante del debate. Su rostro y su nombre. Yo no creo que la manera correcta de enfrentar los discursos discriminatorios sea devolviendo «el golpe» a quienes los emiten. El propósito de denunciar los discursos discriminatorios debe ser educar para evitar que se sigan reproduciendo.

    Debemos decir que a Gigi le costó, porque después publicó una segunda historia para reforzar, con más argumentos, su idea inicial. Además, dijo que las tendencias a incluir la hacían sentirse excluida. Algo que también dicen los hombres detractores del feminismo y las personas homofóbicas, por ejemplo; algo que expresa los miedos y los odios que la cultura patriarcal, cis y heteronormativa han promovido durante siglos a través de la familia, los centros educativos, los medios de comunicación, las legislaciones y la mayoría de las instituciones públicas.

    La resistencia a reconocer la diversidad y a las políticas inclusivas es la resistencia a perder nuestros privilegios. Aunque Gigi es mujer, negra y cubana, y trabaja en una industria que ha sido históricamente machista y racista, con respecto a las modelos plus-size tiene una ventaja que, por supuesto, teme perder.

    En el post de Instagram en el cual pidió disculpas, lo reconoció: «cuando hablo con tanto ahínco es porque como cualquier persona tengo inseguridades y me asusta el paso de una era a otra, como le puede pasar a cualquiera».

    Porque Gigi, igual que muchas otras modelos, seguramente pensaba que es injusto que las modelos gordas tuvieran las mismas oportunidades que ella, que es flaca, y que se ha esforzado y sacrificado para cumplir con los patrones de belleza de ese mundo. Esta lógica, por supuesto, se basa en el criterio infundado de que las modelos gordas no se esfuerzan ni se sacrifican lo suficiente, y que son gordas porque no quieren seguir dietas y rutinas de ejercicios estrictas. Forma parte de la mitología que se ha construido en torno a las personas gordas, junto con el otro criterio más popular de que el sobrepeso —no la obesidad— está asociado necesariamente con problemas de salud y no debe ser de ninguna forma reivindicado.

    Pero el hecho es que las razones por las que las personas engordan son sumamente complejas. A veces la gordura es consecuencia de desajustes hormonales, de trastornos mentales, de traumas, de condiciones económicas precarias o, simplemente, de la adopción de otros cánones de belleza.

    Yo mido 164 centímetros y hasta los 27 años pesé unos 48 kilogramos. Y no me gustaba mi cuerpo tan delgado. Yo siempre quise engordar, tener masas, muslos y brazos macizos, los cachetes más rellenos, que no se me notaran los huesos del torso. Hoy, con 33 años, y la misma estatura, desde luego, peso 64 kilogramos. Nunca he estado más feliz con mi cuerpo. Antes me aceptaba, me quería, pero estaba inconforme.

    Mi mayor preocupación en estos momentos es no perder las libras que he ganado en los últimos tres años. No seguir subiendo de peso. Creo que los cuerpos delgados también son hermosos, y los respeto, porque fui flaquísima toda mi vida, pero me siento mejor conmigo misma cuando estoy por encima de los 60 kilogramos. Eso es lo más importante: cómo te sientes con tu cuerpo.

    Si algo quisiera que Gigi entendiera es que todos estos cambios que buscan incluir y representar la diversidad que somos no representan amenazas sino oportunidades. El derecho a trabajar en la industria de la moda no debería ser un privilegio de las flacas sino un derecho de todas las mujeres que se preparen y entrenen para ello. Los privilegios nos vuelven a todas más vulnerables.

    La buena noticia para Gigi es que, si en un año o en diez engorda, va a seguir encontrando trabajo. Si envejece, va a seguir encontrando trabajo. Y eso es gracias a las mujeres que han trabajado para hacer el universo de la moda cada vez más justo y diverso.

    Además, todo lo que ayude a quebrar los paradigmas patriarcales ayuda a proteger de las violencias. Que Victoria’s Secret contrate a modelos gordas y trans, que conforme una junta directiva con mujeres, ayuda a legitimar una visión distinta, más liberadora, de lo que las mujeres somos: va cambiando la cultura que ha generado tantas historias de abuso, acoso, maltrato y discriminación.

    En otras palabras: Gigi, querida, bonita, la próxima vez que veas a una modelo gorda, o a la que le falte un brazo por un accidente, o que sea abiertamente trans, piensa que, gracias a esas presencias, que son resultado de batallas contra el machismo, tú también estarás un poquito más segura. No son ellas tus rivales.

    Las mujeres necesitamos competir menos entre nosotras. Necesitamos más sororidad. No porque la sororidad sea una palabra bonita, utópica, sino porque es una estrategia para ser más fuertes y llegar más lejos en un mundo que está diseñado por los hombres y para los hombres. Y si inspiramos a otras, que no sea por cómo lucimos, que sea por lo que somos y logramos.

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    4 COMENTARIOS

    1. No conocía a Gigi Maduq, pero lo primero que pienso cuando alguien critica las nuevas medidas de VS no es que sean gordofóbicos, sino que buscan exponer a una compañía hipócrita. VS no ha hecho estos cambios para ser auténticamente inclusivos y feministas, sino por marketing: entre muchas medidas, les conviene incluir a modelos que no sean delgadas para vender. Están explotando a la mujer que no entra en el canon y no veo por qué debemos celebrarlo.

      Todo esto lo refuerzo porque, cuando entré al perfil de Gigi Maduq, vi que desde hace tiempo hace campañas de inclusión. Que ella sea flaca no significa que no pueda hacerlo. Es más: qué bien que la típica modelo delgadita dé visibilidad, porque así los que la siguen entienden que no es «cosa de gordas que no quieren ser saludables», sino también cosa de chicas delgadas que buscan un mundo más justo para todas.

    2. Yo quiero jugar en el Barcelona Futbol Club..pero me siento discriminado por Messi y los demas que son muyy buenos.Yo no tanto,no clasifico para esa liga.Todos los trabajos señores tienen requisitos a cumplir,en este caso de los modelos..pues adivinen cual es?..el cuerpo,si ..no nos rasgemos las vestiduras y pensemos lo contario .Ah,otra cosa es traumatizarse con ideales de belleza que solo cumplen el 1 % de las personas..ya ahi si se deberia educar a los niños y niñas para que no sufran esos traumas..pero el camino no es bajar el nivel.La moda de alta costura es una fantasia bella ,diseñadores elitistas haciendo vestidos imposibles para hombres y modelos superperfectos..no no los tomemos tan en serio.Yo una vez me di cuenta que no iba a llegar al Barcelopna Futbol Club y tuve que volverme informatico..que se le va a hacer..ja,ja

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