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Mazorra, 1998

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En febrero de 1998, mientras Cuba esperaba al Papa Juan Pablo II, Damaris Betancourt regresó a La Habana con el objetivo de realizar una serie de reportajes sobre aquel acontecimiento para un periódico suizo. Sin embargo, su acreditación como integrante de la prensa extranjera fue denegada, tal como temía, por su condición de cubana. Frustrada, con tantos carretes por disparar y una apremiante necesidad de aprovechar su estancia en la isla, decidió retomar un antiguo contacto en uno de los sitios más nombrados, y a la vez, más enigmáticos de la capital cubana, “Mazorra”.

Una semana después, con el inesperado consentimiento de su director, el comandante Bernabé Ordaz, la fotógrafa comenzó a recorrer las instalaciones del Hospital Psiquiátrico de La Habana. Un complejo con 62 hectáreas y capacidad para unas 2500 camas que fuera instituido hacia 1857 en terrenos pertenecientes a Don José Mazorra.

 

  • Damaris Betancourt. Mazorra 1998
  • Damaris Betancourt. Mazorra 1998
  • Damaris Betancourt. Mazorra 1998
  • Damaris Betancourt. Mazorra 1998
  • Damaris Betancourt. Mazorra 1998
  • Damaris Betancourt. Mazorra 1998
  • Damaris Betancourt. Mazorra 1998
  • Damaris Betancourt. Mazorra 1998
  • Damaris Betancourt. Mazorra 1998
  • Damaris Betancourt. Mazorra 1998
  • Damaris Betancourt. Mazorra 1998
  • Damaris Betancourt. Mazorra 1998
  • Damaris Betancourt. Mazorra 1998
  • Damaris Betancourt. Mazorra 1998
  • Damaris Betancourt. Mazorra 1998
  • Damaris Betancourt. Mazorra 1998
  • Damaris Betancourt. Mazorra 1998

 

Cada segundo estuve acompañada por lo que llamaré mi “sombra vigilante”. Hubo momentos en los que agradecí tener cerca un profesional que sirviera de guía en aquel campus inmenso y que, sobre todo al principio, mediara entre los pacientes y yo, una completa extraña que les apuntaba con su cámara fotográfica. 

Pasado algún tiempo comprobé que un cigarrillo podía abrir de par en par los brazos de un enfermo psiquiátrico. Durante diez días en “Mazorra” tuve amigos fieles, excepcionales. 

Logré rebasar el mero programa de actividades para visitantes, que por entonces incluía visitas a los talleres de manualidades, los campos de rosas y la actuación del grupo de danza mientras el coro entonaba una oda al comandante Ordaz. Pero, aun cuando jugué a ser ingenua e intenté llegar a lugares más sombríos, no lo conseguí. 

Nunca estuve en siniestros pabellones donde los pacientes jamás sonríen, donde padecen las secuelas del electroshock; tampoco allí donde, presuntamente, se torturaba a disidentes y no disidentes políticos. Mi “sombra vigilante” se empeñaba en mostrarme “locos felices”.

En 2010, se hizo pública la trágica noticia de la muerte por hambre y frío de 26 pacientes en el Hospital Psiquiátrico de La Habana. Así, vi confirmadas mis sospechas de que “Mazorra” era un lugar terrible. En las imágenes de la desgracia, me pareció reconocer el cadáver de uno de mis protagonistas.

El Estornudo

Revista independiente de periodismo narrativo, hecha desde dentro de Cuba, desde fuera de Cuba y, de paso, sobre Cuba.

Ver comentarios

  • Trabajo interesantísmo, mejor que retratar al Papa. ¿Se puede saber por qué un comandante dirige una institución psiquiátrica?
    Saludos.

    • Porque era médico y cómplice de la dictadura. Pero, sin dudas, el hospital funcionó con Ordaz mejor que con quienes le siguieron.

  • La única siniestra es Damaris intentando despretigiar el lugar que le abrió las puertas con transparencia. Si no hubiese sido Mazorra hubiese sido otro lugar, su misión era despotricar y engañar!