Opinión

Los dibujos urgentes de Camila Lobón

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Aún hay tiempo para ver la muestra PROJ(3)CT y a los artistas Alejandro Taquechel, Nelson Jalil y Camila Lobón, en Zapata Gallery (Miami), diestramente curada por Rodolfo de Athayde

Fuera y dentro

El arte plástico cubano del segundo decenio milenarista es anticastrista en un nivel no visto antes. ¿Qué hay en este arte? Rompe definitivamente la mordaza de la autocensura («contra la revolución, nada»), reafirmada en el IV Congreso de la UNEAC (1991) por el teórico Carlos Aldana: «nuestro partido no es un partido de estéticos, sino de políticos». ¿Hablar claro? ¡Anatema! Era imprescindible recurrir al sofisma de no decir nada fuera del dictamen (aunque pretendiendo lo opuesto). 

En 2014, Danilo Maldonado (El Sexto) anticipaba el porvenir con el performance Rebelión en la granja, paseando dos cerdos llamados Raúl y Fidel. Otro amago el mismo año fue Tania Bruguera con su #Yo también exijo, en la Plaza de la Revolución. En 2020, Gorki lanza una serie de carteles anticastristas novedosos. La olla se destapa con el Movimiento San Isidro, que da lugar al llamado «Diálogo con los artistas cubanos». ¿No es performance de alto nivel anticastrista la protesta de Maykel Osorbo esposado, junto a El Funky y Luisma, en pleno arrabal centro habanero? En algunos de los videos de ese momento candente aparece una joven vocinglera y discutidora. Se trata de Camila Lobón, la artista que nos concierne en esta reseña.

Influencias

La Lobón es una fiera al tanto de todo a su alrededor. ¿Y su arte? Imaginemos un arco pictográfico de posibilidad combinatoria, especie de Zeitgeist existente por sí mismo. ¿Qué corrientes integran el arco? El Goya de los Caprichos, y otros decadentes de fines de siglo XIX como Alfred Kubin y Felicién Rops. Agréguese una dosis expresionista conectada a estos últimos via el Ensor de 1890 (ilustrador mañoso, influenciado a su vez por la tinta de Holbein «El joven», en la serie Totentanz). El Cristo de Ensor exhibe técnicas mixtas que Lobón emplea con destreza en la serie Virus de cuarentena

«Dios de la Transición Pacífica», de Camila Lobón. Exposición ‘Proj(3)ct’, en Zapata Gallery (Miami) / Imagen: Cortesía de Rodolfo de Athayde

El dibujo

Ernst Gombrich decía que arte es dibujo, y el dibujo, movimiento; más precisamente, línea y curva en contrapunto. El átomo del dibujo radica en el trazo. En un dibujo de la serie Paisajes reflexivos de la conciencia donde se deja escapar lo que perturba, Lobón presenta un panorama pedregoso con vía de agua, usando solo el trazo-en-línea. Otro estudio, «La parte de mi odio que te dejo ver», muestra un iceberg; el odio que no sale a flote en rayado transversal y zigzag febril e intrincado, incluso poético. El enérgico «Monta o queda» (en rojo y negro) exhibe un trazo circular y rizado, de solución a golpe implacable. La forma y el contenido se aúnan felizmente en el boceto «Ser un tsunami y despingarlos a todos». «Redes sociales» es de solución gráfica sagaz. Lobón proyecta una fuerza creadora con estilo propio.  

Encarnaciones de la pesadilla

La noche de inauguración de la muestra un superferolítico calificó el trabajo de Lobón de surrealismo. «Solo a primera vista», respondí mentalmente. El surrealismo no es político; léase el Manifiesto de Breton. El surrealismo necesita un distanciamiento de la realidad (se apoya en el Unbewessten freudiano). Pero el contenido del arte de Lobón es abiertamente político, expresionista y simbolista (si esto último puede interpretarse como surrealista, está bien). El surrealismo es de paradojas oníricas. El simbolismo entela la realidad poéticamente —a veces demasiado. Se nota en Lobón cierto acercamiento gráfico al afiche polaco de los años sesenta y setenta, primo lejano del afiche cubano de la misma época. Este último más devoto del castrismo que el afiche polaco del brezhnevismo (gracias a la «vía media» polaca de Gomułka). 

La figura dentata

Fuertes y recurrentes en Lobón son la caja de dientes de La figura con carne baconiana, el Wozzek de Lenica, pero sobre todo la boca dentata de Humberto Peña en los años sesenta. Molares, caninos e incisivos aparecen en la jauría de «La rebelión fallida», «Silencio inoportuno» y «La palabra inoportuna». ¿Cuál oportunidad? La ansiada libertad que nunca llegó. Si bien la realidad castrista dicta, aquellos jóvenes aprendieron la dialéctica de lo inoportuno en San Isidro, que dice: «¡Díaz-Canel singao, Díaz-Canel singao!». Por soez que parezca, he ahí la chispa metafísica del 11J, encarcelamientos y exilios subsiguientes.

«Si mi angustia sirviera tu mesa», de Camila Lobón. Exposición ‘Proj(3)ct’, en Zapata Gallery (Miami) / Imagen: Cortesía de Rodolfo de Athayde

Animaloides

Se decía que el período fértil del animaloide en la ilustración culminaba con el enciclopédico incunábulo Crónicas de Núremberg. Lobón, sin embargo, inaugura una nueva fauna de deviants cubiches. Veamos:

1. «La claria/gusano» es híbrido de una de las cien especies más dañinas del mundo, importada a Cuba en los años noventa; se alimenta de truchas, biajacas, jicoteas y ranas. (El anélido añadido no hace más que complicar la madeja de la realidad cubana). 

2. «El compañero» (¡qué alérgica palabra para mi generación!) es una especie de teriántropo en cuatro patas, y Cuba está llena de ellos.

3. «El ego/cubano» es una figura bípeda en pie, el tronco enroscado en sí mismo y la cabeza hundida en su culo (sospéchese la fétida alimentación del susodicho).

4. Hace su entrada la bocaza dentata adornada de fausto plumaje, «Ego intelectónico». Aquí Lobón transforma lo terrífico en tiki. Dice la leyenda que cuando todo era quietud, silencio y agua, ciertas deidades, cubiertas de plumas azules, yacían en las aguas primordiales: Tepew, el Redactor; Quetzal, la Serpiente Modeladora, y Xpiyacóc, dios de la creación. 

5. «El ego revolucionario», ¡qué decir! Cíclope cabeza-de-puerco haciendo revolución entre los muertos sobre un charco de mugre.   

6. Una pieza que mete miedo es «Fin de una verde mañana», reminiscente del Petromyzon marinus, monstruo transformado en el Abilisk de los Guardianes de la Galaxia

7. El ser tentacular de raigambre venosa y cabeza con boca dentata lleva por título «La palabra inoportuna»Es el grito metafísico.

8. «Ego perdido»: imagen a plumilla, harto elaborada, encarna algo innombrable y sombrío. Verla para creerla.

Dos sueños aparte

En toda muestra hay siempre piezas que se separan, de impacto tal que no merecen explicación. Aquí resaltan «Sueño con patrullas en el mar» y «Sueño de una dictadura de verano».

Dibujo de Camila Lobón. Exposición ‘Proj(3)ct’, en Zapata Gallery (Miami) / Imagen: Cortesía de Rodolfo de Athayde

Parábolas

A veces, cuando se suplen entre sí el dibujo y la palabra, aparece la historieta (el mejor ejemplo es el jeroglífico). Lo estético radica, ni más ni menos, en la justa medida. El texto de Lobón, si acaso peca de minimalista. Sin embargo, ahora, so pena de errar, me tomo la libertad de añadir paranomasias: 

1. La críptica «Los amores perdidos» alude a Ouroboros; son las serpientes que se comen en cadena, ciclo y sino permanentes. Empero la sierpe postrera no se muerde la cola. Lobón la presenta vomitando una negrura de pájaros, región oscura del alma, presagiada en el Libro del Amduat egipcio: «Mi espíritu pertenece a su cuerpo, mi sombra a su condición, soy el guardián de los criminales». 

2. «El Dios de la transición pacífica» es un humanoide simbolista preñado, cabeza de guanajo adornado con halo, que recuerda las pesadillas de Fortunio Liceti. Lobón agrega un manifiesto acuciante: «Sea el renacer de los sufridos y la cura de los imbéciles. Sea contigo o sin ti. Pero sea». Pende la pregunta para este Dios: ¿Y si la transición no fuera pacífica, acaso valdría la pena? 

3. En otro dibujo un grupo de cubanos, a instancias del Máximo Líder, grita y gesticula: «Yo soy Fidel». Berreo repitiéndose ad nauseam año tras año por seis decenios, en cada concentración en la Plaza de la Revolución. El lema cantaleta es comportamiento automático, síndrome del contagio anunciado por Gustave Le Bon, de individualidad castrada y mutilada. Las masas viéndose en el líder y él en ellas. «Yo soy Fidel» es el godeo de los vítores pidiendo «Paredón» para jóvenes condenados sin juicio en 1959. La Lobón apunta:«¿Y quién es él? », ajena a su generación, la trágica novela que hemos escrito los cubanos, caja deresonancia hueca, linimento para la masa doliente, nota que no colma el vaso, gota que no merma, castrista esperma. 

4. «Los amigos obrando…». En la mitología griega, Panoptes es el guarda protector de Ío. En la narración de horror de H. P. Lovecraft, se conoce como «Cthulhu», entidad astral de tentáculos y ojos insaciables. Existencia vigilada, el ojo metido hasta en el ojo del esfínter, donde el vecino puede ser el chivato del CDR y tu mejor amigo, un seguroso.

5. ¿Qué produce el «sueño de la revolución»? Moscas. ¿De cuál dibujo de la Lobón hablamos? Quien lo identifique recibirá un premio de la galería, me asegura Athayde, curador de la muestra. 

6. «Espíritu adaptado» muestra a un pigmeo en posición fetal, la cabeza adherida a la sórdida matriz opresora. El ente deforme ignoramus, cual condenado al Tártaro repite: «Creo firmemente, conscientemente en mi culpabilidad y si aún puedo servir, aunque sea de un mal ejemplo, la Revolución me tiene a su servicio, y si esta condena, que puede ser por supuesto el fusilamiento, llegara, en ese momento, les prometo a todos que mi último pensamiento será para Fidel, por la gran Revolución que le ha dado a este pueblo». 

7. «Inventario de faltantes» es el tercer panel del Jardín de las delicias loboniano. La paronomasia aquí es el infierno castrista.

Dibujos de Camila Lobón. Vista de la exposición ‘Proj(3)ct’, en Zapata Gallery (Miami) / Imagen: Cortesía de Rodolfo de Athayde