Con la muerte de Fidel Castro, una parte considerable de la diáspora cubana en Miami se ha volcado a las calles. Cacerolas, bailes, gritos de júbilo. Desfilan miembros de logias masónicas, padres con sus hijos sobre los hombros, fervientes seguidores de Trump, representantes de municipios cubanos en el exilio y un largo etcétera. Algunos han defendido el derecho de Miami a celebrar. A otros no les ha caído nada bien. La nación cubana es ahora mismo una herida que dista mucho de sanarse.
Fidel Castro ha muerto, la historia contada desde la calle 8
