Cada quien tiene su alcohol, está escrito en El libro del desasosiego; con existir y sentirse es suficiente para embriagarse, según Fernando Pessoa. Esta serie fotográfica está dedicada a quienes se han emborrachado de tanto mirar.
Puertas y ventanas son cómplices de la espera y las visitas inesperadas, de la rutina, la soledad y el olvido, de las tradiciones que no se marchitan y la claridad que acompaña, de la felicidad inefable y los buenos vientos. Abrirlas cada día es como remojar el dedo índice y pasar las páginas de un libro. Si en el hogar no entran la luz ni la brisa, caminaremos a tientas y el tiempo pondrá las cosas donde le plazca.
Ahora que debemos quedarnos en casa, la distancia nos induce a arrancarle confidencias al tiempo para que triunfen el silencio o la melancolía. Estas fotografías —que entrelazan la vida cotidiana de La Habana y de varios pueblos del Caribe colombiano antes de la pandemia— son una invitación a cambiar de ojos, ya que no es posible cambiar el camino.
Ojalá, por un ratito, pestañear se vuelva una acción consciente, hoy que no podemos abrazarnos, que los amigos no pueden visitarnos, que el encierro satura nuestros días. La contemplación, quizá, aclarará que no somos la velocidad de los pasos, sino el camino recorrido.
Aunque las puertas y las ventanas no se abran ahora con la misma frecuencia, siguen conservando historias, que ellas repiten como mantras. Cuando abrimos la puerta o nos asomamos a la ventana, a veces, comprendemos que ciertos recuerdos no se han extraviado; están ahí, refundidos.
Linda Esperanza Aragón es colombiana. Se desempeña como fotógrafa documental, periodista, comunicadora social y locutora. Las historias que cuenta a través del lente y la escritura han merecido exposiciones fotográficas en Latinoamérica y publicaciones en medios impresos y digitales como El Espectador, El Tiempo, Arcadia, Gatopardo, Hayo Magazine, Cartel Urbano, El Universal, El Heraldo, Atarraya Cultural Unimagdalena, entre otros.
(Fotografías y texto por Linda Esperanza Aragón).