La muerte de un hombre gris

    La noticia de la muerte del general de división Luis Alberto Rodríguez López-Calleja tomó a todos por sorpresa. Se esperaba al menos que sobreviviera a la cuadrilla de capitostes octogenarios y nonagenarios de la «generación histórica». De alguna forma, López-Calleja se vislumbraba como uno de los futuros posibles de Cuba. Durante mucho tiempo acumuló suficiente autoridad e influencia para ganarse tal augurio. Sin embargo, en la mañana de este viernes 1 de julio de 2022 falleció, según la versión oficial, debido a «un paro respiratorio», tal como, por otra parte, no deja de ocurrir en todas las muertes. Quien era uno de los hombres más poderosos y enigmáticos del país tenía 62 años. 

    Durante años se especuló sobre qué tan importante era la figura de López-Calleja dentro de los herméticos salones de la corte dictatorial cubana. La oposición interna y el exilio tardaron bastante en señalarlo como el gran administrador del régimen. De cualquier manera, él supo mantenerse alejado del ojo público, tras el impenetrable muro de silencios que guarda los secretos de la élite cubana. 

    El candidato más probable a eminencia gris del poscastrismo, especie de mayoral financiero en las sombras, el hombre que, en teoría, dirigió tras bambalinas la mascarada del capitalismo de Estado isleño, murió como vivió: sin muchos aspavientos, dejándonos todas las preguntas y ninguna respuesta. Su primer legado es la sospecha. 

    ***

    De él se conoce que nació en Villa Clara y que estudió Relaciones Internacionales en la Unión Soviética para a continuación sumarse al departamento de Contrainteligencia del Ministerio del Interior y luego participar en la misión militar cubana en Angola. Se sabe, además, que fue esposo de Deborah Castro Espín, con quien tuvo dos hijos. Por supuesto, su vínculo con la familia Castro se mantuvo tras el divorcio. En 1996, López-Calleja fue elegido por su exsuegro para dirigir el Grupo de Administración Empresarial S.A (GAESA): el conglomerado empresarial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Los datos respaldan la teoría de que el aprecio de Raúl Castro hacia López-Calleja no dependió exclusivamente del lazo familiar. GAESA, el brazo económico del Ejército, ha garantizado en buena medida el poder político de la cúpula militar cubana. Tras la enfermedad de Fidel Castro y el ascenso de su hermano como principal figura política del país, el holding militar extendió sus tentáculos y se apoderó de la gran mayoría del sector turístico, los puertos, las gasolineras, las constructoras, los servicios aduanales, el comercio electrónico, las tiendas minoristas, y de prácticamente todos los sectores importantes de la economía en Cuba. En teoría —otra vez—, casi cada centavo que entraba o salía de la isla era supervisado por él.

    López-Calleja perteneció a la fracción política que, en tiempos del «deshielo bilateral» promovido por Barack Obama, fueron etiquetados como «tecnócratas no pertenecientes a la generación histórica», entre los que también se encontraba Miguel Díaz-Canel (también nacido en Villa Clara, por cierto). Estos estaban, supuestamente, llamados al reformismo, a jubilar de una vez por todas a la envejecida cúpula de mandamases del Partido Comunista. Sin embargo, nadie se atrevió a cumplir semejante papel histórico. Mientras Díaz-Canel ha gobernado con métodos cada vez más explícitamente violentos, López-Calleja no cejó en el empeño de ampliar y perfeccionar la estructura que sostiene una verdadera oligarquía militar-empresarial. 

    ***

    Más allá de la cúpula castrista, nadie cuenta con suficiente información que avale todo lo que se ha dicho de Luis Alberto Rodríguez López-Calleja. En vida fue el blanco de teorías que dábamos por ciertas, sostenidas por algunas filtraciones y por la imagen asociada al cargo que ocupaba, pero nunca entendimos del todo quién fue y hasta dónde llegaba realmente su poder. Su muerte deja vacante, en apariencia, el lugar de eminencia gris, del titiritero detrás del titiritero, al menos en el ámbito económico. ¿Quién lo sustituirá? ¿Era realmente López-Calleja ese cerebro maestro que muchos hemos imaginado? 

    En estos días llueven las especulaciones.

    Identificar a una eminencia gris es un ejercicio arduo, pues en su naturaleza está el ocultarse tan bien como para nunca revelar el alcance real de su influencia. Si entendiéramos la estructura del poder como una matrioshka, la eminencia gris vendría a ser la última del juego, las figura más pequeña y oculta. 

    El caso paradigmático —que sirvió para acuñar el término— es el del padre José (François Leclerc du Tremblay), un austero monje capuchino que fue secretario del cardenal Richelieu. Durante mucho tiempo se popularizó la idea de que el cardenal era absoluto responsable de las intrigas y las decisiones políticas en la corte francesa a inicios del siglo XVII, cuando en realidad era el padre José quien dictaba a oídos de Richelieu los destinos del reino. Hay otros ejemplos, incluso más populares gracias a la historiografía y la literatura, como el de Fouché o el de Talleyrand en la Francia de Napoleón, el de Goebbels durante el Tercer Reich, o el de Séneca, consejero del emperador Nerón. Todos comparten el haber movido los hilos políticos y/o económicos al interior de sistemas autoritarios donde el poder visible se concentraba en la figura de un dictador o líder de facultades omnímodas. Todos, además, fueron astutos a la hora de esquivar las letales intrigas y los celos pertinaces en las respectivas cortes. Sin embargo, algunos de ellos, a última hora, se precipitaron en sus decisiones, fueron traicionados por su propio ego, o se expusieron en demasía. En algunos casos, el peligro mayor fue sorteado, sin otra consecuencia que la pérdida del favor del gobernante. En otros, la imprudencia se pagó con la muerte. 

    Sabemos que López-Calleja murió justo cuando empezaba ganar un lugar como figura pública; quién sabe si movido por su propio ego o en cumplimiento de alguna disimulada estrategia política de alto nivel —lo que ciertamente hubiera podido ser la misma cosa. Apenas en 2021 apareció en los medios oficiales de la isla como «asesor» del presidente, diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular y miembro formal del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista. Además, fue reconocida de manera abierta su posición como cabeza de GAESA. El hombre que hasta entonces había trabajado en las sombras, y de quien solo se conocían dos o tres fotos y algún video filtrado, comenzó a presentarse en las reuniones y ceremonias oficiales. Aunque en segundo plano, por supuesto. El aparato propagandístico del régimen no tuvo oportunidad de hacerlo alguien reconocible por el pueblo. Fue por eso que su fallecimiento solo levantó indiferencia entre una ciudadanía que sabía poco o nada de él.

    Algunos, un tanto más enterados, han mostrado incluso su alegría. En Internet circulan profecías acerca de la debacle castrista que sobrevendrá con la muerte del tecnócrata en jefe. Hay quien habla de complejas redistribuciones de poder; hay quien ha echado a correr la hipótesis de un ajuste de cuentas. Sin embargo, tales versiones conspiranoicas no responden, por el momento, a otra cosa que no sean los deseos de ver fraccionada la élite política y militar cubana.

    Bien mirado, resulta bastante probable que Luis Alberto Rodríguez López-Calleja no fuese el principal operador político en las profundidades del poder cubano, y que en ese juego secreto su estrella palideciera —aun en pleno poscastrismo o post-socialismo cubano— ante, por ejemplo, la de una antigualla como José Ramón Machado Ventura, zar impenitente del Partido, Fouché de la vieja guardia, quien a sus 91 años concurrió, junto a Díaz-Canel y al propio Raúl Castro, a las honras fúnebres del sábado. 

    Tal vez el presidente ejecutivo de GAESA solo fue un buen administrador, alguien cuyo máximo talento residió en guardar mejor que nadie los secretos y los caudales de sus jefes. La única certeza que sobre López-Calleja tenemos es que en vida prefirió pasar como un hombre gris. Por el momento, en la muerte, no es más que la sombra de una sombra.

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    Darío Alejandro Alemán
    Darío Alejandro Alemán
    Nació en La Habana en 1994. Periodista y editor. Ha colaborado en varios medios nacionales e internacionales.
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    5 COMENTARIOS

    1. Como dice la canción «nadie sabe nada y ahora e’cuando’é». No porque haya muerto Calleja o porque a Raúl y a Machado Ventura les queda un potaje, es la crisis de energía. Si de repente Venezuela u otro suministrador no comienza a mandar más diesel, el verano será caliente, muy caliente.

    2. Menos mal que leo algo serio y bien escrito sobre este personaje, mas alla del chanchulleo feubisiano de gente tomando cerveza y alegrandose de la muerte de este hombre. Creo, como el autor, que este individuo no fuese un operador poilitico de las profundiades del poder, ya tenia bastante con adminstrar con eficacia a GAESA, y es que su rol gris estaba dictado por la misma naturaleza de la posicion que ocupaba en ese mundo oscuro que ha sido siempre la dictadura castrista. Gracias Dario.

    3. Qué bello sería que toda esa caterva de momias ladronas se quede ahí dentro de la Funeraria y no salgan más para dejar en paz la isla y su impostergable LIBERTAD. ¡Patria Y Vida!

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