La biblioteca prohibida. Testimonio del disidente cubano José Rolando Cáceres

    Mi nombre es José Rolando Cáceres Soto. Soy activista de derechos humanos en Cuba, y en 2003 fui expulsado de la Facultad de Psicología [de la Universidad de La Habana], cursando en tercer año de la carrera. Soy una persona bastante pacífica y amable y me gusta mucho leer. A raíz de eso [la expulsión], ha cambiado mi vida totalmente.

    Mis años de estudiante fueron como los de todo guajirito cuando viene a la ciudad: un cambio brusco, del campo a la ciudad, la urbe, la capital… Conocí muchas personas buenas dentro de la Facultad de Psicología; no solo de la Facultad de Psicología sino de otras facultades también, ya que estábamos en Alamar, en Micro 10, que era donde radicaba la residencia estudiantil. […] esos tiempos fueron bastante alegres, felices, hasta que en 2003 fui expulsado de la Universidad, [lo] que fue un cambio total, 180 grados, con respecto a mi vida [anterior].

    En la Universidad, [hacia el año] 2000, había muchos problemas con los materiales de estudio. Entonces uno tenía que investigar… —la Psicología siempre está en constante investigación, siempre cambia; hay métodos diferentes—, y conocí en mi pueblo natal, en los días que iba de descanso a Pinar Del Río, a un bibliotecario independiente que tenía una biblioteca bastante nutrida. Y comienzo a leer algunos libros. […]. En 1996, en la Feria Internacional del Libro, el mismo Fidel Castro había dicho que en Cuba no había libros ilícitos, que no había censura. Entonces yo creí, con esa frase, que en Cuba no existían libros prohibidos: esos libros no estaban prohibidos, y empecé a leer esos libros. Me hacían préstamos […] y me los llevaba a la beca. En mi tiempo libre pasaba tiempo con esos libros, leyéndolos. 

    Y también estaba la Sección de Intereses de los Estados Unidos. Esta persona que era bibliotecario independiente, periódicamente, tenía que venir a los turnos de Internet en la misma Sección de Intereses. Entonces yo le daba escrito lo que quería que él investigara sobre Psicología para estar en contacto directo, vaya, cómo decir, modernizado en [cuanto a] la Psicología. […].

    [Un día] hacen en la misma residencia estudiantil […] una redada policial producto de que muchos jóvenes universitarios utilizaban medios alucinógenos, por ejemplo, hongos (un té para alucinar, ver cosas…), y también fumaban marihuana. Yo no lo hacía porque yo no fumo, no tomo; pero, bueno, se hacía. En los apartamentos había muchas personas que hacían esas fiestas; fumaban su marihuana para abrir un poco la mente, entender un poco más la realidad… A raíz de eso hacen una redada; entran a mi cuarto, donde éramos cuatro alumnos […]: encuentran esos libros y algunos impresos que venían de la Sección de Intereses. Rápidamente ocupan esos libros, dan información, y a raíz de eso, a los dos días, me citan al Rectorado de la Universidad. El rector de la Universidad, el [decano] de la Facultad de Psicología y el presidente de la FEU [Federación de Estudiantes Universitarios] —en ese momento Hassan Pérez Casabona—, con miembros de la Unión de Jóvenes Comunistas, representantes del Partido [Comunista], y algunas alumnas de cuarto año de la carrera, empiezan a criticarme: de dónde había sacado esos libros, cuál era mi relación… Ya tenían información. Había un oficial de la Seguridad, apodado Alejandro, dentro de la oficina del rector, donde él me dice directamente que ya ellos sabían; tenían información desde Pinar del Río [de] que yo tenía una relación de amistad con Pedro González, apodado Pedrín, que es el bibliotecario independiente […] una relación que viene desde niño, con mi familia, con mis tíos… Y [me dice] que esa relación lo que podía traerme era lo que me sucedió: la expulsión total de mi carrera.

    Es importante conocer que yo era muy joven; no tenía la preparación que tengo actualmente —que gracias a eso me he preparado. […] me sentí con miedo. Hassan [Pérez Casabona] era una persona que inspiraba un terror; todo el mundo sabe [de sus] discursos en la televisión… Y temí. No investigué, no averigüé sobre qué podía hacer para revertir todo eso y poder defenderme [de] esa expulsión. Entonces lo que hice fue: me encerré en mi propia armadura, como dicen las personas, me cerré totalmente, y lo que hice fue regresar a Pinar del Río, a mi ciudad, San Juan y Martínez, como un campesino más. Regresar a Pinar del Río fue bastante traumático. Y contarle la verdad a mi mamá: ese fue el primer golpe fuerte. Decirle a mi mamá que había perdido mi carrera después de tanto esfuerzo de ella también; no solamente mío por haber estudiado, sino de ella: una madre soltera, sin un salario, buscándose la vida para poder mantenerme a mí y a mi hermano. Eso era un golpe… vaya, «una traición» hacia ella. Pero, bueno, eso fue lo que me dio el ímpetu de seguir buscando y de seguir superándome. Y llegando a Pinar del Río, contándole a ella la verdad, le dije: «Tranquila. Yo pienso seguir. Tengo que buscar la manera de seguir superándome, y este hijo tuyo no se va a quedar con las manos cruzadas». 

    Entonces, mi tío fue profesor de Física —a mí siempre me ha gustado la Física— en la Isla de la Juventud, profesor de una escuela para estudiantes nicaragüenses y angolanos, en ese tiempo, y tenía amistades en Educación Municipal, en San Juan y Martínez. Y estaba en ese tiempo un «programa de la Revolución» que le decían «Curso de Superación Integral para Jóvenes», que era insertar jóvenes en la sociedad [a través de] los estudios, y se les iba a pagar, y podían obtener carreras. Yo ya tenía mi 12 grado, tercer año de la carrera —la había perdido, pero no había llegado el fantasma todavía a Pinar del Río acerca de por qué fui expulsado de la Universidad; muchos pensaron que fue que la dejé y no quise seguir, y como había un silencio total no quise decir más nada—. Mi tío conversó con [¿?] y con el director Municipal de Educación, y me insertaron rápidamente en el «Curso de Superación Integral para Jóvenes». Allí estuve preparándome. Vieron que estaba demasiado preparado, para la mayoría de los jóvenes que estaban allí, y deciden, con el problema del déficit de profesores que había en el municipio y en la provincia, insertarme como «Profesor General Integral», [mientras seguía] el «Curso de Superación Integral», para obtener mi título de Pedagogía […]. Allí estuve dando clases, y a la misma vez tomando clases los sábados en [el] Pedagógico, en la ciudad de Pinar del Río, y de lunes a viernes tomaba mis clases del «Curso de Superación Integral». Después vieron en el proceso que estaba sumamente adelantado, y más en la Física, que era el plato fuerte mío, por mi tío […]; paso a la ESBU [Escuela Secundaria Básica Urbana] Antero Fernández Varga, en el municipio de San Juan y Martínez, a dar clases del «Curso de Superación Integral» a jóvenes de la enseñanza de Secundaria Básica […]. 

    Al tiempo de estar ahí parece que llegó ya el fantasma. Seguí teniendo la amistad con Pedro González Acosta: no dejé […] esa amistad; seguí leyendo […] porque eso lo que hace es preparar y perder el miedo a las cosas. Pero como la desgracia siempre aparece, y más en este país controlado, oficiales de la Seguridad del Estado intervienen y, por mi amistad con Pedrín… —como nunca lo denuncié; nunca le dije en la Universidad a aquel oficial Alejandro en el 2003 […] quién me había dado los libros, quién me había dado los folletos, de dónde había sacado los folletos; ellos sabían, pero no quise denunciar; ellos querían que yo lo dijera con mis palabras; no quise porque temí también por Pedrín: podían hacerle un proceso, no sé; estas personas podían tomar mi declaración para hacerle daño a una persona que realmente no estaba haciendo ningún daño, lo que me estaba ayudando a mí— y, a raíz de eso, estos oficiales de la Seguridad del Estado se presentan, hablan con el director de la Secundaria en aquel momento, Marcelo, y hablan con él: tienen que expulsarme de la Secundaria. Marcelo decide: esto es un alumno de preparación del Pedagógico; se puede expulsar rápidamente de aquí. Me sacaron. Dieron la orden también en el Municipio de sacarme del «Curso de Superación Integral»: me sacaron también. En aquel tiempo los jóvenes cobraban en el Correo; se daban unos tiquecitos […]; cuando fui a cobrar, me dijeron que ya no tenía que cobrar, que ya estaba expulsado del «Curso Superación Integral». Voy al director municipal de Educación para decir: qué está pasando, porque me estaban cerrando las puertas, y él me dice: «Simplemente, los que no están dentro de la Revolución no pueden seguir acá». Y automáticamente yo le digo: «Bueno, no entiendo qué es “no estar dentro de la Revolución”. No soy miembro de la Unión de Jóvenes Comunistas, no soy miembro del Partido: eso no quiere decir que no sea revolucionario, porque “revolucionario” quiere decir “evolucionar”, y yo estoy evolucionando, yo estoy preparándome, no psicológicamente, no ideológicamente, pero sí profesionalmente, que es lo importante, y no hay ninguna queja con respecto a los métodos de enseñanza que tengo, incluso me han dado felicitaciones por algunos trabajos que he hecho». No entendieron. Simplemente, me dijeron: «Negro, hay que sacarte de aquí». Y empecé ya a buscar otros medios de búsqueda un poco más degradantes en el sentido…. no degradantes, pero sí que no entraba dentro de mi plan en el futuro: […] trabajar directamente con el turismo; había un señor que se llamaba Alejandro Robaina, muy conocido —las vegas de Robaina—: estuve ahí apoyando a muchos muchachos de estos [a quienes] les decían «jineteros», que traían a los extranjeros a conocer la vida del tabaco… Tuve que aprender del tabaco, la ingeniería, como decir un ingeniero agrónomo, […] tuve que traer al idioma inglés todo lo que es el proceso del tabaco para [ser] como un guía turístico dentro de las plantaciones de tabaco, para poder subsistir. Y ya estaba de novio con una muchacha, que era profesora general integral también, pero de un instituto agrónomo en San Juan y Martínez; ya estaba también embarazada, en los primeros meses de embarazo: tenía que buscar algo. Yo decía: Ahora si estoy con la soga en el cuello; tengo que buscar algo. […].

    Quiere decir que me sacaron totalmente del plano que quería, académico, prepararme, ser una persona de bien, a la persona esta de buscar, de lucrar… timar también, porque no eran tabacos originales: había falsificaciones de Cohíba, de Montecristo, de todos esos tabacos, y entonces tenía que yo ser parte de… como quiera que sea, era un delito: vender tabaco a los extranjeros. Hasta que Pedrín, el mismo bibliotecario independiente, siempre tendiéndome la mano, me dijo: «Rolando, ese no es el medio donde tú puedes hacer algo, donde tú puedes ser útil. Te voy a enseñar…». Y entonces empecé siendo bibliotecario independiente […]: preparé una biblioteca independiente en mi casa; empecé a preparar personas en la sociedad civil, y poco a poco fui calando… Fui a la Sección de Intereses [de Estados Unidos]; la primera vez, dije: Voy a entrar. Tanto que decían que no debía entrar… Voy a entrar a ver lo malo que hacen en la Sección de Intereses —que muchas gentes criticaron, y más la Seguridad del Estado—. Cuando veo eran personas, dentro de la Sección de Intereses, de Prensa y Cultura: magníficas, vaya, con unos valores humanos muy buenos; me enseñaron muchas cosas que hoy en día estoy trasmitiendo a otros jóvenes. Pasé mi curso de Bibliotecario Independiente; pasé un curso de Periodismo Independiente; aprendí un poco mejor el inglés allí adentro, en los cursos de preparación… Internet: vi el espacio grande en que podía interactuar […] —porque, en aquel tiempo, recuerda que no había datos móviles como ahora […]—; hice mi primer Facebook, mi correo de Gmail… Después […] conocí personas dentro de la Embajada de República Checa: el cónsul de República Checa, Frantisek Fleisman, que fue Premio a la Diplomacia en Cuba, fue mi amigo en lo personal; conocí muchas personas buenas. 

    Después […] preparé Impacto Juvenil Republicano, [ala juvenil] del Partido Republicano de Cuba, en Cuba; […] creamos la Mesa de Diálogo de la Juventud Cubana en el 2014, con Kirenia Yalit y Lilvio Fernández —Lilvio se encuentra en Miami; ya emigró— […]. Kirenia […] también es psicóloga [y la Mesa es] un espacio para dialogar […] sobre políticas de juventud.

    Creamos también, junto con Micaela Hierro y otros jóvenes más, la Red Latinoamericana de Jóvenes por la Democracia. Después fue presidenta de la red Rosa María Payá, […]: ahí conocimos muchos jóvenes latinoamericanos e interactuamos […] en el diálogo, en el respeto y en la paz.

    Todavía yo googleo mucho sobre los avances de la Psicología, y realmente tengo el bichito ese todavía de que algún día, no sé… Es un sueño para mí terminar mi carrera. Ojalá se pudiera. No sé. Por eso es que quiero una Cuba nueva […]; una Cuba nueva donde los jóvenes no se preocupen por lo que puedan pensar; una Universidad abierta solamente al saber… Es lo que espero. Y ese bichito sigue dentro de mí. Yo creo que, aunque tenga 60 o 70 años, siempre va a estar ese bichito; […] no voy a predecir el futuro, pero si Dios me da la posibilidad de que pueda terminar mi carrera: bienvenido sea, estoy preparado. 

    Y veo esa Cuba pronto. Los jóvenes, no porque sean de izquierda ni de derecha, sino simplemente: vengo a la universidad a aprender y a superarme y a tener conocimiento.   

    *Séptima entrega de la serie de entrevistas titulada «El color de las ideas».

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    3 COMENTARIOS

    1. Le recomiendo entrevistar a Ramón Humberto Colas, también graduado de psicología, y fundador del movimiento de bibliotecas independientes en Cuba. Expulsado de su centro laboral y perseguido como disidente durante muchos años hasta su exilio en USA hace casi 20 años.

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